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El jurado declara culpable al acusado de matar a su ex mujer con una catana

El veredicto señala que el agresor actuó con una "violencia desmedida"

El jurado popular declaró ayer, por unanimidad, culpable al ciudadano portugués Eduardo José de Mello, juzgado esta semana en la Audiencia de Barcelona por matar a su ex compañera sentimental asestándole 70 puñaladas con una catana (espada japonesa) y un puñal, en agosto de 2003. Según los nueve miembros del jurado, el procesado actuó con alevosía y ensañamiento al haber "aumentado inhumanamente el dolor" de su víctima.

En su veredicto, emitido ayer, el jurado popular considera probado que Eduardo José de Mello, de 43 años, golpeó a su ex compañera con los puños en la cara, le asestó más de 60 cuchilladas con un puñal por la espalda y, tras degollarla, desenfundó una catana y se la clavó en el vientre.

Los hechos ocurrieron el 13 de agosto de 2003 en el domicilio del acusado, en la calle de Anoia de Barcelona, adonde la víctima, Rosenda Soler, acudió porque su ex compañero la había llamado para pedirle dinero. La víctima no accedió a la petición y se inició entre ambos una discusión que acabó con la muerte de la mujer. Los miembros del jurado han rechazado la tesis de la defensa del acusado según la cual éste actuó en defensa propia y bajo los efectos de los fármacos y el alcohol que había ingerido. "Ofende a cualquier inteligencia el poder pensar que esta bestial agresión, 70 puñaladas, se pueda hacer sin una intención clara de causar la muerte a la agredida", señalan los miembos del jurado, que consideran que Rosenda no pudo defenderse del agresor porque existía una gran "desigualdad física" entre ambos.

El jurado considera que el acusado ejerció sobre la víctima una "violencia gratuita y desmedida". Sin embargo, ha aceptado como atenuante la confesión espontánea del agresor,

La fiscal del caso y la acusación particular mantuvieron ayer sus peticiones de 22 años y medio y 28 años de cárcel, respectivamente. La defensa pidió la pena de asesinato en grado mínimo, de 20 años.

El acusado escuchó el veredicto del jurado de pie, mirando al suelo y sin pronunciar palabra, una actitud muy distinta a la que mantuvo el primer día del juicio, cuando fue expulsado de la sala tras encararse con la juez y gritar que el juicio era "una payasada".

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