_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Héroes

Esta tarde paseo perezosamente por la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión y me detengo en uno de los puestos para abrir un libro al azar. Se trata de una edición machacada y exhausta de Los héroes de Carlyle, en cuya página 31 leo: "la Historia universal, lo realizado por el hombre aquí abajo, es, en el fondo, la historia de los héroes que entre nosotros laboraron". Lo cierto es que la acepción de héroe de Carlyle incluía demasiado mármol y estuco, era difícil de transportar y prefería el museo a la salita de casa; a mí me parece que el héroe es algo mucho más doméstico y viste una indumentaria mucho más discreta de la que pensaba aquel tumultuoso romántico inglés. El héroe se levanta todos los días a las seis de la mañana para dar de comer a una camada de cuatro hijos, el héroe aguanta las filípicas de su jefe sin saltar como un jaguar de la silla de despacho desde la que escucha; el héroe, con perdón, soy yo mismo que esta tarde puedo deambular por el centro de Sevilla después de dejar el coche aceptablemente aparcado. Hace dos o tres días, he leído que el mandamás de urbanismo de nuestra capital ha ordenado a la policía que muestre mayor celo en el castigo a los infractores del reglamento de tráfico, y que sancione sin reparar en bolsillos ni grúas a todo aquel desalmado que se atreva a la doble fila, el rincón indebido, el paso de peatones o la acera. Vivo en la periferia de Sevilla y, hasta que los transportes públicos no rebasen la edad del gateo, debo recurrir al coche para desplazarme al centro; lo más común es que, una vez alcanzado mi objetivo, tenga que pasar una hora suplementaria haciendo turismo por calles laterales o colmando el medio ambiente de dióxido de carbono hasta encontrar una mala esquina donde abandonar mi vehículo. Y para que entiendan por qué soy un héroe, indico sucintamente los obstáculos que debo arrostrar: un vado permanente cada cinco metros de acera, gorrillas que exigen tributo y uno sin suelto, obras del metro que bloquean salidas o fuerzan a emprender direcciones exóticas, obras en los inmuebles que llenan la calzada de cubas con escombros, zona azul. Un amigo mío ha calculado pros y contras y llega a la seria conclusión de que merece la pena amputarse una pierna y poder aprovechar las zonas para minusválidos.

No dudo de que la ley está hecha para todo el mundo y de que las ciudades vivirían mejor en un entorno sin polución y sin esos molestos carapachos de metal que embotellan el asfalto. Pero hasta que las cosas no cambien, existe una media de dos automóviles por hogar en este país nuestro, muchos estamos resignados a tener que usarlos para ir a trabajar o a realizar recados y ya bastante es tener que luchar contra los elementos adversos de las obras por todas partes y de esos aparcacoches con aspecto de zombis que la ley ignora. Señores de la policía: tienen ustedes razón, estacionar sobre un paso de cebra constituye un repugnante delito que lesiona las leyes más elementales de nuestra democracia, pero pregúntenle a sus mandos si tal vez su esfuerzo no estaría mejor invertido en otras tareas más acuciantes, más necesarias. A mí, y perdónenme, me cuesta comprender cómo alguien que ha aparcado en doble fila encuentre una multa en su parabrisas y al mismo tiempo un niño muera en Tablada por haber tenido la mala suerte de interponerse en una carrera ilegal a la que nadie objeta nada.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_