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Reportaje:55º FESTIVAL DE BERLÍN | PANTALLA INTERNACIONAL

Raoul Peck revisita Ruanda, y Sokurov, la derrota de Hirohito

Jacques Audiard cuenta una turbadora historia de violencia y de música

Es éste un festival evidentemente interesado por temas políticos. Tras la película debate sobre la lucha palestina, la revisión del último Mitterrand, los juicios sumarísimos del nazismo, las matanzas de Ruanda y los campos de concentración nazis, han llegado dos películas políticas más. Una de ellas, Algunas veces en abril, es una nueva aportación a la denuncia de la masacre de tutsis en la Ruanda de 1994, contada por el haitiano Raoul Peck, que obtuvo hace cinco años un gran éxito con su película sobre Lumumba.

La visión de Peck no es distinta a la que hace unos días nos ofreció Terry George en Hotel Ruanda, aunque sí más modesta en producción y en contenidos, quizás prevista para la televisión. Quien da primero da dos veces, y Sometimes in april (título que hace referencia al mes en que comenzó la matanza) ha dado la impresión de algo ya visto, aunque no por ello carezca de interés. Peck hace hincapié en la importancia de las arengas radiofónicas que exaltaron a los hutus a asesinar a sus compatriotas tutsis. Precisamente uno de los personajes principales es una de las estrellas de aquella radio asesina.

Por su parte, El sol, del siempre polémico director ruso Aleksandr Sokurov, culmina en esta película su trilogía sobre personajes políticos, narrando los últimos momentos del derrotado emperador Hirohito (Hitler y Lenin fueron los motivos precedentes). Sokurov tiene un estilo incorruptible, especial para paladares avisados. Su ceremonial parsimonia en la descripción de detalles (Hirohito contemplando un álbum de fotos familiares y otro de estrellas de Hollywood), su afán por mantener largos silencios (el emperador escondido en un búnker), y en esta película, una fotografía de luz mortecina que casi no deja ver las largas conversaciones del emperador con el general McArthur que forman el núcleo de la película.

El francés Jacques Audiard cambió el signo del programa con un título de halo poético, De latir, se ha parado mi corazón, como lo tiene la propia película, aunque se sitúe en ambientes duros y algo sórdidos. Un hombre de 28 años (Romain Duris) se dedica a cobrar por métodos violentos deudas ajenas y también a oscuros negocios inmobiliarios. Continúa así la ocupación de su padre, a quien ama, detesta y admira. Un encuentro casual hace que renazca en él su vieja vocación de concertista de piano, y toma clases con una joven china (Aure Atika), que sólo se expresa en su propio idioma, por lo que deben entenderse exclusivamente a través de la música. El pasado del joven, sin embargo, le pedirá cuentas atrasadas de las que no podrá zafarse. El último plano del filme muestra sus manos golpeadas y ensangrentadas mientras parecen tocar el piano... Película bien realizada, de narrativa nerviosa y llena de recovecos, que mantiene en vilo al espectador (hubo pocas deserciones y aplauso final). El festival parece estar animándose al final del programa. A la vejez, viruelas.

Romain Duris, a la izquierda, junto al resto de actores de <i>De latir, se ha parado mi corazón,</i> ayer en Berlín.
Romain Duris, a la izquierda, junto al resto de actores de De latir, se ha parado mi corazón, ayer en Berlín.REUTERS
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