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Crítica:FERIA DE ABRIL
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El Cid, otra vez por la puerta del Príncipe

Antonio Lorca

Con toda seguridad, esta crónica parecerá exagerada. Y lo será, sin duda, porque es un puro sentimiento después de presenciar en la Maestranza uno de los momentos soñados por cualquier aficionado: el toreo puro, el toreo eterno, el arte de la tauromaquia en plenitud.

Los autores, un torero apodado El Cid y un toro de Victorino, blando, pero de encastada nobleza, que se fundieron en una perfecta simbiosis de armonía.

No es posible contar lo vivido. Porque no se puede contar la belleza. Hay que verla, deleitarse y extasiarse con ella, y permitir que surja a borbotones la más honda de las emociones.

Es muy difícil torear al natural mejor que como lo hizo ayer El Cid a su primer toro; es difícil encontrarse con un toro bravo y noble, de larga embestida, fijo y encelado en la muleta. Y así, de la mano de un consumado artista y de un toro encastado, nacieron las más bellas pinceladas que pueda producir la imaginación del aficionado más exigente.

Martín / Uceda, El Cid, Vilches

Toros de Victorino Martín, muy bien presentados, de preciosa lámina, astifinos, blandos y encastados. Muy noble el 2º y dificultosos los demás. Uceda Leal: estocada (silencio); estocada trasera (algunos pitos). El Cid: estocada (dos orejas); bajonazo (oreja). Luis Vilches: dos pinchazos y media baja (ovación); media estocada atravesada, un pinchazo -aviso-, dos descabellos, otro pinchazo y un descabello (silencio). Plaza de la Maestranza, 7 de abril. 7ª corrida de feria. Lleno.

Comenzó El Cid con la mano derecha en dos tandas cálidas, pero de escasa hondura. Se pasó la franela a la zurda, y, poco a poco, con parsimonia, fue surgiendo la inspiración en una tanda de naturales de excelente belleza, única, profunda, lentísima. El delirio, la conmoción absoluta llegó en la segunda, el animal embebido, la plaza en pie, y los naturales interminables, perfectamente ligados con el de pecho verdadero. Y aún hubo una tercera, mejor quizá -los ojos ya no ven, sólo atisban, emocionados-, de toreo excelso, solemne, majestuoso.

Cuando El Cid se fue a por la espada, la Maestranza estaba conmocionada ante la plenitud del toreo artista. Y las gargantas explotaron cuando el torero cobró una estocada hasta la bola y el toro, extraordinario colaborador, cayó sin puntilla.

Volvió el torero a las andadas en el quinto, un toro de menos recorrido, al que metió en la muleta con mimo y una técnica perfecta. Lo pasó en redondos con templanza y mando. Se vio en dificultades hasta que decidió cruzarse, y lo toreó por naturales con hondura. Mató de un feo bajonazo, y la faena no tuvo la profundidad de la anterior, pero toda su labor confirmó que El Cid ha devuelto la alegría a esta fiesta; que es un privilegiado que ayer consiguió un triunfo histórico al abrir por segunda vez en esta feria la deseada puerta del Príncipe.

Honor y gloria también para el ganadero. Envió una corrida preciosa, astifina, que cumplió sobradamente en el caballo y tuvo un comportamiento encastado, con las dificultades propias de ese hierro. Pero triunfó, una vez más, Victorino Martín.

Uceda Leal y Luis Vilches quedaron ensombrecidos por el sol deslumbrante de su compañero de terna. Al madrileño le faltó decisión para dar el paso definitivo ante dos toros que no le ofrecieron facilidades, ante los que pareció afligirse. Lanceó muy bien a la verónica a su segundo y recetó una magnífica estocada al otro. Dos naturales, dos redondos, uno de pecho, toreo aislado, en fin, sin continuidad...

Y Vilches, muy valiente y seguro, demostró que quiere ser torero de verdad. Aguantó miradas que valen un mundo, trazó una extraordinaria tanda de naturales a su primero y se jugó el tipo en el otro.

El público se agolpó en el paseo de Colón para contemplar a un héroe, a un artista sevillano.

¿Una crónica exagerada? Quizá, pero así es la emoción que produce la belleza...

El Cid sale a hombros por la puerta del Príncipe tras cortar tres orejas.
El Cid sale a hombros por la puerta del Príncipe tras cortar tres orejas.GARCÍA CORDERO
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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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