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EL ENREDO
Columna
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La huelga de las abuelas

(AGENCIAS) La huelga de abuelas, en su sexto día consecutivo, amenaza con sembrar el caos en el país, y puede derivar en crisis política. El ministro de Trabajo prendió la mecha con un comentario desafortunado: "Si las abuelas no regresan pronto a sus ocupaciones habituales, cuidando nietos o ancianos dependientes, muchas mujeres deberán dejar de trabajar". Se armó la marimorena. "¿Y por qué mujeres y no hombres?", replicó la vicepresidenta del Gobierno, recogiendo la indignación feminista. Sin embargo, el ministro no hablaba gratuitamente: el 86% de los permisos laborales solicitados desde que comenzó la huelga de abuelas corresponde a mujeres. "Puede que sea así", admitió la vicepresidenta, "pero la labor de un político es cambiar la realidad, no describirla". El ministro de Trabajo contrarreplicó: "Para cambiar la realidad hay que empezar por admitirla como es". El Presidente dio la razón a los dos, según costumbre.

Las asociaciones de mujeres no han podido emitir un comunicado porque todas sus integrantes están saturadas de trabajo

En el desconcierto, las fuerzas políticas aplican respuestas de manual. El PP cree que "ahora se ve la importancia de la familia tradicional". En IU se opina que "precisamente ahora se ve que la ausencia de servicios públicos fuertes perjudica a las familias más débiles, desfavorecidas, progresistas, modernas y sostenibles".

-¡¿Dónde está tu madre?!

-¡¿No dices siempre que no la aguantas?!

Este diálogo crispado se repite en los hogares de nuestro país, al margen de disputas ideológicas. La Federación de Maridos Progresistas emitió ayer un comunicado: "Constatamos nuestra voluntad de compartir la sobrecarga de trabajo doméstico, pero para que ello sea posible precisamos otra estructura social, y luchamos por ella desde nuestros empleos. Por tanto, si mermáramos nuestra dedicación laboral, estaríamos echando piedras en el tejado de la casa que pretendemos construir. Y todo, además, por el capricho de la abuela de las narices. ¡Anda y que la den morcilla!". La conservadora MPQ (Maridos por la Pata Quebrada) no oculta su satisfacción: "Aquellos que quisieron imponernos la liberación de la mujer desde los polvos del dogma progresista recogen ahora el lodo de una auténtica rebelión social". Las asociaciones de mujeres no han podido emitir todavía un comunicado porque todas sus integrantes están saturadas de trabajo. Abuelos voluntarios hacen suplencias, y el Gobierno ha sopesado su movilización obligatoria. Finalmente se ha descartado. No se puede tener en contra a toda la tercera edad, seis millones de votos.

A pesar del notable aumento de consultas psiquiátricas, la ministra de Sanidad niega que pueda hablarse de epidemia: "Se trata únicamente de yernos y nueras desorientados, que echan de menos frases como 'te lo dije', 'mejor me callo' o 'eres como tu padre".

La economía nacional ya empieza a resentirse: según el vicepresidente económico, hemos perdido tres puestos en el Competitivity Ranking Tururú, y lo peor es que ya nadie recuerda qué reivindicaban las abuelas cuando comenzó la huelga. Ni ellas lo recuerdan, y además parece que les importa un bledo. Se las ve en los parques, en los cines, tomando el fresco o el sol, y, salvo excepciones, no muestran ansiedad. Es posible que su reivindicación inicial fuera la jubilación. Pinta que el conflicto va para largo.

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