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Columna
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Heterosexuales

Hoy va a ser aprobada la ley que reconoce el derecho al matrimonio y la adopción a los homosexuales, contestada por muchos y aplaudida por otros muchos y no digo muchísimos, porque esos muchos que la protestan acostumbran a creer que ellos son todos y además están en posesión de la verdad. A veces, sin embargo, quedan en evidencia y es cuando tienen ocasión de decidir, pero no lo hacen. Ha ocurrido con otras leyes también escandalosas para ellos y que, incluso gozando de mayoría absoluta, no han osado tocar. Y es que hasta los que están en contra de algunas leyes, acaban comprobando que en algunos casos les hacía falta estar protegidos por ellas.

En fin, no hablemos de divorcios o abortos, que no es el caso, pero no nos equivocaremos si creemos que el tiempo liberará a hijos e hijas de algunos de los heterosexuales que se manifiestan airadamente contra los derechos que esa ley reconoce. Porque los homosexuales son hijos de familias heterosexuales, buenas o malas, en las que crecen a veces niños felices, y otras, niños desgraciados. Exactamente igual que pasará cuando los homosexuales adopten niños y, por cierto, acaso no. Porque como escribía hace dos días en este mismo periódico el catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Sevilla, Jesús Palacios, hay que cumplir unos requisitos para adoptar y son los profesionales implicados en el proceso de adopción los que tienen que ver las actitudes, las capacidades educativas, la sensibilidad, la salud mental, la estabilidad emocional que manifiestan las personas que desean adoptar, independientemente de su orientación sexual.

Y luego, eso sí, habrá que saber que no será lo mismo crecer en una familia con padres homosexuales, que en otra con padres heterosexuales, como no es lo mismo crecer en una familia monoparental que en una biparental, dice el profesor Palacios, pero en las dos un niño puede crecer sano y feliz, si se dan las condiciones precisas para ello. Vaya, que no lo duden los prohibidotes, llegará un momento en el que ellos mismos no preguntarán, ni juzgarán, ni se escandalizaran por la opción sexual de ninguna persona. O sí, pero eso ya será cosa de ellos y no afectará a ninguna decisión fundamental sobre la vida y la felicidad de la mayoría.

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