Ir a la esencia
Resumir el Quijote en hora y media no es fácil. Menos aún convertirlo en una ópera, elegir sus momentos culminantes, coserlo sin que parezca un simple pespunte, poner música a su condensación, crear un ambiente adecuado y hacerlo creíble como héroe de ficción convertido en mito universal. Era la obligación que se había impuesto Tomás Marco en El caballero de la triste figura como autor de la música y ajustador del libreto de esta ópera quijotesca estrenada casi al fin del año cervantino y con muy buena reacción por parte del público que casi llenaba el teatro Circo de Albacete.
El compositor madrileño ha sido el verdadero triunfador de su propio estreno. Su intento por crear un Don Quijote creíble y, valga decir, popular -y mira que hay que tentarse la ropa antes de escribir la palabra- se ha cumplido. Él mismo ha dicho que sirve igual para el teatro que para la plaza pública, y es verdad. Es más, quizá pida directamente el aire libre y algo más del aparato escénico, ceñido y básico aunque muy honrado, con el que aquí se mueve. Marco esencializa el Quijote en su mensaje hondamente humano y, sobre todo, le dota de una música clara y convincente -muy a lo generación del 27, como su evidente vocación callejera-, depurada y sabia. Obtiene de los 11 instrumentistas y de un puñado de voces un cuadro sonoro pertinente siempre y en ocasiones muy hermoso. Ha querido que se le entienda y lo ha conseguido sin renunciar a ser fiel a sí mismo, con un dominio de la escritura propio de su experiencia y una adecuación entre voces y orquesta de una rara limpidez. Para ello ha contado con cuatro solistas que han trabajado con excelencia, un coro y una orquesta muy bien dirigidos por José de Eusebio y una coreografía que parece haber entendido perfectamente su papel en la ópera. En fin y qué curioso: a estas alturas y casi lo visto pareciera como de unas nuevas Misiones Pedagógicas.
El caballero de la triste figura
De Tomás Marco. María José Suárez, María Rey-Joly, Alfredo García, Emilio Sánchez. 10 & 10 Danza. Solistas de la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid. Escenografía: Rafael Garrigós. Vestuario: Ana Rodrigo. Coreografía: Mónica Runde. Director musical: José de Eusebio. Director de escena: Guillermo Heras. Teatro Circo. Albacete, 27 de diciembre.
Con el punto de partida de crear un espectáculo directo, accesible y, en el mejor de los sentidos, modesto, el lunar ha llegado de la dirección escénica, que si en general es aceptable comete un error de bulto al considerar a Don Quijote como poco más que un pelele. Carente de vuelo dramático desde su caracterización como un souvenir barato, ninguna de sus acciones responde a grandeza alguna y verle moverse por el escenario es contemplarle como una especie de muñeco roto. Por eso el trabajo de su intérprete, Alfredo García, destaca menos que el de sus compañeros, mejor tratados por Guillermo Heras. María José Suárez se entrega como La Narración a un casi recitado de raigambre trujamanesca que sabe trascender con una expresividad certera. Lo mismo cabe decir de María Rey-Joly, excelente en su multiplicidad de papeles. Emilio Sánchez, como Sancho, sabe sobreponerse a lo inclemente de la tesitura que a veces se le exige.
Babelia
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