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Reportaje:

Orgullo y memoria de un emigrante

Carlos Iglesias debuta con el filme 'Un Franco, 14 pesetas', en el que rescata su pasado en Suiza

Elsa Fernández-Santos

Carlos Iglesias (Madrid, 1955) tenía 12 años cuando volvió a España. Dejaba atrás un pueblo de postal en Suiza -adonde habían emigrado sus padres huyendo del paro y la miseria franquista- para regresar a un país feo y gris. Le costó adaptarse -en 1966, el contraste entre ambos lugares era insalvable- pero la experiencia le dejó una huella que ahora, más de 40 años después, se ha convertido en la raíz de su ópera prima: Un Franco, 14 pesetas.

La película (que se estrena hoy) no nace de la nostalgia sino de la perplejidad ante la frialdad o el desprecio con los que son recibidos en la España actual gran parte de los inmigrantes. Carlos Iglesias ganaba terreno como actor - triunfaba en la televisión con la serie Manos a la obra- pero la idea de escribir su historia le hizo tomar otro rumbo.

"En los años sesenta, mis padres se fueron a Suiza sin papeles, eran unos ilegales"
"En esta película hay horas y horas escuchando mil historias cotidianas"
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¿Otros tiempos?

"Hemos olvidado demasiado pronto que somos un país de emigrantes", afirma. "En los años sesenta, mis padres se fueron a Suiza sin papeles, eran parte de los cuatro millones de españoles ilegales que trabajaban en Europa. Esta película está basada en un 60% en aquellas experiencias. La verdad es que pensaba que tendríamos otro talante con los inmigrantes y, más aún, cuando muchos de ellos comparten nuestra lengua. Pero no, ni los miramos. Mis padres se fueron a Suiza sin entender una palabra y allí se sintieron acogidos y bien tratados".

Un Franco, 14 pesetas habla del presente hablando del pasado. "Me gustaría que muchos entendieran que somos un país nuevo rico, que hace muy poco nos deslumbraba la riqueza de los demás como hoy deslumbra la nuestra a muchos extranjeros". La película fue (junto a Azuloscuro casi negro) una de las películas mejor recibidas en el pasado festival de Málaga. Logró el premio del publico, el de mejor guión y el de fotografía. Interpretada por el propio Carlos Iglesias, Javier Gutiérrez y Nieve de Medina en los papeles principales, el boca a oreja hizo el resto y el debú como director del popular actor de la televisión es hoy un esperado estreno.

"He tenido con mi padre conversaciones de adulto a adulto que no tuve entonces", recuerda el actor. "Había mil detalles que desconocía y que ahora he descubierto. En esta película hay mucho trabajo de documentación, mucho trabajo de horas y horas escuchando mil historias de la vida cotidiana de aquellos años. Desde los edredones, que no sabían que eran para taparse, a los desayunos abundantes que se incluían en el precio de las habitaciones, o los lagos nudistas. El choque era muy grande. Éramos muy distintos, y lo de la falta de limpieza no era un tópico más".

Entre la comedia y el neorrealismo, la película aborda un asunto que, según Iglesias, el cine español no ha tratado con justicia. "Sólo se me ocurre una referencia, Vente a Alemania, Pepe, con Alfredo Landa, una película que lo que venía a decir es que como en España, con un botijo y bajo un árbol, no se estaba en ningún sitio. Ése era el mensaje de la época. Desde el franquismo no interesaba contar que fuera se vivía mejor. El milagro español era la obra de Franco y se ocultaba la realidad de los cuatro millones de españoles que habían huido a Alemania, Holanda o Suiza en busca de trabajo. Creo que mientras los exiliados políticos han tenido un lugar en la memoria, los emigrantes han pasado al olvido más absoluto".

El azar quiso que Iglesias encontrara vacía la misma casa donde había vivido con sus padres en Suiza. Del oscuro portal del barrio de Argüelles donde nació a un luminoso piso frente a una pradera al puro estilo Heidi: "El trauma gordo fue la vuelta a España. Me costó adaptarme a Suiza, por el idioma, pero el regreso fue tremendo. Nos fuimos a vivir a un bloque de casas en medio de la nada, un descampado horrible. Mi madre no aguantó mucho tiempo y al poco buscó otro sitio mejor". Interpretada en la película por la actriz Nieve de Medina, la madre es, dice el actor, "el motor" de la historia. Es ella la que empuja al marido a salir del país, es ella la que decide reunirse con él sin papeles y con su hijo de seis años y es ella la que resuelve con inteligencia el idilio que mantiene su marido con otra en Suiza. "Había miles de historias así, a las suizas les encantaban físicamente los españoles".

Un Franco, 14 pesetas habla de la amistad entre españoles e italianos, del aceite de oliva, de los platos de pasta y de unas mujeres fuertes: "Me gusta saber que las mujeres se sienten bien tratadas en esta película, lo cierto es que en mi vida he conocido a muchas mujeres muy interesantes. Empezando por mi propia madre. El personaje de la madre es el de una mujer capaz de perseguir lo que quiere hasta extremos inconcebibles. En aquella época las mujeres no trabajaban, el mercado laboral no estaba a su disposición, y por eso había que empujar a los maridos. Muchos salían de España por ellas. Mi madre era -y es- muy valiente. Tiene ese carácter".

Carlos Iglesias es actor por vocación y porque comía mal de pequeño: "Según mi madre, sólo me metía unos buenos bocadillos en el cine". Dice que los seis años que vivió en Suiza con sus padres han marcado su vida y su formación. "He añorado siempre Suiza. He vuelto a dedo, en autobús, en coche, en tren y en avión. Cuando mi padre me dejó sacarme el pasaporte, a los 18 años, lo primero que hice fue irme a Suiza".

Carlos Iglesias.
Carlos Iglesias.CRISTÓBAL MANUEL
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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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