"Soy optimista, pero todo acaba mal"
Pregunta. Vengo un poco intimidada porque me dicen que es usted muy rarito.
Respuesta. ¿Eso forma parte de la entrevista? [Ríe]. Mucho más raros son los que les gustan las colecciones de tortugas. Lo otro es una especie de leyenda que está ya de capa caída.
P. No me dará motivo para que yo quiera desaparecer, como su Pasavento, en algún momento de la entrevista...
R. No. No tengo ningunos poderes.
P. ¿De qué huye?
R. De nada especialmente. Pero tal vez mi visión del mundo es una visión de una caída, una huida, un descenso y una fuga.
P. "La vida verdadera es decepcionante". ¿Tan mal le trata?
R. La verdad es que no me puedo quejar. Pero cuando escribo literatura, mis personajes son personas bastante perdidas en el mundo, aunque terminan en mejor estado del que empezaron.
P. ¿Cree que le persigue "el horror de la gloria literaria", como a su protagonista?
R. Le persigue a él, a Pasavento. Y la prueba es que he venido yo, y él no está aquí ni para que le fotografíen ni para que lo vean. He venido en su nombre.
P. "El éxito me parece una horterada". ¿Es usted suficientemente hortera?
R. Para Séneca, y también para mí, tener éxito es una horterada, porque siempre depende del juicio de los demás.
P. "Los gordos somos mejores novelistas". No me diga.
R. Eso está cargado de ironía, porque teóricamente el poeta es más espiritual, y correspondería que fuera más delgado. Una novela siempre es más extensa. Eso explicaría mi boutade. Y, además, es una manera de defenderse de estar gordo.
P. ¿Se inventó al psiquiatra Pasavento a base de pasar por el diván?
R. No, porque me psicoanalizo a mí mismo sin el menor problema. Tampoco deseo saber quién soy.
P. ¿Y qué diagnóstico se hace?
R. Que después de haber escrito tanto, cada vez sé menos sobre mí mismo. Bueno, ahora me contradigo.
P. ¿Tiene curiosidad por un tipo como usted?
R. Si detrás de una puerta pudiera esperarme alguien que me explicara quién soy, seguramente no la cruzaría.
P. ¿Qué culpa tienen de lo suyo los Hermanos Maristas?
R. Creo que me hicieron ateo antes de tiempo. Aunque no me considero exactamente ni ateo ni religioso. Una tercera vía: una búsqueda de la verdad más que de la realidad, que para mí son dos cosas distintas.
P. ¿Sigue teniendo pánico a las mujeres?
R. Sí, aunque ahora despiertan en mí más confianza que antes. He descubierto que quizá el hombre es más solitario y la mujer ama y se relaciona mejor, y es más fiable y más interesante.
P. "Todo el mundo acaba mal". Es un optimista antropológico.
R. Aunque no me crea, soy optimista al máximo. Pero, naturalmente, siempre tengo en cuenta que, al final, todo acaba mal.
P. ¿Cómo anda de vanidad?
R. Aquí tiene que poner que me lo estoy pensando... [Ríe]. No, sí, sí. Soy orgulloso, vanidoso, pero sin pasarse. Defiendo mi territorio cuando es necesario, y no me gusta que me aplasten jamás.
P. ¿Es romántico?
R. En el sentido de la tradición romántica literaria, nada. En el sentido amoroso, considero absurdo el amor, pero estoy enamorado.
P. ¿La ironía es imprescindible?
R. Completamente. Es la primera respuesta que le doy de la que estoy absolutamente seguro.
P. Duda absolutamente de todo lo que me ha dicho.
R. Y, además, soy muy contradictorio. Yo no estoy hecho de una pieza. Y menos mentalmente. Hay días en que me quejo de la cantidad de llamadas y pesadeces que tengo, y otros en los que pienso que estoy igual de solo que Pasavento. Me ocurrió en la habitación de un hotel y me puse a firmar autógrafos.
P. Autógrafos a sí mismo.
R. A mí mismo, sí, para hacer algo dentro de la habitación.
P. Y me dirá que no está de psiquiatra.
R. Si lo llego a saber, no se lo cuento.Pregunta. Vengo un poco intimidada porque me dicen que es usted muy rarito.
Respuesta. ¿Eso forma parte de la entrevista? [Ríe]. Mucho más raros son los que les gustan las colecciones de tortugas. Lo otro es una especie de leyenda que está ya de capa caída.
P. No me dará motivo para que yo quiera desaparecer, como su Pasavento, en algún momento de la entrevista...
R. No. No tengo ningunos poderes.
P. ¿De qué huye?
R. De nada especialmente. Pero tal vez mi visión del mundo es una visión de una caída, una huida, un descenso y una fuga.
P. "La vida verdadera es decepcionante". ¿Tan mal le trata?
R. La verdad es que no me puedo quejar. Pero cuando escribo literatura, mis personajes son personas bastante perdidas en el mundo, aunque terminan en mejor estado del que empezaron.
P. ¿Cree que le persigue "el horror de la gloria literaria", como a su protagonista?
R. Le persigue a él, a Pasavento. Y la prueba es que he venido yo, y él no está aquí ni para que le fotografíen ni para que lo vean. He venido en su nombre.
P. "El éxito me parece una horterada". ¿Es usted suficientemente hortera?
R. Para Séneca, y también para mí, tener éxito es una horterada, porque siempre depende del juicio de los demás.
P. "Los gordos somos mejores novelistas". No me diga.
R. Eso está cargado de ironía, porque teóricamente el poeta es más espiritual, y correspondería que fuera más delgado. Una novela siempre es más extensa. Eso explicaría mi boutade. Y, además, es una manera de defenderse de estar gordo.
P. ¿Se inventó al psiquiatra Pasavento a base de pasar por el diván?
R. No, porque me psicoanalizo a mí mismo sin el menor problema. Tampoco deseo saber quién soy.
P. ¿Y qué diagnóstico se hace?
R. Que después de haber escrito tanto, cada vez sé menos sobre mí mismo. Bueno, ahora me contradigo.
P. ¿Tiene curiosidad por un tipo como usted?
R. Si detrás de una puerta pudiera esperarme alguien que me explicara quién soy, seguramente no la cruzaría.
P. ¿Qué culpa tienen de lo suyo los Hermanos Maristas?
R. Creo que me hicieron ateo antes de tiempo. Aunque no me considero exactamente ni ateo ni religioso. Una tercera vía: una búsqueda de la verdad más que de la realidad, que para mí son dos cosas distintas.
P. ¿Sigue teniendo pánico a las mujeres?
R. Sí, aunque ahora despiertan en mí más confianza que antes. He descubierto que quizá el hombre es más solitario y la mujer ama y se relaciona mejor, y es más fiable y más interesante.
P. "Todo el mundo acaba mal". Es un optimista antropológico.
R. Aunque no me crea, soy optimista al máximo. Pero, naturalmente, siempre tengo en cuenta que, al final, todo acaba mal.
P. ¿Cómo anda de vanidad?
R. Aquí tiene que poner que me lo estoy pensando... [Ríe]. No, sí, sí. Soy orgulloso, vanidoso, pero sin pasarse. Defiendo mi territorio cuando es necesario, y no me gusta que me aplasten jamás.
P. ¿Es romántico?
R. En el sentido de la tradición romántica literaria, nada. En el sentido amoroso, considero absurdo el amor, pero estoy enamorado.
P. ¿La ironía es imprescindible?
R. Completamente. Es la primera respuesta que le doy de la que estoy absolutamente seguro.
P. Duda absolutamente de todo lo que me ha dicho.
R. Y, además, soy muy contradictorio. Yo no estoy hecho de una pieza. Y menos mentalmente. Hay días en que me quejo de la cantidad de llamadas y pesadeces que tengo, y otros en los que pienso que estoy igual de solo que Pasavento. Me ocurrió en la habitación de un hotel y me puse a firmar autógrafos.
P. Autógrafos a sí mismo.
R. A mí mismo, sí, para hacer algo dentro de la habitación.
P. Y me dirá que no está de psiquiatra.
R. Si lo llego a saber, no se lo cuento.
PERFIL
Con 57 años, este hombre de hablar monocorde, verbo contradictorio y aire de sabio despistado ha publicado su última novela, 'Doctor Pasavento'. Archiva los partidos de fútbol de 2ª y 3ª División -"los de Primera los sé de memoria"- y le gustaría ser ojeador de futbolistas, como hace en el mundo literario descubriendo autores que empiezan
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