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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Poética del ensueño

Perdido el paraíso es una novela breve y un poema extenso: la historia de Alma, una brasileña violada en una favela que viaja a Australia para curarse de la perplejidad metafísica que eso desencadena tanto en su cuerpo como en su espíritu, y una reescritura del famoso libro de Milton al que el autor se refiere en el título y luego cita a lo largo del texto de manera reiterada. También es una reflexión sobre los ángeles, antaño un símbolo poderoso que determinaba la realidad de los hombres pero que hoy apenas sirve a causas menores como el new age y las tiendas de decoración kitsch. Unos ángeles que, de la mano de Klee y de su exégeta, Benjamin, y con Rilke de testigo (los tres presentes en la novela de Nooteboom), nos muestran la diferencia que hay entre el mundo de Milton y el nuestro: que mientras entonces los ángeles descendían sobre nosotros como mensajeros o como tentadores, como enviados o como enemigos de Dios, ahora somos nosotros los que, una vez abolidos los cielos y comprados a precio de saldo los infiernos, tenemos la necesidad de aprender a alzarnos, para no morir asfixiados por el fango, aunque sea con alas y con sentimientos de juguete. Perdido el paraíso es la novela de una mujer que busca darle la vuelta a su vida en los antípodas -al igual que en Australia las aguas giran en los sumideros del revés, quizá también lo hagan las emociones, las ideas, los recuerdos, que así podrán transformarse en lo contrario de lo que son- y el poema de la ruina que somos, ese sinsentido y ese horror que nos envuelve a todos.

Perdido el paraíso

Cees Nooteboom

Traducción de Isabel-Clara Lorda Vidal.

Siruela. Madrid, 2006. 184 páginas. 16 euros.

Perdut el paradís. Traducción de Mariona Gratacòs.

Bromera. Alzira, 2006.

176 páginas. 16 euros.

Es también algo más: la for

mulación explícita de una poética del ensueño (que aquí encarnan los aborígenes australianos y que es un diálogo con el Bruce Chatwin de Los trazos de la canción, mítico viajero al que no se nombra en esta novela pero sí en El día de todas las almas) que tiene mucho que ver con ese ir trazando mapas sonoros a lo largo y lo ancho del mundo, ese ir entretejiendo voces que se sueñan las unas a las otras sin pretender descifrarse, al que Nooteboom se ha entregado en sus novelas, sus ensayos, sus poemas, y sus libros de viajes. El ensueño como manera de ir transmitiendo un misterio, el misterio de la vida, desde fuera del Progreso y la Barbarie y como vehículo para visitar un paraíso perdido en el que no sabremos quedarnos pero del que podremos traernos un destello en forma de verso o de relato.

Cees Nooteboom es uno de los escritores europeos más originales y polifacéticos. Y uno de los más inquietos: en Hotel Nómada afirma que el movimiento (el del viajero incansable que siempre ha sido) y la calma (los periodos en los que se detiene a escribir) se equilibran en él mutuamente, una conciliación de contrarios que define también sus libros, que saltan de Holanda a Japón, de Tailandia a Alemania o de Bolivia a Malí (a veces en aviones o barcos pero otras, como en La historia siguiente, en la que el protagonista se acuesta en Amsterdam y se despierta en Lisboa, por medios sobrenaturales) y de un universo mental a otro sin que la sensación sea de vértigo geográfico o de inverosimilitud antropológica, filosófica o narrativa. Rituales quizá siga siendo su obra más conocida y El día de todas las almas, la más ambiciosa, pero creo que en Perdido el paraíso ha conseguido aunar en un solo texto sus principales virtudes: la lucidez embriagada del poeta, la maestría del inventor de historias y la capacidad de análisis del cultísimo hombre que es. Que la haya situado en su mayor parte en Australia, ese país que ha fascinado a cineastas como Herzog o a artistas y poetas como Frieda Hughes (la hija de Silvia Plath y de Ted Hughes), no es tan extraño: sólo andando cabeza abajo, que es lo que hacen en nuestro imaginario los habitantes de Oceanía, podremos caer hacia arriba, el posible principio del vuelo del ángel que todos llevamos dentro. Una hermosísima novela con alas de verdad que dan ganas de aprenderse de memoria como si fuera un poema.

Cees Nooteboom. Perdido el paraíso. Traducción de Isabel-Clara Lorda Vidal. Siruela. Madrid, 2006. 184 páginas. 16 euros. Perdut el paradís. Traducción de Mariona Gratacòs. Bromera. Alzira, 2006. 176 páginas. 16 euros.

Detalle del fresco de la ermita de San Antonio de la Florida (Madrid), de Goya.
Detalle del fresco de la ermita de San Antonio de la Florida (Madrid), de Goya.

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