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Reportaje:Fútbol | Copa del Rey

Riazor come la moral al Depor

La nefasta racha en casa desata los nervios en el equipo de Caparrós ante el duelo con el Espanyol

Xosé Hermida

Contra su costumbre, Joaquín Caparrós cerró ayer las puertas de Riazor para entrenar en secreto al Deportivo. El hermetismo fue tan severo que incluso tomó la precaución de tapar dos boquetes que hay en uno de los muros exteriores del estadio y que durante mucho tiempo habían servido a las televisiones para robar algunos planos cuando el anterior técnico, Javier Irureta, no les permitía el acceso. Ayer lo único que se pudo ver fueron unas pizarras a modo de pantallas con una advertencia manuscrita: "Lo sentimos. No estamos para que nos veáis".

En los últimos cuatro días, el Depor se ha entregado con fervor a la autoflagelación pública. "Tenemos una falta de confianza plena", admitió Tristán, el sábado, tras perder (0-1) ante la Real Sociedad y cumplir tres meses sin un solo triunfo en Riazor en la Liga. La confesión del día siguiente le tocó a Manuel Pablo: "Se han acabado las explicaciones". Ayer, en vísperas de la semifinal de la Copa frente al Espanyol, con la obligación de lograr una victoria tras caer (2-1) en Montjuïc, a Capdevila se le escapó otro lamento: "No hay modo de ganar en casa".

La derrota ante la Real hizo estallar al público y ha roto las costumbres de Caparrós. Por primera vez desde que está en el Depor, el preparador manifestó tras el partido su disgusto con los jugadores y dejó caer que para la semifinal copera podría recurrir a jóvenes del filial. También resultó una novedad que concentrase a los futbolistas antes del choque contra el Espanyol porque, según aseguró, se lo pidieron ellos mismos para reforzar el espíritu de grupo. La tercera medida de excepción ha sido entrenarse a puerta cerrada, con blindaje especial y un cambio de escenario: de la ciudad deportiva a Riazor, la mismísima casa de los miedos. Para sacudirse los reproches de algunos periodistas por el inusual secretismo, Caparrós exclamó con sarcasmo: "¡Pero si ya tenéis 27.000 páginas para escribir diciendo que no ganamos un partido!".

El Depor sí gana partidos, pero casi siempre fuera de su estadio. Podría alegar que en la Copa las cosas no son iguales, como lo prueba su victoria en Riazor (1-0) contra el Valencia, en los cuartos de final, el 19 de enero. En la Liga, sin embargo, la última victoria en casa se remonta al 11 de diciembre, frente el Cádiz, un duelo parejo resuelto con un gol de Tristán. Desde entonces ha sumado cuatro derrotas y dos empates a pesar de que sólo uno de sus rivales, el Valencia, está clasificado entre los diez primeros del campeonato. El Espanyol ha sido uno de los que más recientemente cobraron de la caja de Riazor, donde dieron la vuelta a un gol en contra tras quedarse con uno menos.

Caparrós se desdijo ayer parcialmente de la advertencia de que podía reclutar a chicos del filial y anunció que hoy no hará "cambios drásticos". "Lancé un mensaje y parece que los jugadores han respondido", se justificó.

Entre los titulares estará probablemente Tristán, quien se encontrará a un antiguo compañero e íntimo enemigo, Pandiani. La disputa entre ambos por el puesto de ariete en el Depor se enconó tanto que el uruguayo estuvo a punto de agredir a un periodista no por el hecho de que hablase mal de él, sino porque hablaba demasiado bien de Tristán. Antes de irse, Pandiani denunció que algunos compañeros suyos llegaron a entrenarse con alguna copa de más. Tristán no se sintió aludido.

Tristán abraza a Pandiani tras un gol cuando eran compañeros en el Deportivo.
Tristán abraza a Pandiani tras un gol cuando eran compañeros en el Deportivo.EFE

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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