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Reportaje:

La mujer marroquí no logra aún la igualdad

Las feministas se quejan de la deficiente aplicación del nuevo código de la familia en Marruecos

En Marraquech, un juez concedió recientemente una autorización para que una adolescente de 13 años -la mayoría de edad se alcanza a los 18- contrajese matrimonio porque, argumentó, aparentaba más que su edad. En Errachidia, otro magistrado permitió a un hombre casarse con una segunda mujer porque el aspirante a polígamo explicó que la primera se había hecho mayor.

"¡Como si él mismo no hubiese envejecido!", afirma iracunda Fuzia Assuli, la presidenta de la Liga Democrática de los Derechos de la Mujer, una de las numerosas asociaciones de feministas marroquíes. A Assuli estos relatos de juicios que llegan hasta sus oídos la indignan.

Hace ahora un año entró en vigor la nueva mudawana, el código de familia. Impulsado por el rey Mohamed VI, que instó al Parlamento en octubre de 2003 a aprobarla rápidamente, el objetivo era "acabar con la iniquidad que pesa sobre la mujer".

El nuevo código de familia ha provocado una caída en picado del número de divorcios
Un 18% de las mujeres contrajo matrimonio sin estar acompañada por un tutor varón

El 9 de febrero del año pasado, Marruecos poseía una legislación que casi equiparaba, jurídicamente, a ambos sexos. Sólo es comparable, en el mundo árabe, a la vigente en Túnez y a la que rige en Líbano para las mujeres cristianas.

La iniciativa es una de tantas de las que ha tomado Mohamed VI para promocionar a la mujer. El monarca impuso, por ejemplo, un cupo de mujeres (9% de los escaños) en el Parlamento y, durante el ramadán (mes de ayuno islámico) de 2003, encargó a una jurista, Rajaa Naji Mekaui, que pronunciase el sermón en una mezquita ante un grupo de altos dignatarios entre los que él mismo figuraba. Es probable que la nueva ley de partidos, ahora en preparación, reserve a las mujeres un porcentaje de los cargos en los órganos de dirección.

Un año después de la promulgación del nuevo estatuto de la mujer, el titular de Justicia, Mohamed Buzubaa, ha hecho, según sus palabras, "un balance positivo que incita a ser optimista".

Primero, explicó el ministro durante un seminario recién celebrado en el Instituto Superior de la Magistratura, en contra de lo que vaticinaban algunos islamistas, el número de bodas en Marruecos se ha mantenido estable porque los hombres no temen contraer matrimonio pese a que el marco jurídico les resulta menos favorable.

Después, el número de divorcios ha caído en picado, de 37.548 en 2003 a 10.449 en 2004. "Claro", señala Fuzia Assuli, "los hombres no pueden ya repudiar a sus esposas como antes; el juez debe intentar llevar a cabo una labor de conciliación antes de disolver el matrimonio y, si ésta fracasa, establece una pensión alimenticia que el marido se compromete a pagar si quiere obtenerlo".

"Todo esto disuade a muchos", asegura Asuli, coincidiendo, por una vez, con el ministro. "Un gran número de solicitantes del divorcio dan marcha atrás", según Buzubaa, "durante el periodo" de seis meses en el que el juez desarrolla su mediación.

Más positivo aún, los llamados divorcios al khola han disminuido en un 75%. Hasta 2003, a una de cada cuatro mujeres no le quedaba más remedio que recurrir a esta fórmula, en la que renuncia a todos sus derechos, empezando por la pensión alimenticia y la custodia de los hijos, para poder separarse de un marido que se negaba a concederle el divorcio.

"La modalidad de al khola -unos 2.500 casos en 2004- hubiese desaparecido prácticamente si jueces y abogados se preocupasen de explicar a las mujeres que optaban por esa vía que ahora existen otros cauces legales, menos perjudiciales para sus intereses, para perder de vista a sus cónyuges", sostiene Asuli.

Otros datos alentadores son, según el titular de Justicia, la reducción en 2004 en un 10% -186 casos- de las autorizaciones concedidas para practicar la poligamia, así como la introducción de capitulaciones matrimoniales que hicieron 218 parejas.

El nuevo código de la familia permite a la mujer adulta contraer matrimonio sin estar acompañada de un tutor varón, en general su padre o un hermano. El año pasado, el 18% de las jóvenes que acudieron ante los aduls, notarios islámicos que dan fe del matrimonio, prescindieron de esta figura. "Acaso hubiesen sido más numerosas si algunos aduls no siguiesen exigiendo la presencia de un tutor, lo que es contrario a la ley", recalca Asuli.

Todas las organizaciones feministas reconocen que la nueva legislación "supone un gran paso hacia adelante", pero se declaran decepcionadas por sus modalidades de puesta en práctica. "No son homogéneas", señala Asuli. "Varían de una región a otra, de un tribunal a otro y es en las zonas rurales o en lugares aislados donde peor se aplican", añade.

Esta disparidad se debe, entre otras razones, al amplio margen de interpretación que la ley otorga al juez. A propósito de la poligamia, "el código no precisa, por ejemplo, los casos en los que al marido le debe ser denegada la autorización y deja así la puerta abierta a la apreciación del juez, lo que constituye un gran riesgo porque es de sobra conocido el grado de conservadurismo de nuestra magistratura", se lamenta Leila Rahiwi, coordinadora de Primavera de Igualdad, la red que reagrupa a las principales asociaciones feministas. En Rabat, el 84% de las solicitudes de poligamia fueron aceptadas.

"Esos jueces necesitan además una formación específica y más medios", agrega Asuli. "Y no estaría de más que se feminizase un poco la profesión de magistrado", agrega. "Los fiscales tampoco ayudan mucho porque se cruzan de brazos cuando deberían velar por defender a los más débiles".

El ministro replicó en su intervención que 320 magistrados habían recibido una formación específica antes de hacerse cargo de los juzgados de familia y que una guía explicativa había sido distribuida a otros muchos.

Las asociaciones feministas también han repartido sus guías, pero en un país en el que más del 60% de las mujeres son analfabetas no basta con estas iniciativas. "Para que la reforma sea divulgada es necesario que los medios audiovisuales, radio y televisión, se vuelquen en darla a conocer", sostiene Rahiwi.

Mujeres en una calle de Casablanca.
Mujeres en una calle de Casablanca.KARIM SELMAOUI

Las niñas ayudan en la cocina y los niños ordenan la biblioteca

"En todas las fotografías en las que aparecen niñas en escenas de la vida cotidiana, éstas llevan velo pese a que su edad no rebasa los seis años. ¿Se quiere así hacer comprender a nuestras hijas que, para ser buenas musulmanas, deben parecerse a los personajes de sus manuales escolares?".

Latifa el Amrani, una madre de familia de Casablanca, hizo esta pregunta, el pasado otoño, en una carta abierta dirigida a Habib el Malki, socialista, titular de Educación marroquí, y máximo responsable de la homologación de los libros escolares.

Junto con la abundancia de hijabs (velos islámicos), Amrani recopilaba en su misiva otros síndromes machistas que salpicaban los manuales de sus hijos de 5 y 8 años. La tarea de Meriem, una niña que aparece con frecuencia en los libros, consiste en "ayudar a su madre en la cocina", mientras que su hermano Usama se encarga, junto con su padre, de poner orden en los libros de la biblioteca.

El Malki no hizo mucho caso a la protesta de esta madre de familia de Casablanca que le pidió que retirase esos manuales de las aulas. Una prestigiosa asociación, la Organización Marroquí de Defensa de los Derechos Humanos (OMDH), vinculada al mismo partido socialista que el ministro, retomó, sin embargo, el testigo.

La OMDH hizo un estudio sobre los 21 libros que, en el curso escolar 2003-2004 más utilizaron los niños de entre 6 y 12 años. Y, a principios del invierno, llegó a la conclusión de que las observaciones de Amrani eran ciertas en todos los libros, sobre todo en los de religión, que están impregnados de machismo e intolerancia.

La organización denuncia que toda esa literatura no refleje el compromiso, cada vez más acentuado, del Estado marroquí con los derechos humanos. "De nada sirve mejorar jurídicamente la situación de la mujer si a los niños se les da una educación que perpetúa los valores más conservadores", comenta un miembro de la OMDH.

Argelia acumula un retraso pese a las promesas de su presidente

El doctor Yahiaoui, psiquiatra del hospital Universitario de Tizi Uzu (Cabilia), ha constatado que buena parte de los suicidas en su demarcación son mujeres. Estudió de cerca diez casos de personas que intentaron quitarse la vida, todas ellas de entre 18 y 25 años, y llegó a la conclusión que sus motivaciones eran similares.

"Son mujeres que buscan autonomía con relación a su familia, que es muy conservadora", explicó Yahiaoui en su intervención, la semana pasada, en un seminario celebrado en El Harrach sobre el suicidio. "Han intentado poner fin a su vida ante la negativa de su familia a permitir que sigan estudiando en la universidad porque preferían que se casasen cuanto antes".

No es seguro que un nuevo código de la familia argelina les hubiese hecho renunciar a su macabro proyecto, pero, por lo menos, les hubiese proporcionado más resquicios para librarse de la presión ambiental.

En un informe publicado en enero, Amnistía Internacional recalca que el estatuto de la mujer en Argelia propicia el maltrato en el hogar y legitima la discriminación que padece.

Pese a haber sido durante años una avanzadilla del progresismo tercermundista, Argelia es el país del Magreb en el que la situación jurídica de la mujer es peor. Las tunecinas son, desde los años cincuenta, las menos discriminadas frente a los hombres y, desde febrero de 2004, las marroquíes siguen su senda.

La puesta al día del código de familia fue uno de los temas de la campaña electoral, en abril, del presidente Abdelaziz Buteflika. Desde entonces ha vuelto a declarar que la revisión de la situación de la mujer es "imperativa".

Una comisión nombrada por Buteflika propuso, en septiembre, enmendar la legislación vigente sobre la familia, que se remonta a 1984; el ministro de Justicia, Tayeb Belaiz, dio algunas indicaciones sobre la orientación del proyecto, pero éste no acaba de ser remitido al Parlamento.

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