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Reportaje:

Un colegio para aprender a mirar

En Madrid hay seis escuelas específicas de niños con autismo, todas de iniciativa privada

Soledad Alcaide

En las clases del colegio Aleph no hay pizarras. En su lugar hay unas bandas de cinta velcro, en las que se cuelgan imágenes, que indican a los niños qué es lo que hay que hacer en cada momento y a las que denominan pictogramas. Cuando es la hora de ir al patio, se saca un dibujo que muestra un columpio. Antes de salir, los niños de la clase observan la imagen y la profesora les explica con palabras sencillas lo que van a hacer.

En las clases de este colegio no hay temario. Los niños que van a esta escuela, que son todavía pequeños, aprenden actividades básicas como atarse los zapatos, vestirse, lavarse, hacerse la merienda... Pero, sobre todo, deben aprender a reconocerse, y también a sus compañeros, en fotografías. Ésta es una lección muy importante, porque los niños que admite el colegio Aleph apenas miran y, por tanto, no se relacionan con su entorno y es difícil que aprendan por sí solos.

Muy pocos tienen la capacidad para vivir con autonomía y la mayoría necesita ayuda
Con los pictogramas y gracias al apoyo de la logopeda aprenden a comunicarse

A través de los pictogramas, y gracias al apoyo de la logopeda, aprenden a comunicarse. Desde fuera apenas se percibe, pero si uno pasa un rato en una de sus clases es sorprendente la cantidad de cosas que dicen estos pequeños, sin usar las palabras.

En unos minutos el pequeño Yago dice, por ejemplo: "Yo quiero ver la tele, me voy, adiós, quiero comer". Lo ha dicho apenas sin pausas y señalando con un dedo los pictogramas o haciendo el gesto internacional de llevarse las puntas de los dedos a la boca.

El colegio al que va Yago, un chalé en el parque del Conde Orgaz, no es una escuela como las demás, sino que está pensada para unos alumnos especiales. Son los niños con trastorno del desarrollo y espectro autista (TDA), más conocidos como niños autistas, un síndrome que afecta a uno de cada mil pequeños, con más frecuencia entre los varones.

Se trata de niños que padecen un síndrome que altera en diferentes grados su capacidad de comunicarse y hablar, pero también sus habilidades sociales y su imaginación. Esos síntomas suelen ir acompañados de comportamientos anormales, como actividades repetitivas, movimientos de balanceo y de obsesiones insólitas hacia ciertos objetos o acontecimientos. "Tienen dificultad para relacionarse, pero eso no quiere decir que no quieran", afirma Olga Caricol, directora del centro y profesora. "Por supuesto que sienten, pero la dificultad está en expresarse".

El nivel de inteligencia de las personas con autismo varía mucho, pero un 75% presenta una deficiencia mental asociada de diverso grado. Muy pocos tienen la capacidad para vivir con autonomía y la gran mayoría necesita ayuda durante toda la vida.

"Si hay una intervención desde que son pequeños, se les puede enseñar a comunicarse, que es una forma de prevención, porque sin cuidados su situación se agudiza", explica María José Alonso, presidenta de la organización que está detrás de este centro educativo, la Asociación Libre para la Educación Personalizada y Humana de los Transtornos del Desarrollo y Espectro Autista (ALEPH), formada por las familias de 13 niños afectados por el síndrome.

Ella explica que es fundamental que la atención que se preste a los niños sea específica e impartida por profesionales cualificados. "Pero en Madrid hay pocos recursos educativos específicos. Hay un número muy reducido de centros especializados, ninguno de ellos público", afirma. Junto a Aleph, se trata de los colegios Nuevo Horizonte, Pauta, CEPRI, Leo Kanner y Araya. De ellos, sólo tres son concertados.

Esa percepción la confirman desde la organización Confederación Autismo España, que agrupa a diferentes asociaciones de todo el ámbito nacional. "No se están dedicando los recursos suficientes. Si lo fueran, los padres no tendrían que dedicarse a crear asociaciones para hacer frente a su situación".

En la capital existen cuatro centros públicos que atienden a pequeños con trastornos generales del desarrollo (TGD), según la Consejería de Educación. Es decir, aunque hay alumnos con autismo en esos centros, también incluyen otros trastornos como síndrome de Down o retrasos mentales. Están en los distritos de Carabanchel, Latina y Puente de Vallecas.

En el resto de la Comunidad hay 20 centros más para niños con TGD. "Son centros que cuentan con aulas y profesorado específico para el apoyo intensivo de estos niños, y cada clase tiene muy pocos alumnos, nunca más de diez, para que tengan una educación personalizada y con profesores expertos", afirma la portavoz de la consejería.

Alonso asegura que los centros especializados privados que existen son iniciativa de asociaciones. Como la educación del niño autista requiere una ratio muy baja por cada profesor (entre tres y cinco niños) para asegurar la calidad, el coste de estos centros es alto. Pero además, continúa, tienen sus plazas cubiertas y apenas admiten nuevos alumnos. "Como los colegios parten de asociaciones de padres, a medida que sus hijos crecen, los centros se van adecuando a sus necesidades. Se van convirtiendo en talleres, luego en centros de trabajo o residencias, pero apenas se crean nuevas plazas para los más pequeños", afirma Alonso.

Por eso, la asociación ALEPH se plantea mantener el centro de Conde Orgaz siempre volcado en los más pequeños. Y, por tanto, admite a otros alumnos cuyos padres no pertenezcan a la asociación. Su único objetivo es "la educación de calidad, basada en el apoyo de unos profesores competentes y en el respeto a los límites de espacio, y la ratio profesor-alumno", según consta en sus estatutos.

Este colegio abrió sus puertas en septiembre, pues consiguió el concierto de la Comunidad en julio pasado y, de momento, sólo tienen ocupadas cuatro aulas (las que pertenecen al concierto con la Comunidad), aunque tienen capacidad para abrir 20.

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Sobre la firma

Soledad Alcaide
Defensora del Lector. Antes fue jefa de sección de Reportajes y Madrid (2021-2022), de Redes Sociales y Newsletters (2018-2021) y subdirectora de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS (2014-2018). Es licenciada en Derecho por la UAM y tiene un máster de Periodismo UAM-EL PAÍS y otro de Transformación Digital de ISDI Digital Talent. 

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