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Crítica:JAZZ | Barbara Hendricks & Magnus Lindgren Quartet
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La esencia del cantar

¡Cómo canta la señora! La presentación como cantante de jazz, un decir, de la diva, trajo el cartel de "no hay billetes" y a un ejército de aficionadas/os al bel canto que se instalaron delante de las taquillas dispuestas/os a vender sus cuerpos a cambio de una localidad. También había su pequeño grupo de aficionados al jazz, se les notaba porque aplaudían después de cada solo aunque nadie les siguiera.

En tiempos de exaltación del cantautorismo, ha tenido que venir una "de fuera" para recuperar la esencia del cantar de jazz consistente en que alguien interpreta a su real modo y saber las canciones que otros han escrito, tiene su guasa el asunto. Otra cosa es que Barbara Hendricks sea una cantante de jazz, que no lo es. Lo que le sobra para cantar a Mozart le falta para darle el tono adecuado al género. Bien es cierto que, en ausencia de norma, el canto aflautado y cristalino de la referida tiene tanto derecho a existir como cualquier voz carrasposa al uso entre las/los jazzistas.

Barbara Hendricks & Magnus Lindgren Quartet

Barbara Hendricks, voz; Magnus Lindgren, saxo tenor, clarinete, flauta; Mathias Algotsson, piano; Fredik Jonsson, contrabajo; Jonas Holgersson, batería. Cuartel del Conde Duque, Madrid, 20 julio.

En su esperadísimo concierto madrileño, la estadounidense de origen cantó sin un papel delante, lo que no quiere decir que improvisara sino que se sabía las canciones de memoria. Tampoco en esto hay regla fija: cantantes de jazz hubo, y de primera fila, que improvisaron una vez, en el año 1934, y vivieron de lo improvisado entonces durante el resto de sus días. A uno le importa mas bien poco que la Hendricks sea o no una cantante de jazz mientras cante This Can't be love como lo hizo la noche de marras. Ésa, y otras doce. Canciones hermosas, bien dichas y mejor cantadas, ¿qué más se puede pedir?

El programa estuvo dividido en tres secciones; la primera, dedicada a Cole Porter (Night & Day) y Richard Rodgers (Nearer, My Funny Valentine); la segunda, a Duke Ellington (Sophisticated Lady, Solitude); la tercera, a George Gerswhin (Bess, Summertime). Mayoría de tiempos medio-lentos y alguna sorpresa: Let's do it (Porter) a ritmo funky, todo lo funky que se puede permitir serlo una diva del bel canto.

La Hendricks jugando en campo ajeno. Los arreglos muy jazzísticos y nada condescendientes de Lindgren y Algotsson no le pusieron las cosas fáciles, precisamente. Estaba ella y estaban los cuatro rubicundos mocetones que le acompañaban expresándose en un idioma distinto en todo al suyo, lo que no parece la situación más cómoda del mundo. Aun así, aguantó el tipo luciendo la mejor de sus sonrisas profidén y todavía se permitió asomar en algún momento su bonito registro medio que ella se empeña en esconder. Incluso se marcó unos pasos de baile, lo que tienen las divas cuando se les saca de paseo fuera de los auditorios.

Magnífico el cuarteto de Magnus Lindgren, grupo muy vinculado a nuestro país, y doblemente magnífica Barbara Hendricks. Porque, además, está de bastante buen ver, la señora.

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