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Cineastas y expertos coinciden en la imposibilidad de llevar 'El Quijote' al cine

Arthur Penn, Jesús Franco y José Saramago participan en un coloquio en la Filmoteca

Elsa Fernández-Santos

Como una perversa paradoja, la grandeza de las adaptaciones al cine del Quijote radica precisamente en su imposibilidad. A esta conclusión llegaron ayer los cineastas, escritores y expertos que recordaron la vieja relación del séptimo arte con la novela de Cervantes. El Quijote fue la obsesión de Orson Welles, fue un sueño inalcanzable para Chaplin, y en los últimos tiempos ha supuesto el naufragio de Terry Gilliam. El cineasta estadounidense Arthur Penn señaló que sólo desde un impulso propiamente quijotesco se entiende la obsesión que la novela ha despertado en tantos directores.

Dentro del ciclo que la Filmoteca Española celebra, en colaboración con la SECC (Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales), dedicado al Quijote, ayer se celebró el primero de los dos coloquios previstos en torno a la relación del cine con la novela. En noviembre se espera que participen en un encuentro como el de ayer el cineasta británico Stephen Frears, el español Manuel Gutiérrez Aragón y el portugués Manoel de Oliveira.

El cine Doré albergó la primera cita en torno a la relación de la novela y la pantalla. Moderados por el periodista Javier Rioyo, participaron Jesús Franco, que en 1992 se encargó de montar el material disperso y extensísimo que Orson Welles rodó en México para construir su gigantesco proyecto del Quijote; Alfonso Ungría, que en los años ochenta dirigió una serie de televisión sobre Cervantes; la cervantista y profesora de Harvard Mary Gaylord y dos lectores apasionados de la obra: el cineasta estadounidense Arthur Penn y el escritor y premio Nobel José Saramago.

Saramago y Penn coincidieron en la imposibilidad de convertir en imágenes la obra. "La escritura cinematográfica", dijo Penn, "se basa en el lenguaje coloquial, en el diálogo, y es por naturaleza una escritura de baja intensidad. Enfrentarse a la palabra del Quijote, al menos para mí, sería sencillamente aterrador". El director de Bonnie and Clyde o La jauría humana recordó que leyó de niño una versión reducida del clásico y que ha sido años después, siendo adulto, cuando ha leído la versión completa. "En realidad, mi contacto con el Quijote nace, como le ocurre a tantos anglosajones, desde la lectura de nuestros autores clásicos. Yo soy un amante absoluto del Tristam Shandy, de Lawrence Stern, y es desde esta obra desde donde nace mi primer contacto real con el Quijote".

Fue Jesús Franco el que relató una experiencia más cercana, la de Orson Wells, a quien conoció y con quien trabajó en Madrid. "Hablé muchas veces con Orson sobre el Quijote y por eso creo que puedo hablar de lo que él tenía en la cabeza. Su Quijote empezó siendo una serie para la BBC, pero pronto decidió que quería llevarlo más allá, que era demasiado grande. Ningún productor, sin embargo, creía en el proyecto. Wells trabajó en muchas películas de mierda, haciendo papeles mediocres sólo para financiar su Quijote. Ganaba algo de dinero, reunía al equipo y rodaba unos metros más. En cada secuencia que rodó se ve su grandeza, su capacidad para crear espacios de la nada". Jesús Franco añadió sobre el proyecto que se prolongó durante más de 25 años: "Yo creo que en el fondo Wells no quería terminar el Quijote. Él se enamoró de la obra porque en ella vio reflejada su propia dualidad: la de Don Quijote y la de Sancho Panza. Wells tenía la demencia, la locura y la imaginación de Don Quoijote pero a la vez era un buen comilón y dormilón, como Sancho. Él, que era muy quijotesco, encontró en aquella obra la respuesta a su propia dualidad".

El director de Ciudadano Kane jamás culminó su viaje eterno alrededor de la obra de Cervantes. Pero existen otros de 70 intentos de abordar el Quijote desde la ficción cinematográfica, más de 20 intentos dentro del cine de animación y más de una treintena de películas sobre la novela cercanas al documental. Bajo la piel de Don Quijote han estado actores como Fernando Fernán-Gómez, Rex Harrison, Fernando Rey, Peter O'Toole (en la versión en la que Sofía Loren hacía de Dulcinea), Juan Luis Galiardo, Jean Rochefort (frustrado Quijote de Terry Gilliam, que había elegido a Johnny Deep para interpretar a Sancho Panza) o Francisco Reiguera, el actor elegido por Wells para dar vida a su hidalgo caballero.

"¿Qué puede hacer un guionista o un adaptador con esas palabras?", se preguntó ayer José Saramago, convencido de la dificultad de tratar de trasladar la obra a la pantalla. "Quizá se puede contar una u otra aventura, pero ¿dónde se quedan las palabras?".

Arthur Penn, a la izquierda, y José Saramago, ayer en la Filmoteca de Madrid.
Arthur Penn, a la izquierda, y José Saramago, ayer en la Filmoteca de Madrid.BERNARDO PÉREZ
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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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