_
_
_
_
_
Ciencia recreativa | GENTE
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Nos estamos haciendo más listos?

Javier Sampedro

Los psicólogos creían que los niños adoptados por familias ricas eran más inteligentes que sus madres biológicas hasta que el politólogo neozelandés James Flynn les sacó del error. Analizando los registros históricos del IQ (cociente de inteligencia) en 20 países, Flynn demostró en los años ochenta que el IQ promedio de la población crece entre 5 y 25 puntos de una generación a la siguiente. Es el llamado efecto Flynn, y gracias a él sabemos ahora que los niños adoptados por familias ricas no son más listos que sus madres biológicas por ser adoptados, sino por ser niños, es decir, porque pertenecen a la siguiente generación. Es un avance. Pero, ¿cómo explicamos ahora el efecto Flynn?

Los países nórdicos aumentaron su cociente de inteligencia durante la ocupación, justo cuando comían peor

No han faltado hipótesis en los últimos años: que los niños comen mejor, que crecen usando un ordenador, que las parejas tienen menos hijos y por tanto atienden más a cada uno y, por supuesto, que los sistemas educativos se hacen cada vez más eficaces. Son teorías sensatas, pero ninguna acaba de cuadrar con los datos. Por ejemplo, los países nórdicos registraron su mayor incremento de IQ durante los años de la ocupación, justo cuando comían peor. Los ordenadores mejoran al mismo ritmo en Dinamarca que en cualquier otra parte, pero el IQ danés es el único que se ha estancado en la última década. Las parejas suelen dedicar al trabajo, no a los hijos, el tiempo extra que han ganado con la reducción del tamaño familiar. Y la educación debería afectar más al IQ "cristalizado" (que requiere familiaridad con las palabras, los números y los símbolos) que al IQ "fluido" (que se basa en la resolución de problemas abstractos), cuando los datos revelan exactamente lo contrario.

Hay un sentido menos convencional en el que la inteligencia podría aumentar en las sociedades desarrolladas. Por ejemplo, pocos físicos actuales son más inteligentes que Einstein en el sentido convencional, pero todos lo son en el sentido de que llevan integradas en sus circuitos las teorías de Einstein, y las que Einstein no logró creerse, y las que no llegó a vislumbrar. No se trata de meros conocimientos, como memorizar la lista de los reyes godos, sino de un modelo interno del mundo, una estructura mental capaz de entender la realidad física mejor que Einstein y de formular mejores predicciones sobre los experimentos que todavía no se han hecho, o sobre las cosas que todavía no han ocurrido.

Naturalmente, no hay un test de IQ especial para físicos teóricos, y por tanto este efecto super Flynn no se ha podido medir. Pero la física es sólo un ejemplo. Si todo el conocimiento progresa mediante unificaciones sucesivas -cada vez menos teorías explican cada vez más aspectos de la realidad-, cada generación debería alcanzar la edad adulta con un modelo interno del mundo mejor que el de sus padres. Debería entender la realidad con más profundidad y formular mejores predicciones sobre ella, es decir, que debería ser más inteligente.

El psicólogo Roberto Colom, de la Universidad Autónoma de Madrid, y dos colegas han aportado este año un dato interesante (Intelligence, 33:83). Han comparado el IQ de los niños españoles actuales con el de 1970. El IQ promedio ha crecido 10 puntos, como manda el efecto Flynn. Pero la razón, según han podido precisar estos investigadores, no es un incremento de la inteligencia en todos los niños, sino sólo en los que la tenían más baja. El promedio de IQ no sube porque los listos de ahora sean más listos que los de antes, sino porque cada vez hay menos torpes. Este resultado dificulta cualquier explicación de tipo educativo, porque los niños listos deberían beneficiarse también de las mejoras en cualquier sistema de aprendizaje. Colom cree que su dato apoya la teoría de la mejora nutricional: los niños con menos IQ serían los desnutridos, y se beneficiarían de las mejoras alimentarias, mientras que los niños que ya estaban bien alimentados no tendrían nada que ganar con esas mejoras. Así que ya saben, niños, aliméntense bien, que está en juego el futuro del país.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_