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Columna
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Achuchón democrático

Los debates sobre el estado de la nación o de una comunidad suelen tener más importancia para la oposición que para el Gobierno. Se trata de una de las ocasiones en las que el líder opositor tiene un altavoz para transmitir su alternativa y para cuestionar el panorama, siempre de excesivo triunfalismo, que el presidente del Ejecutivo dibuja de su mandato. La extraña legislatura en el Parlamento andaluz, con los tres líderes de la oposición sin escaño, ha convertido esta máxima en una quimera. Por ello, esta vez el debate ha sido un rifirrafe protagonizado por un presidente que tenía a sus interlocutores en la tribuna de invitados o lejos de Andalucía y al que le llegaban los reproches a través de intermediarios. En la primera gran cita de esta legislatura, Chaves ha salido victorioso. Ganó porque no había contrario. Mientras tanto, Arenas perdía el centro del debate. Y lo peor para él, también el centro político. Ahora sólo aspira a los extremos. Al situado en la FAES del PP, con José María Aznar como nuevo Andaluz por el Cambio. Junto a Beneroso y Medina Precioso, otros andaluces que hace tiempo que cambiaron. Y dejando fuera a los que siguen en su sitio, en el centro. Es el caso de Amalia Gómez.

En el año 1999, Joaquín Almunia, líder de la oposición, tuvo una dura intervención en el debate sobre el Estado de la Nación. José María Aznar le replicó: "Con el panorama catastrofista que usted ha pintado es un milagro que hayamos llegado al tercer año de gobierno". Eso le pasa al PP en Andalucía. Con el panorama que pintan resulta un imposible que el PSOE hace apenas un año recuperara la mayoría absoluta y provocara una catarsis en los partidos de la oposición, que acabaron defenestrando a los dirigentes que ellos mismos colocaron al frente de sus candidaturas, o se defenestraron solos tras no lograr ni el acta de diputado.

En una legislatura en la que el PSOE disfruta de una holgada mayoría absoluta y donde los líderes de la oposición son extraparlamentarios, el presidente de la Junta inició el mandato subido en una nube, mientras el líder del PP decidía echarse al monte. Y allí siguen, sin lograr un punto de encuentro. Pero una cosa es censurar las cesantías o retrasar el acuerdo para el Consejo Audiovisual, y otra, impedir una reforma de la que se admite que hay acuerdo en un 90% de los planteamientos, como es el caso del Estatuto de Autonomía. El PSOE dispone los diputados para hacer funcionar el rodillo, pero sabe que la aritmética no puede suplir el consenso entre partidos. El PP también sabe que una cosa es tener un líder fuera del Parlamento y otra tenerlo fuera de la realidad. Chaves ha planteado en el debate que Andalucía va bien, pero que iría mejor con una reforma del Estatuto y un impulso democrático. Visto el año que llevamos, con debates tan trascendentales, alguien debería poner los pies en el suelo y explicar que las inversiones en sanidad, educación, vivienda o políticas sociales también van a recibir, si no una reforma o un impulso, al menos un achuchón. El necesario para que los andaluces se interesen por el debate de su comunidad. Esa es la verdadera modernización. La que, además, entienden los ciudadanos.

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