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Reportaje:

La historia de un buen chico

Owen reconoce en su autobiografía que le produce ansiedad "no haber marcado" un gol con el Real Madrid

Los delanteros reaccionan de diferentes maneras cuando fallan una clara ocasión de gol. Los hay como el italiano Christian Vieri, al que le entran deseos claramente homicidas. Los hay como el francés del Arsenal Thierry Henry, que mira al cielo perplejo, como preguntando "¿cómo es posible que un tipo tan guay como yo no haya metido ese gol?" Los hay como Raúl que procuran dar la impresión de que su frialdad asesina no ha experimentado el más mínimo cambio de temperatura. Y después está Michael Owen, que no sólo no se inmuta sino que da la impresión de no estar.

Quizá todo cambie el día que marque su primer gol con el Real Madrid. Pero hasta la fecha, cuando viste de blanco su cara lo único que registra en el campo de juego es ausencia. Como si estuviese en una especie de coma y no se enterase del todo de qué hace o dónde está.

Los defensores del jugador dicen que el Madrid no le ha dado las suficientes oportunidades
El inglés reconoce en el libro que no es tan rápido como lo fue al comienzo de su carrera

¿Quién es esta esfinge inglesa, tan diferente a su teatral compatriota David Beckham? (Imposible imaginarse a Owen gritando "hijo de puta" a un arbitro.) ¿De dónde viene? ¿Qué piensa?

Las respuestas a estas preguntas, y muchas más, se encuentran en la autobiografía que Owen acaba de publicar en Inglaterra. Titulado Off the Record, escrito por quizá el mejor cronista deportivo de Gran Bretaña, Paul Hayward, del Daily Telegraph, el libro pretende humanizar a un individuo del cual los propios ingleses poco han sabido desde que alumbró el estadio de Anfield al marcar un gol en su debú para el Liverpool en 1997, cuando tenía 17 años.

Lo que queda claro es que Owen es un buen chico. El que prefiera autobiografías sazonadas con buenas dosis de sexo y drogas mejor que busque en otra parte. Owen, que rehuye las cámaras de la misma manera que Beckham las atrae, sigue con la misma novia que conoció hace más de siete años, antes de comenzar su carrera profesional; él le propuso matrimonio, y ella aceptó, el 14 de febrero de este año, el día de los enamorados; viven juntos y tienen una hija de 17 meses. La familia de Owen es lo más unida que puede ser una familia sin vivir todos en el mismo hogar (hasta hace poco él, sus padres y sus hermanos ocupaban cinco casas -todas compradas por el futbolista- en una calle que tenía seis) y el padre, que fue jugador profesional, sigue siendo su más devoto fan. Un sorprendente detalle familiar es que su tía está casada con un español, y que tiene tres primos que son medio españoles.

"La prioridad número uno de mi padre", dice en el libro, "fue que los chicos y chicas Owen sean gente decente. No se me ocurre mejor objetivo en la vida". Y así, constantemente, a lo largo del libro. Cada cinco o seis páginas nos recuerda lo importante que es, ante todo, ser buena gente.

También ha sido un buen futbolista. Lo suficientemente bueno para ganar el Balón de Oro en 2001, año en que marcó un ya legendario hat-trick para la selección inglesa contra Alemania, en Múnich, y ganó la final de la FA Cup para Liverpool contra el Arsenal (1-2) -y la ganó prácticamente sólo porque aparte de los dos goles que él metió, el Arsenal fue tan abrumadoramente superior que aquel resultado será recordado siempre en Inglaterra como una de las grandes injusticias de un deporte en el que la injusticia es célebremente endémica-. Otro detalle interesante de Owen es que es el único jugador, con la excepción de Terry Venables, que ha representado a su país a todos los niveles, desde los 14 años.

¿Por qué no ha hecho nada desde su llegada al Madrid? Beckham, en el que pocos madridistas confiaban al principio, tuvo un arranque explosivo, marcando en su debú en el Bernabéu. Owen no sólo no ha marcado, sino que ha fallado dos o tres muy buenas ocasiones de gol.

La respuesta de los defensores de Owen en Inglaterra es que en el Madrid no le han dado suficientes oportunidades para demostrar lo que tiene. Que necesita rodaje. El temor de sus aliados es que ese rostro inescrutable esconda un hombre que está perdiendo la cualidad más importante en un goleador, la confianza en sí mismo.

Cuenta en el libro que, aunque "nunca" se pone nervioso antes de un partido grande, lo que sí le produce ansiedad es "no haber marcado en 10 partidos". "Eso puede hacer que me precipite demasiado cuando llegue una ocasión de gol... se crea un problema de desesperación por marcar". La otra cosa que le saca de quicio es no sentirse respaldado por el entrenador. Se llevaba especialmente mal con el seleccionador inglés Kevin Keegan, que según Owen quería convertirle en un jugador que no era: en una especie de Raúl, en un delantero que hace algo más que marcar goles. La etapa Keegan le dejó cicatriz, confiesa. "Antes había salido siempre al campo convencido de que los rivales me tenían miedo... Esa sensación se evaporó a veces cuando jugaba bajo Keegan. Fue una fase oscura de mi carrera".

¿Habrá entrado en otra fase oscura? ¿Será que con sus 24 años Owen ya ha hecho todo lo que va a hacer en el fútbol y es mejor que se dedique a la otra gran pasión de su vida, criar caballos de carrera?

El juego de Owen siempre se ha basado en la velocidad. Los muchísimos goles que marcaba a lo largo de su juventud -con diez años marcó 92 en una temporada- eran siempre iguales. Pase largo por encima de la defensa, él solo ante el portero, tiempo para colocar el balón, y gol. No cambiaron mucho las cosas cuando se convirtió en profesional. La velocidad siguió siendo la esencia de su juego.

El problema, y él mismo lo reconoce en su autobiografía, es que no es tan rápido como fue al comienzo de su carrera. Sufrió una lesión de los aductores en 1999 de la cual tardó tiempo en recuperarse y que le quitó algunos de aquellos segundos que en un velocista como él pueden marcar la diferencia entre el éxito y la mediocridad. Pero por otro lado se recuperó lo suficiente para ganar aquel Balón de Oro en 2001.

La diferencia es que entonces siempre era titular. En realidad su estado natural, desde que empezó a jugar fútbol competitivo a los siete años, ha sido la del protagonista. De repente no lo es. Ya van seis semanas de temporada y apenas ha jugado. Dice en la autobiografía que odia -que detesta- ser sustituido en un partido. Pero cuando dijo eso no entendía que había una cosa incluso peor que ser sustituido. Quedarse en el banquillo. La cara que muestra Michael Owen en el Madrid no es la de una persona feliz. La cara no miente. Hoy por hoy, no lo es.

Michael Owen durante el último partido de Liga del Real Madrid frente al Deportivo.
Michael Owen durante el último partido de Liga del Real Madrid frente al Deportivo.ASSOCIATED PRESS

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