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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Sorpresa

He leído con sorpresa la carta del doctor De la Torre (EL PAÍS, 28 de noviembre) La investigación en España, en la que hace referencia a mi gestión como director del CISA, y entiendo que contiene inexactitudes que podrían generar opiniones distorsionadas no respetuosas con la verdad. Posiblemente la errónea apreciación de este señor provenga del hecho de la distancia, científica y física (neurofarmacólogo en EE UU), o por el cariño que siente por su director de tesis, el actual director del CISA, lo que le hace perder su objetividad.

Durante los nueve años que tuve el honor de dirigir el CISA (1993-mayo de 2002) trabajé con seis directores generales del INIA nombrados por diferentes gobiernos, siendo esta una época muy productiva tanto en el ámbito científico como en el del reconocimiento nacional e internacional. En esos años se realizaban una media anual de 26 proyectos de investigación, 10 convenios, 25 publicaciones científicas, 19 de transferencia, etcétera. Fuimos reconocidos como centro internacional de referencia de la OIE, la UE, la FAO, gran instalación científica europea, etcétera (ver memorias INIA y Organismos). Gracias a nuestro trabajo se logró terminar con enfermedades tan graves para la ganadería española como la peste porcina africana, la peste equina, la peste porcina clásica, etcétera. Este gran objetivo, el de resolver problemas, se consiguió en estos años, y una cosa es resolver problemas, como nosotros hicimos, y otra bien distinta es decir que se van a resolver. Entre un concepto y otro hay un abismo. Para ello conté con el apoyo y buen hacer de personas a las que estoy muy agradecido. Sin embargo, algunos investigadores, que no 13 grupos de investigación, descontentos con esta filosofía, se trasladaron a otro centro del INIA. Por cierto, a pesar de lo idílico que el doctor De la Torre describe la gestión actual, desde mayo de 2002, ninguno de ellos ha vuelto a su ubicación original.

En los dos últimos años y medio, lo que sí he podido comprobar es la pérdida de credibilidad nacional e internacional del CISA. El último ejemplo: ya no es centro nacional de referencia para una enfermedad tan importante como la fiebre aftosa.

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Por todo ello, y en lugar de descalificarnos los unos a los otros, deberíamos concentrar nuestros esfuerzos en trabajar para la sanidad animal y evitar críticas sin fundamento y, sobre todo y como debería corresponder al ámbito científico, sin estar debidamente contrastadas.

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