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"Mientras haya esperanza..."

El runrún de las crisis se dejó oír en los vestuarios de Riazor. Emergía de las caras de los futbolistas, del mal humor del entrenador y de las palabras de su presidente, para romper el atronador silencio que caracteriza los tragos amargos. Los primeros se sumergieron en la liturgia del "tenemos que sacar esto adelante como sea", Javier Irureta se entregó al cuerpo a cuerpo con los periodistas, y Augusto César Lendoiro dio rienda suelta al pesimismo incontrolado. "Estamos prácticamente fuera de la competición", reconoció. Parece una obviedad -el Depor debe ganar los dos partidos que le quedan y esperar un milagro-, pero al menos su enojado entrenador se resistía a reconocerla.

"Nada que objetar al resultado", aceptó el presidente del consejo de administración. A su club se le escapa la posibilidad de volver a intentar suerte en la Liga de Campeones, a los pocos meses de quedarse en las puertas de la final. La UEFA es un objetivo también difícil -el tercer puesto está casi tan caro como el segundo-, y la realidad en la Liga no es precisamente alentadora. Por eso reconoció Lendoiro que sólo le queda "esperar el milagro, del que el Depor es tan amigo". Puestos a salvar algo del partido, ensalzó el "interés de los jugadores", un valor "insuficiente con el Liverpool". Nada dijo sobre el entrenador, cuya relación con la grada se deteriora por momentos.

Irureta, a la defensiva, replicó al presidente: "Mientras haya un hilo de esperanza debemos agarrarnos a él". Para el técnico, el problema del Depor se redujo a su falta de acierto "en el tercio final del campo", un eufemismo con el que resumió la larga sequía goleadora deportivista, que azota al equipo en la Champions desde que vació el tarro de las esencias en el 4-0 con el Milan. "Jugamos bien, pero no en el tercio final del campo; nos falta chispa y nos falta ingenio", explicó.

Hasta de los cambios tuvo que dar explicaciones: "El primero, porque César estaba tocado; el segundo, para ver si por abajo, con Tristán, podíamos hacer algo, y el de Héctor, para buscar la aparición de Scalon". Pero a su juicio, el gol visitante, "que reunió todo lo negativo", le pesó demasiado. En la sala de prensa del estadio coruñés sólo brilló la sonrisa del entrenador del equipo inglés, Rafa Benítez. Aunque parco en palabras, reiteró con diplomacia sus preferencias por Tristán frente a Pandiani, y resumió así los objetivos cumplidos en Riazor: "Se trataba de transmitirles nerviosismo. Y creo que lo hemos conseguido".

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