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Tribuna:LA POLÍTICA ECONÓMICA
Tribuna
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El PP y el déficit del sector exterior: un poco de rigor

La autora responde al principal partido de la oposición y explica las medidas que el Gobierno ha impulsado para corregir el desequilibrio exterior

En un reciente artículo publicado en EL PAÍS el día 27 de septiembre, el secretario de Política Económica del PP, el señor Arias Cañete, criticaba al Gobierno por su pasividad frente a lo que califica como un grave problema, nuestro déficit exterior, que arroja unas cifras espeluznantes según él.

En este artículo trataré, no de obviar el problema que existe, sino de matizar algunos elementos, tratando de aportar un análisis más riguroso.

En primer lugar, cualquier economista, y el señor Cañete se nota que no lo es, sabe que para analizar el comportamiento de cualquier variable económica hay que seguir su tendencia, analizar las causas de su evolución y establecer los mecanismos correctores adecuados, cuando proceda, para mejorar su avance. Estas premisas son particularmente importantes a la hora de estudiar el déficit exterior de la economía española. Para comenzar el debate habría que decir que, de los últimos 50 ejercicios económicos, España ha incurrido en déficit corriente en 35, por lo que calificar la situación de insostenible, como él hace, parece un poco exagerado. Con ello sólo pretendo poner en perspectiva un problema que puede ser estructural y no coyuntural y, por tanto, no atribuible a la política económica de este Gobierno, por más que lo intente el PP.

En segundo lugar, el autor hace referencia a una sola de las explicaciones de la existencia de un déficit corriente, el denominado efecto absorción. Es decir, como no producimos lo suficiente internamente, tenemos que comprar fuera, y, además, lo compramos a crédito. Éste es un análisis muy parcial y superficial. No tiene en cuenta que España está dentro de una Unión Monetaria, que el grado de apertura de nuestra economía ha experimentado un significativo aumento, que nuestra estructura productiva está orientada hacia bienes de consumo de tecnología baja-media y escaso valor añadido, que los gustos de los consumidores influyen decisivamente en la demanda y que estamos inmersos en un proceso inversor sin precedentes que presiona al alza nuestras importaciones.

Tampoco puede obviarse que los servicios tienen cada vez más peso en nuestra economía y que el crecimiento de los pagos por turismo es cada vez más elevado. Creo que al responsable de Política Económica del PP le convendría leer a David Ricardo para entender la teoría de las ventajas comparativas. Por último, su crítica al endeudamiento de los agentes, decisiones tomadas libremente por los mismos, también merece elevar una pregunta: ¿Están pensando en proponer restricciones cuantitativas al crédito?

En tercer lugar, la cuestión de fondo es si el verdadero problema de nuestro sector exterior, perteneciendo a una Unión Monetaria como la Zona Euro, es la existencia per se de un déficit corriente o sus dificultades para financiarlo. Nuestra historia ha estado plagada de problemas asociados al desequilibrio externo, con crisis monetarias, devaluaciones, etcétera, cuyos resultados todos conocemos. Pero ahora, la existencia del euro amortigua esos efectos y lo realmente importante es si España es capaz o no de captar el suficiente ahorro externo para financiar el exceso de inversión interna.

Efectivamente, España está inmersa en un proceso inversor como ningún otro país de nuestro entorno, con una tasa de inversión sobre el PIB del 27% en el 2004. Por el lado del ahorro, si miramos las cifras del ahorro bruto nacional, podemos observar que España también lidera este ranking, con una tasa sobre el PIB del 21%, muy lejos, por ejemplo, del 15% de EE UU. Las cifras ponen de manifiesto que el ahorro nacional se comporta favorablemente pero que es insuficiente para financiar la dinámica de la inversión. La cuestión, entonces, es si el ahorro externo puede financiar la diferencia. Aquí, las cifras son contundentes, ya que el flujo de ahorro externo más que compensa nuestro desequilibrio externo, como lo prueban las entradas netas de inversión extranjera en España. No hay que olvidar que España tiene la máxima calificación crediticia otorgada por las tres agencias, consagrando a nuestro país como uno de los más solventes del mundo occidental. Por tanto, podemos concluir que no tenemos ningún problema de financiación. En mi opinión, este país necesita este fuerte ritmo inversor aunque, transitoriamente, genere desajustes asumibles en nuestro sector exterior.

Por último, no quería esconder el problema de la competitividad. España tiene un diferencial de inflación elevado, que no es nuevo, y que se ha mantenido de media en cerca de un punto porcentual desde la implantación del euro. Siendo esto un problema, como lo es el diferencial de Costes Laborales Unitarios, es también curioso que España, desde 1999, haya sido el segundo país, tras Alemania, donde más han crecido las exportaciones reales. Esto debe servir para matizar algo un problema que es real, pero que no es dramático. En este sentido conviene recordar que la sensibilidad de las importaciones al crecimiento del PIB es elevada, y constante, mientras que la sensibilidad de nuestras exportaciones a la renta del resto de países es cada vez más pequeña y decreciente, por lo que cuanto más crecemos más crecen las importaciones, mientras que cuanto más crecen los demás, las exportaciones lo hacen menos.

Ante esta situación, y teniendo en cuenta el encarecimiento del precio del petróleo y nuestra dependencia de la importación del crudo ¿qué puede hacer el Gobierno?, pues lo que está haciendo. Incidir en los problemas de fondo de nuestra economía para mejorar nuestra productividad y competitividad, invirtiendo más en educación, en I+D+i, en infraestructuras, favoreciendo el marco adecuado para que haya más y mejores empresas y fomentando la liberalización real de la economía. Tampoco deben olvidarse las medidas para reducir nuestra dependencia energética a través del Plan de Ahorro Energético y el de Fomento de Energías Renovables. Es evidente que todas estas medidas requieren de tiempo para que dejen sentir sus efectos pero, no por ello, son menos necesarias. Desde luego, en lo que no va entrar este Gobierno es en interferir o coartar las decisiones de ahorro, inversión o gasto de los agentes o en incorporar restricciones cuantitativas de crédito. Por tanto, los ciudadanos pueden estar tranquilos, viajando al exterior o comprando bienes importados, porque ahora tienen un gobierno que se ocupa de los problemas estructurales.

Inmaculada Rodríguez-Piñero Fernández es secretaria federal de Política Económica y Empleo del PSOE.

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