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Reportaje:Nuevos Madrileños | Akemi Alfonso

Una cantante de ópera llegada del Caribe

Akemi Alfonso tiene 32 años, nació en La Habana (Cuba) y llegó a España en 1995, siendo integrante de la Ópera Nacional de Cuba. Éstos son los datos biográficos de una mujer, que emigrante en Madrid desde hace una década, reconoce haber sido tocada por la fortuna -"me ofrecieron poder cantar aquí y decidí probar suerte"-. Y la ha tenido, por que desde entonces -"llegué un 17 de diciembre y el 12 de enero siguiente ya estaba trabajando"- no ha dejado de entonar su voz en arias, dúos, romances y cuartetos. Hoy, trabaja de cantante-camarera en el Café de la Ópera, a dos pasos del Teatro Real -"...a ver si, algún día, mi voz llega hasta allí", dice.-

Estos 10 años también le han resultado provechosos en el aspecto personal. Casada con Manuel Ganchegui, director artístico del café, Akemi ha tenido un hijo y espera, para este verano, un segundo.

El tiempo ha pasado rápido para Akemi. Los recuerdos se le agolpan en la memoria, como cuando se ve a sí misma, de niña, allá en su casa de La Habana. "Cantaba y cantaba sin parar y a los 16 años ya tenía muy claro que quería dedicarme al canto. Estaba acabando el bachillerato y sabía que no quería ser ni ingeniera, médica... Sólo cantante", recuerda. En la cabeza de la futura soprano tan sólo había una idea: ingresar en una escuela de canto y comenzar a recibir clases.

Lo que no tenía decidido era la parcela profesional en la que se iba a ganar la vida: "Al principio pensaba que me iba a dedicar a la música popular. Nunca se me pasó por la cabeza llegar a la ópera o a la zarzuela". Sin embargo, un amigo cambió su trayectoria y pensamientos: "Me empezó a pasar discos de bell canto... hasta que tuve la oportunidad de escuchar en vivo la ópera Caballería Rusticana, del compositor italiano Pietro Mascagni (1890). Ahí me enamoré".

La intérprete aún recuerda, y quién sabe si añora, la primera vez que debutó sobre un escenario con un papel operístico. "Fue con Annina, una pequeña interpretación de doncella en La Traviata (de Giuseppe Verdi). Aquella oportunidad, que provocó en mí una mezcla de nervios e ilusión por lo rápido que se le dio importancia a mi voz y a mi trabajo, me llegó mucho antes de lo que pudiera haber imaginado".

Una vez en España, decidió que lo mejor era compaginar estudios y trabajo. "Este año me gradúo en la Escuela Superior de Canto", dice. Ahora todo será ir pasito a pasito, llamar a las puertas, que le oigan cantar, hacer todo lo que pueda para conseguir sus objetivos profesionales.

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Akemi tiene claro que la suerte la ha sonreído: "Para empezar, yo tenía un amigo aquí con el que pude compartir piso nada más llegar. Además, siempre trabajé en lo que quería, comencé a conocer gente... Yo sé que soy afortunada y que a muchos les es muy difícil poner en marcha su vida... Sobre todo, cuando vienen de fuera".

Cuando toma la decisión de quedarse en España, Akemi tiene dos objetivos claros: mejorar su nivel de vida -"cuando se sale de Cuba siempre hay una necesidad económica"- y, sobre todo, cantar en un lugar distinto al que había estado acostumbrada a hacerlo. "Quería probar hasta dónde era capaz de llegar en esto del canto", explica. Parte de este objetivo ya lo ha conseguido trabajando en el Café de la Ópera. "He tenido la oportunidad de cantar por toda Europa y, para mí, es muy importante que me oiga cantar un francés, un italiano, un alemán...".

Akemi está muy unida a sus seres queridos, a su tierra y tiene una íntima necesidad de sentirlos muy cerca. "Sé que hay muchos emigrantes que salen y no dejan nada atrás. Yo tengo la suerte de tener allí mucha gente que me quiere y a la que quiero... y no se me pasa por la cabeza romper con todo aquello. Lo necesito".

"Hace algunos años me traje a mis padres a vivir conmigo. Si no hubiera sido por ellos, no hubiera podido acabar mis estudios. Al principio escribía muchas, muchísimas cartas. Ahora recurro más al teléfono. Prefiero escuchar la voz de la gente a la que quiero".

Relacionada con muchos otros cubanos asentados en Madrid -"del mundo de la música y de otras historias que no tienen nada que ver"- Akemi asegura que, cuando se reúne con alguno de sus compatriotas, es algo parecido a volver a Cuba durante un rato. "Es como un pedacito que te haces aquí de lo tuyo", relata.

Aun siendo dulce en su aspecto físico y envolvente en el tono de su voz, pocos son los rasgos de esta intérprete que, rigiéndose por el dictado del tópico, ayudan a ubicarla en Cuba. "Siempre me dicen que no tengo tipo de cubana... A lo que yo respondo que no existe un tipo de cubana. Podemos ser rubios, morenos... Además, la gente piensa que en mi país sólo hay cantantes de salsa". Y es que Akemi tan sólo parece descubrir su procedencia cuando se le menta el poco cálido invierno madrileño: "A lo que me cuesta trabajo adaptarme es al frío. Las bajas temperaturas me matan. Necesito, el calor y la luz". Quizá por eso, siempre que puede, se escapa a un lugar de costa. Y si esa costa es el litoral de La Habana, mejor que mejor.

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