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Islam europeo e identidades múltiples

Pol Morillas

Vivimos hoy en un contexto donde las relaciones entre las poblaciones autóctonas de los países europeos y sus habitantes de origen inmigrante se encuentran en fase de reestructuración. El asesinato del cineasta Theo van Gogh en Holanda y los atentados del 7 de julio en Londres pusieron en tela de juicio el modelo multicultural de convivencia -o, más bien, de coexistencia- entre comunidades étnicas y religiosas diversas. Al mismo tiempo, pocas voces parecen indicar que la solución pase por la aplicación estricta del modelo asimilacionista francés, tan a menudo criticado por no haber sabido promover la convivencia de identidades múltiples en un mismo territorio.

Recientemente, la publicación de unas viñetas consideradas ofensivas por gran parte de los ciudadanos de religión musulmana en Europa han provocado las reacciones más airadas y violentas en distintos puntos del planeta. Sin embargo, en medio de las interpretaciones más marginales de la religión islámica, hemos pasado por alto el análisis de ciertos elementos. De haberles dado la importancia que merecen, éstos nos habrían dado pistas para pensar que una novedosa corriente del islam, el islam europeo, está emergiendo.

Europa afronta el reto de gestionar la diversidad y la convivencia de las minorías étnicas

Para ello, podemos analizar la respuesta que ciertas organizaciones de culto musulmán francesas dieron a la reproducción en su propio país de unas viñetas originalmente publicadas por el periódico danés Jyllands-Posten. Sin querer tomar parte en las manifestaciones que reunieron unos miles de personas en París y Estrasburgo en nombre del respeto de las religiones, algunas de las organizaciones que forman el Consejo Francés del Culto Musulmán emprendieron un proceso judicial contra distintos periódicos franceses que habían reproducido las famosas viñetas de Mahoma. Poco después de haber intentado una acción preventiva para impedir su publicación -acción que resultó imposible por no haber podido cumplir los trámites legales a tiempo-, estas mismas organizaciones decidieron llevar adelante un recurso con el fin de establecer un límite jurídico a la libertad de expresión.

No hay lugar aquí para discutir los arduos debates que se han generado en torno a los límites de esta libertad fundamental ni los del respeto hacia las diferentes tradiciones religiosas. De todas formas, tampoco debemos pasar por alto la lección más relevante que podemos extraer de la puesta en marcha de este proceso judicial, todavía en curso. Las organizaciones de culto musulmán han utilizado los recursos que un Estado europeo pone a disposición de sus ciudadanos para dirimir sus disputas. Esto nos permite entrever un estrecho vínculo entre los ciudadanos de culto musulmán y el medio en el que se mueven -el Estado de derecho secularizado y la democracia-. Vemos, pues, en esta relación de factores la incipiente expresión de un islam europeo, entendido como la convivencia en el seno de una misma sociedad de elementos de muy distinta índole que algunos se empeñan en presentar como incompatibles.

El hecho de que organizaciones representativas del islam en Francia hayan recurrido a los tribunales nos indica la presencia de una interacción significativa entre los representantes del culto musulmán y el entramado institucional de la sociedad francesa. Sin embargo, ésta es solamente la primera parte de la ecuación. La otra es la existencia del reto de la gestión de la diversidad cultural y la convivencia de minorías étnicas en las sociedades europeas. Este fenómeno no afecta únicamente al aspecto religioso de la diversidad, en el que se inserta la incipiente aparición de un islam europeo, sino que contempla múltiples dimensiones de las esferas pública y privada en las que se mueve cada individuo. Para afrontar este desafío con eficacia, parece sensato afirmar que debemos empezar por reconsiderar la concepción misma de identidad. Sólo una acepción amplia de miras que reconozca la convivencia de pertenencias identitarias múltiples en cada uno de los individuos de una colectividad nos permitirá gestionar de manera eficaz los nuevos retos que se nos plantean. Por el contrario, catalogar ciudadanos únicamente a través de su adscripción religiosa -aun cuando sabemos que en Francia, por ejemplo, son los propios ciudadanos musulmanes los agentes de su secularización- nos impedirá entender los procesos que se están promoviendo en pro del surgimiento de un islam europeo.

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Pol Morillas Bassedas es analista de la Fundación CIDOB.

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