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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Gran narrativa rebelde

Amador Fernández-Savater

A todos los que recomiendan, o desean secretamente, el "enfriamiento general de las pasiones políticas" como remedio para los males de la democracia, Multitud les provocará seguramente un trágico soponcio. Porque está escrito desde la convicción contraria: sólo la intensificación de una épica colectiva puede retomar el proyecto democrático incompleto en un contexto de globalización armada y reacción identitaria. Ciertamente, oponer el posmodernismo a la resurgencia fundamentalista es como escupir al viento, pues el vacío de significaciones del capitalismo produce directamente el "lleno" de los integrismos religiosos, étnicos o racistas.

Sacudiendo el pensamiento débil, Negri y Hardt han escrito la segunda parte de la "gran narrativa" que comenzaron con Imperio, donde describían la constitución en ciernes de una nueva forma de soberanía más allá del Estado-nación, adecuada a la naturaleza global del mercado capitalista. En un ejercicio admirable de claridad y sencillez, con mil referencias (literarias, filosóficas, científicas) que reclaman la atención de un público muy diverso, reconstruyendo una vibrante "genealogía de las resistencias" que da densidad y espesor a su relato, Multitud plantea las potencias y los desafíos de la apuesta por una democracia absoluta de las redes sociales en el paisaje irreversible de la globalización. Hoy, el capitalismo global explota fundamentalmente "lo común" (nuestra imaginación, facultad de lenguaje, capacidad de innovación, de cooperación): la "multitud" es un sinónimo exacto de ese (pro)común. Toda producción es colectiva, pero sólo unos pocos la controlan y se benefician de ella. La teoría económica dominante capta únicamente la naturaleza de la multitud bajo el pobre concepto de "externalidades positivas": lo que las empresas aprovechan, pero no producen ni pagan. La multitud (singular y plural) crea día a día el mundo y por ello es potencialmente autónoma del capital (que ya sólo es una figura del parasitaje y la fuerza bruta). Por el contrario, el capital depende de la multitud y no puede desencadenar una guerra total contra su creatividad instituyente, porque se arriesgaría a entrar en una espiral de autodestrucción: imaginemos qué sería de la economía estadounidense si Bush gobernase estrictamente de acuerdo al mensaje fundamentalista que predica.

MULTITUD. Guerra y democracia en la era del imperio

Antonio Negri y Michael Hardt

Traducción de Juan

Antonio Bravo

Debate. Madrid, 2004

460 páginas. 21 euros

Negri y Hardt designan a la multitud como "los pobres" en una poderosa imagen: excluidos de la riqueza (renta, derechos), pero absolutamente incluidos en los circuitos de la producción social. Así, invierten la nefasta tendencia a considerar que el problema hoy ya no es la explotación (pues "ni siquiera hay trabajo"), sino la exclusión, un concepto débil que conlleva afectos apolíticos de compasión por la "víctima" a la que se trata de "asistir". El capital explota a los pobres (expropia los saberes de los campesinos, se aprovecha de la movilidad de los migrantes, instrumentaliza las formas culturales que crean desde abajo los negros afroamericanos) y ellos tienen la potencia activa y afirmativa suficiente para autoorganizarse.

De hecho, la multitud no sólo protesta, sino que también ejerce directamente sus derechos negados (ocupaciones de tierras, de casas) e inventa instituciones para defender las "tierras comunales" (también del conocimiento), como por ejemplo son las licencias copyleft que protegen el procomún permitiendo que se compartan las creaciones: un ejemplo radicalmente contrario es el copyright de esta edición de Multitud, que pretende restringir incluso ¡el préstamo público! En esas experimentaciones, tan parciales e incompletas como se quiera, están las únicas semillas posibles de una democracia global.

Prácticamente cada frase del libro merece una discusión. Si no se quiere congelar la potencia evocativa y descriptiva de Multitud en un ridículo fetiche, ahora es preciso seguir narrando, investigando, sumergidos siempre en el barro común de las luchas sólo a partir del cual se puede modelar una ciudadanía activa y universal.

Un grupo de pobres, junto a un vertedero de Pnom-Pen (Camboya).
Un grupo de pobres, junto a un vertedero de Pnom-Pen (Camboya).REUTERS

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