Cómo surgió la célula local del 11-M
El cerebro, los jefes y varios autores del atentado de Madrid tenían estrechos vínculos con Al Qaeda
Los autores de la matanza del 11-M no eran terroristas espontáneos ni una cuadrilla de pequeños delincuentes del barrio madrileño de Lavapiés. Los cerebros del ataque, Rabei Osman, El Egipcio, y Serhane Ben Abdelmajid Fakhet, El Tunecino, y varios de los principales protagonistas del atentado mantuvieron durante varios años estrechos vínculos con personas situadas en la cúpula de Al Qaeda en Afganistán. Como Mustafá Setmarian Nasar, un sirio que vivió en Granada, se casó con una española y dirigió campos de entrenamiento terrorista hasta la caída del régimen talibán. La policía indaga si fue este último quien ordenó el 11-M a la célula local española o si el grupo actuó de forma autónoma, una característica de la nueva Al Qaeda y su rosario de grupos asociados. Esta parte de la investigación continúa sin ser aclarada.
Su estructura era la de una célula organizada. No se hicieron 'yihadistas' de la noche a la mañana
Los autores del 11-M estaban en contacto con un jefe de campos terroristas en Afganistán
El suicidio de los terroristas en Leganés fue el primero en Europa de islamistas radicales
Serhane, de 36 años, un licenciado en Económicas que abandonó sus estudios de doctorado en la Universidad Autónoma de Madrid, pertenecía desde 1996 a la célula de Imad Eddin Barakat, Abu Dahdah, un sirio de 40 años procesado por el juez Baltasar Garzón por su presunta vinculación con los atentados del 11-S. Un personaje al que Essid Sami Ben Khemais, jefe de un grupo de salafistas en Milán, definió durante su juicio como el hombre de Bin Laden en España.
De ese tronco salió Serhane, uno de los siete suicidas en la localidad madrileña de Leganés, a quien el juez Juan del Olmo califica en sus autos como cerebro y jefe del grupo que puso las bombas en los trenes de Atocha. El Tunecino no fue detenido entonces, noviembre de 2001, porque, según la policía, tenía un "perfil bajo", pero la captura de casi todos sus compañeros, 20 personas, y la fuga de otros peces gordos, como el marroquí Amer el Azizi, lo convirtieron en el nuevo cabecilla de la célula.
Mustafá Setmarian, Abu Musab al Surie, fue el fundador de ese primer grupo de Al Qaeda en el que se integró El Tunecino, pero en 1995 se trasladó a Londres junto a su familia para dirigir la publicación Al Ansar, órgano de expresión del Grupo Islámico Armado (GIA). Su redactor jefe era el palestino Omar Mammud Othman, Abu Qutada, líder espiritual de Al Qaeda y de otros grupos salafistas que aplaudían sus brutales fetuas (edictos religiosos) en las que justifica el asesinato de mujeres y niños. Los suicidas del 11-S tenían todos sus vídeos en su apartamento de Hamburgo.
Qutada se convirtió en un referente de todos los miembros de la célula española con los que mantuvo frecuentes contactos personales y telefónicos. Para Serhane, el palestino era también un ídolo. Fue detenido en octubre de 2002 y permanece preso. Setmarian sigue libre. De Londres saltó a Kabul, donde dirigió campos de entrenamiento terrorista hasta la invasión norteamericana. Conoce a Bin Laden desde 1988, según se refleja en varios informes policiales, y se le sitúa en la cúpula de Al Qaeda.
Cuando Setmarian dejó Madrid en 1995 le sustituyó en su puesto Anwar Adnan Mohamed Saleh, Chej Saleh, un palestino que siguió con la tarea de proselitismo y adoctrinamiento, pero, al igual que el sirio, fue llamado por Bin Laden para tareas más importantes. Se instaló ese mismo año en Peshawar (Pakistán) y se integró en Makhtab Ul Kedhamat, la oficina de reclutamiento de muyahidin en la que se recibían y alistaban los combatientes que entrenaban en campos militares afganos. Chej Saleh estaba en contacto con Abu Zubaida, uno de los lugartenientes de Bin Laden, y recibió a los muyahidin que la red de Abu Dahdah, constituido en nuevo jefe, captaba en España.
Serhane conoció en Madrid a personas directamente relacionadas con Al Qaeda. Como Amer el Azizi, ex muyahidin en Afganistán, donde le bautizaron como Otham al Andalusi, un hombre de carácter violento que se dedicaba a reclutar combatientes para Bin Laden. Azizi consiguió escapar de la redada policial de noviembre de 2001 que llevo a Abu Dahdah a la cárcel y está considerado como uno de los principales hombres de Bin Laden en Europa. Zacarías Moussaoui, detenido en agosto de 2001 cuando aprendía a pilotar aviones en una escuela de EE UU, tenía en su agenda el teléfono de Azizi.
En el grupo de Serhane estaba también Salaheddin Benyaich, Abu Musab, otro experimentado ex muyahidin, que perdió un ojo en Bosnia y se operó en Madrid con la ayuda de los miembros de la célula española. Uno de sus hermanos murió en los bombardeos de Tora Bora (Afganistán) y el otro fue detenido en Algeciras por apoyo a una célula terrorista marroquí. El propio Salaheddin ha sido condenado a 18 años en Rabat por su relación con los atentados de Casablanca, en mayo de 2003, en los que murieron 45 personas.
Desde septiembre de 2001, El Tunecino observó cómo huían o caían detenidos la mayoría de los que le rodeaban, incluso de su propia familia. Como su cuñado Mustafá el Maymouni, otro marroquí que captaba muyahidin en Madrid y dirigía el grupo Salafia Jihadia. En un viaje a Marruecos, Mustafá fue detenido por su presunta participación en los atentados de Casablanca. Pero antes de su captura ya había creado su propio grupo de islamistas radicales. Una célula que se unió a la creada por el propio Serhane.
La aparición en Madrid de Rabei Osman, El Egipcio, un ex artificiero del ejército, facilitó a Serhane y a los suyos la formación que necesitaban para montar y preparar explosivos. Rabei, que presumía de ser ex muyahidin, también estaba conectado a grupos asociados a Al Qaeda, como el movimiento Takfir Wal Hijra, y en las conversaciones grabadas por la policía de Milán, ciudad en la que fue detenido tras el 11-M, se arrogó la organización y autoría intelectual del ataque terrorista. Desde Italia captaba terroristas suicidas para Irak.
El marroquí Said Berraj, Said el Mensajero, de 32 años, uno de los terroristas que colocaron las bombas en los trenes de Atocha, también mantenía vínculos con Al Qaeda. Fue detenido en el otoño de 2000 en Estambul junto a Azizi, Salahedin Benyaich y otras dos personas. Cuando los policías turcos les preguntaron qué hacían allí contestaron que "estudiar el islam", pero el tiempo ha demostrado que mintieron. En realidad buscaban nuevas rutas para enviar combatientes a los campos terroristas de Bin Laden. El destino de todos ellos quedó marcado por la yihad. Azizi, huido; Benyaich, preso en Marruecos; Berraj, fugado por el 11-M, y sus otros dos acompañantes, presos en Guantánamo (Cuba). Todos eran compañeros de Serhane. También lo era Alekama Lamari, un argelino condenado por sus relaciones con el GIA, y que se sospecha podría ser el séptimo suicida. O Jamal Zougam, el marroquí que trabajaba en el locutorio Nuevo Siglo del barrio madrileño de Lavapiés, un íntimo amigo de Abu Dahdah al que el juez francés Jean-Louis Brugiere investigaba desde el verano de 2001 por su relación con un grupo de islamistas radicales que preparaban un atentado contra la Embajada rusa en la capital francesa. Zougam fue reconocido por dos testigos como uno de los terroristas de los trenes.
En el piso de Faissal Allouch, otro de los presuntos autores del 11-M, en el barrio madrileño de Villaverde, se exaltaba la yihad y el grupo contemplaba vídeos de entrenamiento militar en el ordenador portátil de los hermanos Mohamed y Rachid Oulad. Allí escuchaban las soflamas de Hicham Tensaman Jad, imán de El Portillo (Toledo), también condenado en Marruecos por su relación con la matanza de Casablanca.
Los principales protagonistas del 11-M, en sus distintos niveles, intelectuales, logísticos u operativos, estaban ligados al islamismo radical y habían sido objeto de seguimientos policiales e investigaciones judiciales por ese motivo. No se convirtieron en yihadistas de la noche a la mañana. El hecho de que muchos de ellos fueran delincuentes comunes, como Jamal Ahmidan, El Chino, el marroquí traficante de drogas que obtuvo las armas y los explosivos, es otra marca de Al Qaeda. La mayoría de los islamistas radicales detenidos en Europa en la última década presenta ese perfil. Viven y financian sus atentados o labores de propaganda mediante el robo de tarjetas de crédito, coches usados, ropa de marca falsificada y tráfico de droga.
Los autores del 11-M perpetraron el atentado con unos parámetros muy similares a los de Al Qaeda o sus grupos asociados. Cuando viajaron desde la finca de Chinchón (Madrid) hasta la estación de Alcalá de Henares, de la que partieron los cuatro trenes, pusieron una cinta con recitaciones del Corán , la sura III "la familia de Imrán" que contiene 200 aleyas en las que se describe la batalla del islam contra sus adversarios. Un rasgo típico de los muyahidin antes de entrar en combate. Como lo fue la aparición, el 13 de marzo, de un miembro del comando en un vídeo en el que reivindicó el atentado. El terrorista, quizás Azizi y sin duda el emir del grupo, ocultaba el rostro con una sábana blanca, gafas oscuras, y un gorro que le cubría los laterales de la cara. Vestía una túnica blanca, hablaba en árabe con acento marroquí y exhibía un subfusil Sterling 9 milímetros. Tras él, una bandera rectangular con fondo verde y letras blancas escritas en árabe con la leyenda: "No hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta".
Tras leer el comunicado, "vuestras calles serán ríos de sangre...", el terrorista terminó así: "Esto es un aviso del portavoz del ala militar de Ansar (partidarios) Al Qaeda en Europa, Abu Dujan al Afgani". Al Afgani (El Afgano) es el apodo con el que se bautizan a aquellos muyahidin que han combatido en Afganistán. El vídeo guarda una gran similitud, en cuanto a su escenificación, con los encontrados por las tropas estadounidenses en los cuarteles militares de Mohamed Atef, un jefe militar de Al Qaeda muerto en los bombardeos de las tropas norteamericanas. Entre los escombros se hallaron cinco cintas en las que terroristas como Ramzi Binalshib, el coordinador del 11-S que visitó España, anunciaba nuevos atentados.
El vídeo que apareció la noche del día 13 fue clave para comprender sus planes suicidas. "Aquella gente llevaba días considerándose muerta. Esa gente ya estaba suicidada, ellos ya no se consideraban vivos", explicó Jorge Dezcallar, ex director del CNI, durante su comparecencia ante la Comisión del 11-M. El pronóstico de todos los servicios de inteligencia se cumplió cuando siete de los miembros del comando, entre los que estaba Serhane y posiblemente Lamari, se suicidaron en el piso de Leganés (Madrid). Era la primera vez que islamistas radicales protagonizaban un suicidio en Europa, un precedente peligroso por el efecto de contagio que puede producir.
Los informes de los servicios de inteligencia determinan tres niveles en Al Qaeda: a) el de los veteranos en la guerra de Afganistán; b) los grupos locales en diversos países que reclutan muyahidin para distintos escenarios como Bosnia, Chechenia o Indonesia y que mantienen lazos con los del primer nivel; y c) los activistas no alineados.
Entre los terroristas del 11-M y su entorno hay elementos de los tres niveles. En el caso de España, la extraordinaria base de infraestructura del islamismo radical que existe desde hace más de un década se trasformó en operativa ante las narices del CNI y la policía.
Tras el 11-S, grupos islamistas radicales de todo el planeta, agrupados desde 1998 en el denominado Frente Internacional contra los Judíos y los Cruzados, al que pertenece Bin Laden, han convertido a Al Qaeda en una ideología y se han apoderado de sus siglas. Esta circunstancia dificulta, en muchos casos, el conocimiento exacto de quién, dónde y cuándo se da la orden de cada ataque terrorista. O si los atentados los deciden las denominadas células locales.
Mariano Rayón, jefe de la Unidad Central de Información Exterior de la Policía, lo explicó así ante los diputados de la comisión: "Se está produciendo un fenómeno que es todavía más peligroso, que es la connivencia o la autonomía de acción de los comandos operativos de Al Qaeda.. la vinculación con temas de delincuencia organizada que diversos líderes de Al Qaeda justifican con fatwas y que permite que estos grupos de muyahidin no alineados sea gente con capacidad de acción propia...".
Dezcallar también dio su interpretación: "En la medida en que Al Qaeda es una idea, y si entendemos que Al Qaeda es una idea entendemos muchas cosas, esto sí lo ha hecho Al Qaeda... Pero en cuanto a grupo estructurado y organizado que da órdenes... eso no lo hace Al Qaeda, lo hace un grupito local que interpreta una orientación de tipo general que da Al Qaeda...". Un análisis que no comparten del todo los expertos policiales que prosiguen la investigación.
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