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El cineasta Carles Balagué repasa en un libro 65 años de cine negro

Entre Scarface, de Howard Hawks, estrenada en 1932, y L. A. Confidential, dirigida por Curtis Hanson en 1997, median 65 años y cientos de películas de un género, el cine negro, que vivió su época dorada hasta la década de 1950, y que luego ha permanecido con joyas indiscutibles como la saga de El padrino, de Francis Ford Coppola; Uno de los nuestros, dirigida por Martin Scorsese, o, más recientemente, Reservoir dogs, ópera prima de Quentin Tarantino, y, del mismo director, Pulp fiction. Carles Balagué, cinéfilo, director de películas como Asunto interno (1995) y La casita blanca (2002), y amante del género, acaba de publicar su canon particular del cine policiaco, que incluye todos estos títulos y algunos más hasta sumar 53.

El libro, Las mejores películas del cine negro (Ediciones JC), fue presentado en Barcelona por el escritor Eduardo Mendoza, cultivador de la novela negra desde su primera obra, La verdad sobre el caso Savolta, en 1975.

Balagué distingue entre los filmes realizados entre la década de 1930 y mediados de la de 1950, con directores como Howard Hawks, Jacques Tourneur, Otto Preminger, Fritz Lang, John Huston u Orson Welles que, según el autor, "pusieron las bases del género, temática y estilísticamente, con la utilización del blanco y negro, ese tratamiento fotográfico tan característico y el uso permanente del contraste de sombras", y los producidos después de esos años.

Moda 'retro'

"En 1956", cuenta Balagué, "se estrenó Atraco perfecto, de Stanley Kubrick, una película que revolucionó el cine negro, con su estructura narrativa apoyada en el flash back, a la que han vuelto numerosos directores, entre ellos el propio Tarantino". Dos años más tarde, recuerda el cineasta, llegó a las pantallas otro título emblemático del género, Sed de mal. En esta película, Orson Welles explora nuevos lenguajes audiovisuales, como la cámara subjetiva o el plano secuencia, para narrar una intriga criminal que sucede en la frontera entre Estados Unidos y México, y donde el director encarna al corrupto detective Hank Quinlan.

Más tarde, en los sesenta y setenta, aparece una serie de filmes que Balagué sitúa en lo que denomina "moda retro". Es el caso de Bonnie and Clyde (Arthur Penn, 1967), Chinatown (Roman Polanski, 1974) y Adiós, muñeca (Dick Richards, 1975). "Son películas en color, con una textura distinta a la del cine negro clásico", dice.

Balagué, que ha escrito el libro con una voluntad informativa y didáctica más que analítica, se ha centrado casi exclusivamente en el cine producido en Hollywood, con dos salvedades: Atlantic city, del director francés Louis Malle, y Érase una vez en América, del italiano Sergio Leone, ambos filmes estrenados en la década de 1980. El primero, precisa, "por el personaje de Lou, encarnado por Burt Lancaster, un ser anacrónico, ilustrativo del género", y el segundo, "porque ofrece una nueva mirada sobre el mundo del gansterismo".

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