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ESTRENO | 'La doble vida del faquir'

Sentimientos, ficción y memoria se funden en 'La doble vida del faquir'

Elisabet Cabeza y Esteve Riambau reconstruyen el rodaje, en 1937, de un tierno filme en un hospicio

No es una película fácil de explicar. La doble vida del faquir no es un documental en el sentido canónico, pero tampoco una ficción, aunque funde ambos géneros en una suerte de propuesta cinematográfica híbrida, y muy personal, que Esteve Riambau (Barcelona, 1955), director del largometraje junto a Elisabet Cabeza (Sabadell, 1965), se resiste a etiquetar. "En ningún momento nos ha preocupado definir exactamente qué tipo de película estábamos haciendo. De lo que estamos seguros es de que ha resultado como queríamos y que transmite esa espontaneidad que buscamos desde el principio", comenta este debutante en la dirección, que no en el cine, del que es estudioso y crítico desde hace casi 30 años.

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Conmovedores recuerdos

La génesis de La doble vida del faquir es tan azarosa y apasionante como luego fue su rodaje, con producción del cineasta Antonio Chavarrías. Hace unos tres años, en casa de Elisabet Cabeza, periodista del diario Avui especializada en cine, se recibió una extraña llamada telefónica. Era de un desconocido que preguntaba por Josep Cabeza, el padre de la redactora, fallecido hacía ya casi 30 años. Cuando se le informó de ello, el comunicante se identificó como ex compañero de Cabeza en el colegio El Roser, de Sant Julià de Vilatorta (Barcelona), durante la Guerra Civil. Un hospicio para huérfanos de familias humildes. Y explicó que había llamado para invitarlo a una comida de ex alumnos. En el transcurso de la charla, y al saber que una de las hijas de su amigo de la infancia escribía sobre cine, el hombre mencionó una película rodada por un cineasta aficionado, Felip Sagués, en 1937, en el orfanato, una exótica historia titulada Imitando al faquir, plagada de odaliscas, rajás, cazadores con salacot... y protagonizada por los niños del centro y las tres hijas del marqués de Villota, un aristócrata refugiado en un castillo aledaño.

Elisabet Cabeza la quiso ver más por descubrir a un padre perdido cuando ella sólo tenía 11 años que por otra cosa, pero al contemplarla quedó tan fascinada que se propuso ir más allá, recuperar la memoria de esos días en que unos niños, aislados del horror de la guerra, fantaseaban delante de una cámara con que eran aventureros, magos, hadas o bailarinas. "Nunca me planteé la película como una búsqueda de mi padre, sino que la mía es una historia más entre las que se cuentan", confiesa. Unas historias que desgranan seis maravillosos ancianos que vuelven a El Roser -milagrosamente conservado igual- casi 70 años después de protagonizar la cinta.

Elisabet Cabeza y Esteve Riambau.
Elisabet Cabeza y Esteve Riambau.
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