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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Palabra de Adams

Es difícil no ver una buena dosis de oportunismo en el llamamiento de Gerry Adams para que el IRA abandone la violencia y busque por medios democráticos la reunificación irlandesa. El recado del líder del Sinn Fein, brazo político de la banda terrorista, coincide con el comienzo de la campaña electoral británica, precisamente el mismo día en que las hermanas del camionero católico asesinado en enero por matones del IRA llevaban el caso al Parlamento Europeo, y se produce con el telón de fondo de una intensa presión internacional contra el partido que Adams encabeza.

Nunca Adams ha estado tan cerca de pedir públicamente la disolución o el desarme del IRA, aunque los más indulgentes piensan que su declaración es una forma de hacerlo por parte de alguien a quien Dublín considera miembro en ejercicio del directorio de la banda. El Ejército Republicano Irlandés se dio ayer oficialmente por enterado y anunció una respuesta en su momento. Pero el tono cauteloso con que los gobiernos británico e irlandés han acogido el llamamiento explicita tanto su escarmiento con reiteradas e incumplidas afirmaciones o promesas de los republicanos como su intención de atenerse a los hechos, no a las palabras.

La imagen del IRA y sus políticos se deteriora. El mensaje de Adams tiene mucho que ver con la respuesta electoral que vaya a obtener el Sinn Fein, el mayor partido nacionalista de Irlanda del Norte, en los comicios legislativos británicos de mayo, en cuyo Parlamento tiene cuatro diputados. Si hasta diciembre pasado las negociaciones para devolver la suspendida autonomía al Ulster discurrían aceptablemente, dos acciones del IRA han desplomado desde entonces su credibilidad. Una, el robo de casi 40 millones de euros de un banco norirlandés. La otra, y fundamental, el sañudo asesinato ante numerosos testigos del camionero católico Robert McCartney. La incansable y eficaz campaña de sus hermanas para romper la conspiración de silencio que envuelve al crimen -casi dos meses y medio después no hay un solo testigo de cargo- ha llevado a la banda al asombroso ejercicio mafioso de ofrecerse a la familia de McCartney para castigar por sí misma a sus verdugos.

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Además de este descrédito interno, Adams necesita combatir otro, de dimensión internacional y repercusiones financieras. Por primera vez en muchos años, el jefe del Sinn Fein ha sido desdeñado como huésped de la Casa Blanca en la festividad de San Patricio, a la que sí fueron invitadas las hermanas del camionero asesinado. Incluso algunos de sus tradicionales interlocutores en EE UU, como el senador Kennedy, le han negado esta vez una entrevista. Hechos tanto más inquietantes para el Sinn Fein por cuanto se producen en un país que ha sido una hucha tradicional del republicanismo irlandés.

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