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Columna
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El Madrid elige un penoso victimismo

Santiago Segurola

El Madrid ha emprendido el camino del victimismo para afrontar el último trecho del campeonato. Desde el club se ha deslizado la idea de una persecución arbitral que pretende apartar al Madrid de la lucha por el título. No son comentarios gratuitos en el fragor de la competición. En la página web del club se apuntaba el domingo a algo parecido a una conspiración. En el título se leía: "Indignante actuación del árbitro de Villar y Sánchez Arminio", en referencia al presidente de la Federación Española de Fútbol y al jefe de los árbitros. Más adelante se decía que "en el seno del club se piensa que para todo hay y existe un límite". La postura del Madrid no es nada novedosa en el fútbol español. El Barça de Núñez y Gaspart, el Atlético de Gil y el Valencia de Ortí se distinguieron en los últimos años por airear supuestas confabulaciones del mismo pelaje, casi todas con el mismo presunto beneficiario: el Real Madrid. Hace tres temporadas, el presidente del Valencia animó a los aficionados a que se desentendieran de la Liga porque todo estaba amañado en favor del Madrid. Como ocurre ahora, el Valencia esgrimió unas cuestionables decisiones arbitrales para proclamar un fraude inexistente. Resulta que el Valencia ganó el campeonato y nadie habló más de la famosa trama.

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Es interesante observar cómo reaccionó el Madrid frente a aquella denuncia del Valencia y cómo reacciona ahora, casi dos años después de ganar su último título. Entonces se consideró en el Madrid que la estrategia del Valencia obedecía a los complejos de un club histérico y acomplejado, un club pequeño empeñado en generar un clima paranoico para agitar a su hinchada, presionar a los árbitros y, llegado el caso, justificar la derrota en el campeonato. En aquella época, Florentino Pérez proclamaba que una de sus prioridades como presidente era normalizar el fútbol español y privarlo del habitual espectáculo de sospechas y tensiones. En su idea de devolver al Madrid a la grandeza no figuraba la tentación de compartir el barro con los campeones del victimismo y la bronca. Hacía bien. Florentino Pérez, viejo aficionado madridista, sabía del daño que había sufrido el Barcelona durante décadas por flagelarse y buscarse alambicadas excusas para perder.

Ahora el Madrid se ha incorporado como uno más al coro de las quejas. Predica un memorial de agravios arbitrales para actuar como el Valencia hace tres temporadas: agitar, presionar y buscarse una coartada para el fracaso. Es cierto que el Madrid ha sido perjudicado en algunos partidos. Y beneficiado en otros. Como todos. No hay equipo sin agravios arbitrales, ni equipo sin algún cadáver en el armario. La cuestión es que el Madrid ha descendido al lodazal que decía evitar, con todo lo que significa. En primer lugar para los árbitros, a cuya incompetencia casi general se añadirá ahora el efecto de una presión difícilmente soportable.

El victimismo siempre es malo, pero en unos clubes más que en otros. Como sucedió en el Barça anterior a Cruyff, el Madrid corre con su estrategia el riesgo de instalar un pésimo mensaje entre los jugadores. Desviar la atención de lo futbolístico a lo extrafutbolístico tiene mucho de cultura derrotista. Los jugadores, siempre rápidos para buscarse coartadas, suelen encontrar en este ambiente la excusa perfecta para trasladar responsabilidades hacia otra parte. Pero la principal perversión de la estrategia victimista es el desenfoque de la realidad. Es incierto que el Madrid deba sus actuales dificultades, sus dos años de sequía, a conspiraciones ajenas. El Madrid actual es producto de sus propias contradicciones, de las decisiones de un club que ha cambiado tres veces de entrenador en la temporada y otras tantas de director deportivo; de un equipo que pasó un calvario para clasificarse para los octavos de final de la Liga de Campeones y que cayó sin ninguna gloria frente a la Juve; de unas estrellas que, salvo Casillas, han ofrecido sus peores números en el Madrid; de una plantilla desestructurada que anuncia signos galopantes de declive. De un club que prefiere despegarse de la realidad antes que afrontarla. De un club, en definitiva, que ha decidido imitar las peores costumbres de los llorones que tanto desagradaban al Real Madrid.

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