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Reportaje:

"Los 'frikis' dominaremos el mundo"

Los fanáticos de los cómics, los videojuegos y las películas fantásticas se dan cita en la plaza del Callao

Daniel Verdú

Los frikis tomaron ayer la plaza del Callao. Superhéroes, invasores, personajes de manga y soldados del ejército imperial de Star Wars campaban a sus anchas bajo el cartel de Schweppes, una de las referencias madrileñas del frikismo, que quedó inmortalizado en la película El día de la bestia, de Álex de la Iglesia. Celebraban el Día del Orgullo Friki. Una iniciativa convocada a través de Internet que terminó atrayendo casi a más periodistas que a celebrantes.

Tras simular una partida del videojuego Pac-Man con algunos participantes disfrazados de comecocos y fantasmas, y conceder entrevistas como si realmente fueran el personaje del que iban disfrazados, los frikis se fueron a una fiesta que el portal de Internet Ozú ofrecía en la cafetería Faborit, en la Gran Vía.

"Todo empezó por una 'quedada' por Internet para tener descuentos en las tiendas"

El 25 de mayo de 1977 se estrenó la primera parte (es decir, el episodio IV) de Star Wars en Estados Unidos. También el 25 de mayo, aunque de 2001, Douglas Adams, el autor de la Guía del autoestopista galáctico (una referencia ineludible del mundo friki), fallecía en Londres. Además, el 25 de mayo es el cumpleaños de Mike Myers, protagonista de la película Austin Powers, y de Cillian Murphy, el Espantapájaros en la última de Batman. Todas estas coincidencias y el empuje del Señor Buebo convencieron a los frikis madrileños de la necesidad de reivindicar su día.

La idea fue de Germán Martínez, alias Señor Buebo. Un auténtico frikazo. "Todo empezó como una simple quedada por Internet para que nos hicieran descuentos en las tiendas", explica. Pero la idea caló entre los frikis y sobre todo entre los medios de comunicación, que, haciendo gala de su frikismo, acudieron de forma masiva al evento.

"Nunca imaginé que podría atraer la atención de tanta gente", confesaba Germán ante todos los micrófonos que querían recoger su testimonio. Paradójicamente, Buebo no iba ayer disfrazado. "No me daba tiempo porque salgo tarde del curro". Y es que el mundo laboral no entiende de frikis.

Friki proviene del inglés freak, que significa raro, extravagante, estrafalario, fanático. Es un término usado en el habla hispana para referirse a la persona interesada u obsesionada con un tema, afición o hobby en concreto. Pero para entender la ontología de un friki hay que prestar atención a su manifiesto, que entre otros derechos y deberes, destaca los de quedarse en casa y tener pocos amigos; derecho a no tener pareja y ser virgen hasta cuando sea; deber de guardar todo el material friki de niños; hacer cola ante un estreno, y si es disfrazado, mejor; derecho a no gustarte el fútbol ni el deporte en general; derecho al sobrepeso y a la miopía; y, sobre todo, derecho y deber de intentar dominar el mundo. Esta última característica convertiría a más de uno que nunca sospechó serlo en un verdadero friki.

La quedada comenzó con la esperada partida de Pac-Man. O sea, frikis disfrazados que se perseguían por los alrededores de la plaza del Callao emulando el videojuego que cumple 25 años y que marcó el comienzo de una tendencia convertida hoy en una de las mayores industrias del entretenimiento. La gente estaba entusiasmada. En los momentos de euforia, alguno soltaba: "Viva los frikis". Y, claro, todos contestaban: "¡Viva!".

En una esquina, tres chavales disfrazados de superhéroes y de Hulk Hogan lanzaban discursos fantásticos sobre la salvación del planeta. Pero en un ataque de realismo, no se sabe si mágico, uno de ellos soltó: "¡Abajo la SGAE y viva Emule!". Internet es el territorio sagrado del friki.

A las nueve de la noche empezaron a llegar furgonetas de los antidisturbios y dotaciones de la Policía Municipal. "Si no traspasan la Gran Vía, les dejaremos terminar", decía un policía. Los frikis continuaban su fiesta y se felicitaban el día ajenos a la presencia policial.

La mayoría de ellos era la primera vez que se conocían. Sólo habían chateado alguna vez en los foros de frikis. Ayer era su día y estaban eufóricos conociéndose unos a otros. Lola González, de 16 años, vestida de una mezcla de personajes del videojuego Final Fantasy, "las botas son de la Guerra de las Galaxias", cuenta. "Yo soy friki y en mi casa les parece bien", explica mientras señala que la quedada está un poco "desorganizada" y que "tendrían que haber preparado más actividades".

Al lado de la fuente de la plaza se organiza una pequeña pelea improvisada de lucha libre, sin apenas tocarse, imitando los combates de pressing catch en los que participan una suerte de superhéroes americanos. "Tío, yo pasaba las mañanas de los fines de semana viendo eso y Humor amarillo", confiesa Pablo, que va vestido de personaje de cómic manga.

Cuando empezó a oscurecer, y bajo la atenta mirada de una policía que no daba crédito a lo que estaba viendo, la mayoría de chicos se marchó con sus espadas y disfraces a la fiesta que había en un cafetería cercana. Fue el día en que los frikis pudieron pasear su orgullo ante la ciudad.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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