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Entrevista:JEREMY RIFKIN | PRESIDENTE DE LA FUNDACIÓN DE TENDENCIAS ECONÓMICAS | ENTREVISTA

"Europa puede sustituir a EE UU como referencia en el mundo"

El profesor Rifkin es uno de los pensadores sociales más conocidos en la actualidad. Da clases en la Universidad de Pensilvania y es presidente de la Fundación de Tendencias Económicas, con sede en Washington.

Pregunta. A diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, "tierra de promisión", en Europa no se vive ningún cuento colectivo semejante al american dream. ¿Cree usted posible que el contagio norteamericano llegue a conseguir ese "sueño europeo" alternativo que propugna?

Respuesta. Más que "conseguir", debería decir "socavar", es decir: "A diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, tierra de promisión, en Europa no se vive ningún cuento colectivo semejante al american dream. ¿Cree usted posible que el contagio norteamericano llegue a socavar ese "sueño europeo" alternativo que propugna?". Mi respuesta responde a esta interpretación. El sueño americano ha sido un marco de referencia, un faro y una luz para todo el mundo durante 200 años. Los europeos y los pueblos de todo el mundo han puesto sus ojos en el sueño americano en busca de inspiración y de guía, y de un mapa y una visión hacia el futuro. El sueño americano, en esencia, dice que cualquier individuo de Estados Unidos, sin importar las circunstancias de su nacimiento, puede aspirar a convertirse, gracias a una buena educación pública y al trabajo duro, a la determinación y a la diligencia, en una persona de éxito en el mundo. Y generalmente nosotros consideramos que eso equivale al éxito material, aunque no exclusivamente.

"Europa ha empezado a definir su propia identidad en un mundo globalizado. El nuevo sueño europeo es una idea muy potente"
"El futuro de Europa lo determinará si se logra configurar unos ideales en los que creer y construir sobre ellos una visión para el futuro de los hijos"

P. No es lo mismo, en general, la cultura general europea y la norteamericana, pero ¿no cree que cada vez se encuentran más mezcladas y tanto una parte de la sociedad europea como de la norteamericana desean el mismo porvenir?

R. Los norteamericanos y los europeos tienen formas fundamentalmente distintas de pensar en el mundo, y también en la visión que tienen de sus respectivos futuros. Yo he cruzado el Atlántico continuamente durante mis viajes hacia y desde Europa desde hace 20 años, y me he pasado literalmente la mitad de cada mes en uno y otro continente, al menos durante la última década. Y me llevó mucho tiempo comprender la diferencia en las maneras de pensar de norteamericanos y europeos. Por ejemplo, los norteamericanos definimos la libertad de manera muy distinta. Nosotros entendemos la libertad como autonomía y movilidad. Desde que somos muy pequeños aprendemos que nuestro principal objetivo es ser autónomos y autosuficientes, y no depender de los demás. En Estados Unidos tenemos un dicho, "o nadas o te hundes", y nuestros padres nos enseñan que el sueño americano de libertad es la idea de autonomía personal. Por eso los norteamericanos están tan volcados en ganar dinero y acumular propiedades. Muchos europeos creen que para los norteamericanos ganar dinero es un fin en sí mismo, y que son sencillamente avariciosos. Para los norteamericanos, el dinero es importante en tanto que es un medio para alcanzar un objetivo. Si tenemos dinero y bienes, entonces no dependemos de los demás y nadie nos podrá decir lo que debemos o no debemos hacer. Los europeos piensan en la libertad de forma muy distinta. Para ellos, la autonomía personal tiene muy poco sentido. Los europeos definen la libertad como pertenencia, acceso a relaciones y conexión con las comunidades. Cuanto más acceso, conexiones y relaciones tengan, mayor es el número de comunidades a las que puede pertenecer, y mayor, por tanto, es la libertad para llenar de sentido sus vidas.

P. ¿No le parece que su propuesta de "sueño europeo" está demasiado impregnada de pensamiento (religioso) norteamericano?

R. El sueño americano está estrechamente ligado a nuestras tradiciones religiosas: somos la nación industrializada más protestante, cristiana y más devotamente religiosa del mundo. Los norteamericanos también están convencidos de que Dios brilla con luz propia para ellos, que EE UU es la tierra prometida y que Dios tiene una relación especial con este país. Europa, por el contrario, se está transformando en un continente cada vez más secular.

P. ¿Sus repetidas manifestaciones de amor a EE UU hacen pensar que temiera ser acusado de poco patriota?

R. El sueño americano también es mucho más patriótico. Existen encuestas que demuestran que los norteamericanos son el pueblo más patriótico de entre los principales países industrializados del mundo. En comparación, los europeos son mucho menos patrióticos. Eso no es porque los europeos no amen a sus países, pues sin duda lo hacen. Pero las identidades europeas, y sus lealtades, están más divididas, más repartidas y son más complejas. Así, por ejemplo, una persona que vive en España quizá sienta lealtad hacia la región en la que nació. También sentirá lealtad hacia el Estado nación del cual es ciudadano, y hacia Europa. El planeta en el que habitan también es una fuente de lealtad personal. Así, su identidad es más compleja, y parte del nivel local hasta el global. La identidad de los norteamericanos, por el contrario, está fijada en el Estado nación.

P. ¿Qué parte de realidad y qué otra de voluntarismo optimista atribuye a su tesis del "sueño europeo"?

R. Creo que un nuevo sueño europeo está emergiendo, y la prueba que tendrá que superar es si los europeos son capaces de reconocer este sueño que yo dibujo en mi libro. Lo interesante es que los europeos, hasta ahora, no se habían dado cuenta de que compartían un sueño. Cada europeo con el que me he cruzado conoce bien el sueño americano. Incluso utilizan la expresión original, american dream, cuando hacen mención al mismo. Pero cuando le pregunto a un europeo qué es el sueño europeo, se quedan confundidos. Cuando les explico en qué creo que consiste ese sueño, cada europeo con quien he hablado me dice que sí, que efectivamente tengo razón. Los europeos creen en la inclusividad, en que no debería existir una gran diferencia de bienestar entre los privilegiados y los desfavorecidos, y en que nadie debería resultar perjudicado y quedarse atrás. Los europeos creen en la diversidad cultural y en el respeto al derecho de disfrutar de la cultura propia. Creen en la calidad de vida, en el equilibrio entre trabajo y ocio. Creen también en el desarrollo sostenible y en asegurarse de que las políticas gubernamentales no perjudican al medio ambiente. Hacen más hincapié en los derechos sociales y los derechos humanos universales que en el derecho a la propiedad y los derechos civiles. El sueño europeo se basa en buscar la paz y tratar de absorber los conflictos, y desarrollar un mundo en paz y armonía.

P. ¿Y tendrá éxito?

R. El sueño europeo tendrá que enfrentarse a muchas pruebas, y es una incógnita si ese sueño finalmente tendrá éxito o fracasará. Permítame mencionar una prueba en concreto: la cuestión de cómo se hará frente a la nueva inmigración en Europa. El hecho es que, a pesar del discurso en torno a la diversidad cultural, el sueño europeo no está a la altura cuando se trata de acoger a los nuevos inmigrantes en Europa. Estados Unidos ha sabido hacer frente a este reto mucho mejor a lo largo de los años, dando la bienvenida a nuevos inmigrantes mediante nuestro modelo de asimilación.

P. A quienes le califiquen posiblemente de idealista, ¿qué les respondería usted?

R. Los sueños se basan en ideales; son aspiraciones para el futuro. De modo que lo que realmente determinará el futuro de Europa no son simplemente las directivas ni las iniciativas legislativas, o las órdenes ejecutivas desde Bruselas; ni siquiera la capacidad de crear mercados interiores perfectos. Todo eso es esencial, pero no suficiente. Lo que determinará el futuro de Europa es si los propios europeos logran configurar una serie de ideales en los que creer, y sobre la base de los cuales construir una visión para el futuro de sus hijos. Los ideales siempre son esenciales para el desarrollo de la historia. Lo que hizo de América un gran país fueron precisamente sus ideales. Sin ideales y sin un sueño de cómo convertir esos ideales en realidad, una sociedad no tiene una visión para sí, y sin eso no puede aspirar realmente a un futuro.

P. ¿Es consciente de que su idea se encuentra ya presente en algunos autores europeos, partidarios de hallar una identidad para este continente en un momento de su ampliación?

R. Escribí El sueño europeo en parte para poner sobre la mesa la cuestión del desarrollo de una identidad europea. Los europeos conocen bien el sueño americano. Pueden citar al pie de la letra de qué trata el sueño americano. Pero, hasta ahora, los europeos no se han detenido a pensar realmente sobre el sueño europeo que está emergiendo y que en muchos sentidos es mucho más atractivo que el sueño americano. Escribí el libro con la esperanza de que Europa ya no estuviera a la sombra de EE UU. Así, Europa ya no tendría que percibirse solamente en relación con el sueño americano. Europa ha empezado a definir su propia identidad en un mundo globalizado, y el nuevo sueño europeo es una idea muy potente, que puede convertirse en el nuevo marco de referencia para los pueblos de todo el mundo en el siglo XXI. En cierto sentido, El sueño europeo es un esfuerzo para identificar y cristalizar los componentes clave del sueño europeo, y fijar firmemente la idea de ese sueño europeo en la conciencia de los ciudadanos de Europa. Y de nuevo, éstos son esos factores clave: el énfasis en la inclusividad, en la diversidad cultural, en el equilibrio entre ocio y trabajo, en la calidad de vida, el desarrollo sostenible, los derechos humanos universales y los derechos de la naturaleza y el desarrollo de un mundo más cooperativo, pacífico y armonioso.

P. ¿Cree que si no es elegido Bush cambiará sustantivamente la política exterior norteamericana y su talante del poder?

R. Los europeos cometerían un error de valoración si pensaran que se produciría un cambio radical en la política exterior de Estados Unidos si en las elecciones norteamericanas resultara elegido el senador Kerry en lugar del presidente Bush. Obviamente habría un cambio de tono en la política exterior, pues el senador Kerry estaría más dispuesto a buscar el compromiso con nuestros aliados; ha dejado bastante claro en la Convención Nacional Demócrata que EE UU no esperará a determinar cuál debe ser nuestra política exterior en función del acuerdo del resto del mundo. El hecho es que tanto el partido eepublicano como el demócrata tienen más o menos una postura similar en lo relativo a la política exterior, porque ésta es una extensión del sueño americano, que está basado en la idea de autonomía individual, y de que cada uno de nosotros somos los dueños de nuestra suerte y capitanes de nuestro destino, y de que cada persona es autónoma y no debería depender de los demás ni recibir órdenes de nadie. Si ésa es la forma en que pensamos que deberían ser nuestras propias vidas, en el marco del sueño americano, ¿por qué deberíamos ser distintos en términos de la vida pública y de la política exterior? En otras palabras, nuestra política exterior está basada en los mismos criterios del sueño americano que ponemos en práctica en nuestras vidas personales. La mayoría de norteamericanos creen que el Gobierno de Estados Unidos necesita autonomía e independencia, y que no debe estar sujeto a ninguna otra potencia mundial, esto es, que necesita tener a su disposición un poder militar insuperable, del que hacer uso a su discreción para así poder llevar las riendas de su propio destino. Ése es el sueño americano. Respetamos ese principio en nuestra vida personal, y los norteamericanos también opinan del mismo modo sobre la vida del país, en relación con nuestra política exterior. Ésa es la razón por la cual Estados Unidos es la mayor potencia militar del mundo. Gastamos más en presupuesto militar que las siguientes ocho potencias militares más fuertes del mundo combinadas. Los europeos simplemente tienen una postura distinta en política exterior. En Estados Unidos, la idea es prepararse para la guerra y asegurarse de que somos fuertes, y así evitar que las fuerzas del mal se alcen con la victoria. El punto de vista europeo está más centrado en neutralizar a los enemigos o al menos absorber el conflicto potencial, desarrollando lazos de cooperación económica, social y política.

P. Si definitivamente aceptamos que la fuente de inspiración social, política y cultural se encuentra en Europa, ¿qué se podría hacer para impulsar su consecuente way of life y por dónde?

R. La Unión Europea y el sueño europeo se están convirtiendo progresivamente en potenciales puntos de referencia para países e individuos en todo el mundo, y en un estándar para la comunidad mundial. Sospecho que la próxima región del mundo que se acercará a la visión europea del futuro serán los países asiáticos: los tigres asiáticos y los diez países del sureste de Asia, Corea y quizá Japón. Los Estados asiáticos ya se han unido para organizar algo semejante a una zona de libre comercio, y se está hablando ya de una divisa asiática. Los líderes de la zona están incluso debatiendo formas de crear una unión política similar a la Unión Europea. Creo que Asia quizá sea la siguiente región del mundo en desarrollar un espacio político transnacional, uniendo a países de todo el continente asiático en una zona económica integrada, sentando así las bases de un gobierno político transnacional unificado. Ya han avanzado notablemente en el camino de la integración, y mi opinión es que quizá veamos una versión asiática de la Unión Europea hacia 2030. Lo que está claro es que hacia mediados de siglo ningún país podrá ir por su cuenta en el mundo globalizado, interdependiente y vulnerable. La UE es el primer espacio transnacional, pero eventualmente el mundo se organizará en espacios transnacionales políticos similares. Ningún país podrá mantenerse aislado.

P. A muchos de sus lectores nos admira la abundancia, la calidad y la clasificación de la información que maneja. ¿Podría exponer cómo viene siendo su método de trabajo y el papel que desempeña su fundación de estudios de tendencias?

R. Me considero tanto un intelectual como un activista. He pasado más de 35 años trabajando en lo que creo que son algunos de los temas y desafíos más importantes a los que se enfrenta nuestra generación y la de nuestros hijos. Y siempre he creído en la importancia de combinar la teoría y la práctica. De modo que gran parte de la redacción de mis libros es también una combinación de la reflexión personal y del reflejo de mi experiencia como activista sobre el terreno en relación a los problemas contemporáneos, tanto en las comunidades de EE UU como de Europa y otras partes del mundo.

P. ¿Se siente bien acogido por los europeos?

R. Me siento cómodo tanto en Europa como en EE UU. Soy norteamericano, y amo a mi país. Siento un profundo afecto por él. Por otra parte, he pasado tanto tiempo en Europa a lo largo de los años que también he desarrollado un gran cariño por ese continente y por los europeos. Debería decir que, refiriéndome al lugar en que me siento más cómodo, creo que mis amigos europeos sabrán comprender que EE UU es un país muy dividido. Mientras que la mitad del país está volcada en el antiguo sueño americano, incluso en la caricatura de ese sueño, aún existe un gran número de personas, un poco menos de la mitad del país, cuya sensibilidad y valores están mucho más cerca del sueño europeo, o al menos de integrar ambos sueños. Estados Unidos no es un monolito. Lo que los viajeros descubren al visitarlo es que en realidad existen dos Estados Unidos -el país antiguo que se identifica profundamente con el individualismo estricto y la mentalidad de libre mercado pura y dura-. Y luego hay muchos ciudadanos norteamericanos que creen en ese libre mercado, pero que también sostienen que debería existir una cierta solidaridad social y un compromiso con las comunidades en las que vivimos. De modo que en mi opinión hay un gran número de personas en Estados Unidos que sé a ciencia cierta que se sienten atraídos hacia muchos elementos clave del sueño europeo.

Jeremy Rifkin.
Jeremy Rifkin.ULY MARTIN

Los 'Estados Unidos' de Europa

SOY OPTIMISTA sobre la Unión Europea. Los norteamericanos tendemos a ensalzar exageradamente nuestra economía, mientras que la mayoría de los europeos tiende a valorar negativamente la suya. La UE ya ha alcanzado un gran éxito en comparación con EE UU: 455 millones de seres humanos, repartidos por más de 25 naciones diferentes, se han unido para formar unos Estados Unidos de Europa, y su territorio ocupa un poco más de la mitad del espacio continental de EE UU. La mayoría de los norteamericanos cree que Europa es un conjunto de instituciones cansadas, viejas y superadas, y que el continente está repleto de prejuicios contra el libre mercado, sindicatos laborales inflexibles, infladas burocracias gubernamentales, un sistema de seguridad social agotado y una población envejecida. Quizá haya alguna verdad en ello, pero la realidad es que hay una Europa poderosa que emerge en el terreno comercial: es ahora la economía más potente del mundo; el PIB de la UE asciende a 10,5 billones de dólares, más de 100.000 millones de dólares que el de EE UU. La UE es el mercado comercial interior más grande del planeta y acoge a 61 de las 130 mayores multinacionales en el mundo, mientras que EE UU sólo cuenta con 50. Creer que Europa es una economía agonizante mientras que EE UU pasa por una etapa de expansión es un mito. Aún seguimos comparando a los países individuales de Europa con Estados Unidos. De este modo, la comparación se establece entre Alemania, o Francia, o España, y Estados Unidos. Pero ese tipo de comparación ya no es justa: hay que comparar

a Alemania, el mayor Estado de la Unión Europea, con California, el mayor Estado de la unión norteamericana, y al hacerlo nos damos cuenta de que Alemania es una economía mucho más poderosa, con un mayor PIB que California. El Reino Unido, el segundo Estado miembro más importante de la UE, posee una economía mucho más potente que Nueva York. Y lo mismo vale para Francia, con un PIB mucho más importante que

Tejas, y así consecutivamente para Italia y Florida, y España, cuya economía es mucho más potente que nuestro quinto mayor Estado, Illinois.

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