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EL DRAMA DEL CARMEL

Sólo unas horas para rescatar objetos de una vida

Clara Blanchar

El de ayer fue día de rescate frenético de objetos en el Carmel. Una retirada que tuvo dos frentes. Primero, el de los vecinos de las tres fincas que están sentenciadas a muerte. Y segundo, el de los afectados de edificios próximos, que temen un efecto dominó en los derribos y se afanan en cargar literalmente con lo que pueden. "Por lo que pueda pasar", dicen asustados.

De los tres edificios que serán derribados, los más perjudicados son las 13 familias del número 6 de Conca de Tremp, excepto los bajos, que no podrán retirar nada. "Igual pueden entrar los bomberos", suspira Laura Alcampel entre sollozos. "Sólo de pensar que tendré que ir a buscar entre escombros me pongo mala".

Hace unos días Alcampel recuperó los dos perros que tenía en casa, pero no hubo manera de llevarse los gatos, de asustados que estaban: "He pedido a los bomberos que abran las ventanas antes de tirar la casa".

Dentro de la desgracia, las 17 familias de los números 6 y 8 del pasaje de Calafell sí pudieron entrar a retirar enseres acompañadas de bomberos. Pero a toda prisa. A primera hora de la tarde decenas de bolsas se amontonaban en la calle. Más tarde se les sumaron electrodomésticos y tresillos. Algo es algo, pero aun así el disgusto es indescriptible.

Juan José Castellanos, del número 6, acababa de finalizar las reformas del piso en las que ha invertido "siete millones de pesetas". "Ya ves, todavía no lo habíamos estrenado. Pusimos parquet, cocina y techos nuevos, y la semana pasada colocaron las ventanas. Ahora está todo lleno de grietas", explicaba desconcertado.

En cualquiera de los controles policiales del perímetro hubo ayer más impaciencia que en otras jornadas. "Yo, yo, ¡me toca a mí!", gritaban los vecinos mostrando sus DNI. Al otro lado del cordón, los vecinos arrastaban maletas y cargaban bolsas.

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"He cogido la escritura, los papeles del seguro y fotos, por si acaso acaban tirando toda la manzana", señalaba Montserrat, vecina del 8 de Conca de Tremp. Javier Sotillos y su mujer, del 9-11 del pasaje de Calafell vaciaron los cajones de ropa en bolsas grandes de basura y las cargaron sobre el cochecito de su hija de 10 meses.

Por primera vez desde el día del hundimiento, ayer podían verse agentes de policía apurados ante la insistencia de los vecinos que querían ir a casa a por sus enseres. "Ya lo sé, señora, pero es que está colapsado, ahora no puede pasar nadie", le explicaba a Aurora, una vecina hecha un mar de lágrimas que quería hacer dos viajes y rogaba para que la dejaran pasar.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.
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