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Columna
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Protagonistas

Mientras unos se concentran en la exploración de un país real, el que se palpa, del que se vive y por el que debemos preocuparnos, porque está en grave riesgo su pervivencia, otros se empeñan en reinventar un país ideal, que se sitúa en el terreno de la utopía y de lo deseable. Hace unos días ha muerto Enrique Martínez Mortes, empresario eminente del sector de la panadería. Fue líder del mundo empresarial valenciano. Fue una pieza inquebrantable del equipo de Vicente Iborra Martínez, fundador y primer presidente de la Confederación Empresarial Valenciana (CEV). Contribuyó a que la organización empresarial adquiriera la consistencia que otros pondrían en peligro más adelante. En los albores de la transición democrática los empresarios valencianos, junto con los catalanes de Fomento del Trabajo Nacional, impulsaron la creación de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE).

Martínez Mortes fue el presidente de los panaderos y horneros de Valencia y de toda España. Marcó una época y se distinguió porque fue el único empresario valenciano que se enfrentó, de forma pública y notoria, con el ya secretario de la CEV, Luis Espinosa Fernández. Martínez Mortes ocupaba en aquellos momentos la presidencia de la Sociedad de Garantías Recíprocas, en su etapa inicial, y detectó anomalías en relación con los avales solicitados y concedidos por la SGR valenciana. Creo recordar que se originó un serio contratiempo con la suspensión de pagos de la sociedad Robima, en la que Espinosa había participado como asesor. Las vicisitudes y los detalles fueron denunciados por Martínez Mortes, en su calidad de presidente de la SGR. Manifestó su disconformidad, hizo declaraciones y publicó páginas enteras en los periódicos para que se supiera la verdad. Acabó perdiendo el pulso frente al poderoso Espinosa que obtuvo el apoyo incondicional de la cúpula empresarial. El análisis riguroso coloca a cada uno en su sitio. A unos en la posición de firmeza y honestidad que les honra y a otros, en la responsabilidad de no haber sabido reaccionar.

Recientemente nos hemos desayunado con un nuevo y estéril ataque a la figura de Vicente Iborra Martínez, ex presidente de la CEV, a cuenta de una confusión con la personalidad de su padre, que llegó a ser director general de Comercio y fundador del Ministerio de Comercio en la Segunda República. Vicente Iborra fue un destacado presidente de la CEV, organización que contribuyó a consolidar con su equipo y con la austeridad que le caracterizaba. Después se vio envuelto en un enrevesado asunto, que le obligó a dimitir y del que asumió la plena responsabilidad. Es muy probable que cuando se analice en profundidad este quebranto, nos encontremos con una receta en la que no falten la conspiración, la ambición, la traición y el exceso de confianza.

Iborra, junto con otros empresarios que recordaba días atrás Rosa Solbes en estas páginas, contribuyó a causas importantes, sin las que la Comunidad Valenciana no habría sido posible como es. Personalmente creo que Iborra tenía el convencimiento de que el proyecto que convenía a este país tenía mucho de autóctono y su concepción de la acción política no era compartida por muchos políticos y empresarios que posiblemente celebraron su desaparición de la esfera pública, en la que le consideraban más bien un escollo que un aliado.

A otros niveles, Solbes, citaba a Luis Suñer o José María Pascual y yo añadiría a Joaquín Maldonado, Ricardo Fuster, Federico Lis, Pedro Monsonís, Joaquín Reig, Martín Domínguez, Francisco Domingo, Santiago Miralles, Rogelio Martí, José Duato y otro muchos que aportaron discretamente su respaldo y su riesgo en proyectos y tentativas que, con mejor o peor acierto, trataban de defender los intereses económicos domésticos, al tiempo que se pretendían valencianizar economía y política, dentro de un espíritu autonómico incipiente, pero no por ello menos asumido y comprometido.

Bancos, periódicos, asociaciones benéficas, institutos de estudios económicos, autopistas, aseguradoras, corporaciones, centros de formación, sectores estratégicos y oportunidades de futuro, se iniciaban con el afán de contar con plataformas propias que permitieran a lo que hoy es la Comunidad Valenciana despegar, como centro de poder respetado y digno de consideración.

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Desde hace muchas décadas la Comunidad Valenciana llega siempre tarde y en peores condiciones que los restantes contrincantes. No es que nuestra meta esté más lejos, sino que no somos capaces de alcanzarla con suficiente ímpetu. Falta un proyecto de país que sea asumible por la sociedad, desde sus entidades dirigentes, a la base ciudadana. Sobran rencillas, mediocridades y "rasputines" en un contexto donde el conocimiento y la pasión por las oportunidades permitan despegar a la Comunidad Valenciana a pesar de sí misma. Un país se construye sobre el esfuerzo de sus hombres.

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