_
_
_
_
_
Reportaje:REPORTAJE

¿Dónde está el límite, corazón?

Francisco Peregil

Dónde está el límite en televisión? ¿Hasta qué extremo se puede difamar, inventar rumores, insultar, vejar, humillar, mentir impunemente? La muerte de Carmen Ordóñez parece que ha sobrepasado este verano todos los límites imaginables. Más horas que nunca dedicadas a desmenuzar la vida íntima de famosos o seudofamosos, más informaciones sin contrastar, más rumores, insinuaciones, calumnias o invenciones perpetradas por personas que se autoproclaman periodistas, con título o sin él; que se valen de expresiones propias de esta profesión como exclusiva, fuentes fidedignas, pero a menudo confunden la noticia con el rumor, el debate con la discusión, lo verdadero con lo verosímil, y raras veces contrastan la información.

"Estoy desbordado con tanta telebasura. Me he llegado a plantear dejar la profesión", declara el dueño de Korpa, la mayor agencia del corazón
"Por un muerto en accidente de tráfico se pagan sólo 180.000 euros de indemnización. Así que por manchar el honor, la cuantía es mucho menor"
Más información
El Gobierno anuncia que impedirá la 'telebasura' en horario infantil

"El problema de este formato es que tiene que ir cada vez más lejos. Y si hay gente que lo ve, les damos más basura", señala Eduardo García Matilla, presidente de Corporación Multimedia, empresa que se dedica a la medición de audiencia.

De vez en cuando, alguien recoge el guante de la calumnia y lo lleva a los tribunales. En el programa Aquí hay tomate, una persona que no se identificó ha acusado este verano a un empresario famoso de ser traficante de drogas. El personaje ha interpuesto una denuncia. Pero la sentencia no llegará hasta dentro de varios años.

"Estoy desbordado con lo que está pasando desde hace dos años. Me he llegado a plantear dejar esta profesión". Quien pronuncia estas palabras era amigo íntimo de Carmen Ordóñez. Se llama Álvaro García Pelayo, es dueño de Korpa, la mayor agencia española dedicada a temas del corazón, con 130 personas en nómina y 20 años de seguimiento, a veces persecución, a todo tipo de famosos. Es también marido y hermano de dos tertulianas habituales en programas del corazón. Y tiene como socios minoritarios en la empresa Korpa a los productores del programa Aquí hay tomate, cuyo formato, según el propio García Pelayo, ha batido todos los récords de contenidos basura.

García Pelayo cree que el periodista del corazón ha de perseguir la información en la calle con todos los medios legales a su alcance, y eso abarca, según su criterio, desde el simple ingenio hasta las cámaras ocultas y, por supuesto, las fotos tomadas con zoom a famosos en sus yates, estén o no desnudos.

Pero es también el propio García Pelayo quien cree que la basura en televisión ha tocado fondo. "Buena parte de la culpa proviene de la inclusión de no profesionales en televisión. De gente que no tiene ni idea de periodismo y que suelta lo que le viene en gana con expresiones como 'las malas lenguas dicen', 'se cuenta que' o 'se rumorea que...'. De mí y de mi esposa han llegado a decir en un programa que cuando Carmen Ordóñez murió, llegamos a su casa, la vestimos y la metimos en la bañera. ¿Y ahora qué haces? ¿Denuncias a quien lo dice para que gane más dinero pregonando en más programas que se le ha puesto una denuncia? Y encima, cuando llega la sentencia es al cabo de varios años y normalmente es por poca cuantía".

Difamar sale barato en España. Ésa es la experiencia del abogado Antonio Bernal, quien lleva varios lustros defendiendo a profesionales de la prensa del corazón y trabaja como abogado para el programa Salsa rosa. "En España, por un muerto en accidente de tráfico se pagan 138.000 euros como indemnización. Así que por manchar el honor o quebrantar la intimidad de alguien, la cuantía es mucho menor. Y además es difícil que se llegue a indemnizar. En el sutil equilibrio entre la libertad de expresión y de información, por un lado, y el derecho al honor y a la intimidad, por otro, los jueces se han ido inclinando casi siempre por lo primero".

La audiencia, al mismo tiempo, se ha ido inclinando por las crónicas llamadas "del corazón". Hace sólo tres años, el tiempo que TVE, Antena 3 y Tele 5 dedicaban a este tipo de programas era del 10,6%. Este verano creció hasta el 18,5%. La audiencia de estos programas ha pasado del 6,6% al 15%, según datos de Corporación Multimedia. Mientras en TVE sólo ocupan un 9,7% del tiempo de emisión, en Antena 3 abarcan el 16,7%, y en Tele 5, el 28,9%.

"La clave es que son programas muy baratos", indica un experto de televisión que prefiere mantenerse en el anonimato, "porque un Salsa rosa no cuesta más de 240.000 euros, y una serie de las de más éxito te sale por más del doble. Y encima, las declaraciones que hagan en un programa del corazón te sirven para llenar minutos en otros programas de tu misma cadena. Son baratos y muy rentables".

"En misa y repicando"

Tan rentables son, que nadie ha logrado desbancar a Crónicas marcianas durante siete años en el mejor horario de la noche. Ni siquiera los propios accionistas de la cadena, cuando Javier Sardá arremetió contra ellos en el programa.

Ocurrió en julio del año pasado. La revista El semanal TV, del Grupo Vocento, accionista de Tele 5, cadena donde se emite Crónicas marcianas, elaboró un reportaje preguntando a 11 críticos de televisión cuáles eran para ellos los programas más ilustrativos del género telebasura. Crónicas marcianas quedaba el cuarto, inmediatamente por delante de Aquí hay tomate y de Gran Hermano, todos ellos de Tele 5. Desde el plató de Crónicas marcianas y entre los aplausos del público, Sardá acusó a los accionistas de Vocento de "hipócritas" y de querer estar "en misa y repicando", los invitó a que devolvieran "el dinero ganado con la telebasura" y declaró: "Si tanto les molesta, que den ese dinero a una ONG".

Ninguna crítica ha frenado la carrera de las cadenas privadas en su lucha por la audiencia. En mayo del año pasado, el entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, declaró durante una entrevista con Luis del Olmo: "En televisión se ven a diario espectáculos de gente que no se sabe quién es, de dónde ha salido, contando miserias, insultándose de la manera más descarnada, aireando todo tipo de intimidades". "Soy partidario, probablemente más que nadie, de la libre competencia entre los medios de comunicación, pero todo tiene sus límites".

¿Cuáles son los límites?

Para Joan Ramon Mainat, productor ejecutivo de Crónicas marcianas, el límite en televisión está muy claro: la ley. Sólo la ley.

A pesar de eso, Mainat y sus socios decidieron imponerse el año pasado un límite que no venía marcado por la ley. Los insultos entre los colaboradores del programa arreciaron de tal forma que la dirección los obligó a firmar un contrato en el que asumían que en caso de proferir algún insulto, ese día no cobrarían. Mainat no quiere decir cuántas veces se ha dejado a alguien sin cobrar. Aclara, eso sí, que el mayor número de insultos proviene de las páginas de los periódicos dedicadas a criticar a la televisión que insulta.

"El límite lo marca la ley", sostiene también el director de uno de los programas del corazón de más éxito. "Pero el problema es que la ley no es siempre lo suficientemente clara. Y la materia prima con la que trabajamos nosotros es más difícil de legislar".

Dicho periodista no tiene ningún problema en dar su nombre, pero la cadena privada para la que trabaja no quiere hablar de sus programas de "corazón". Ni Antena 3 ni Tele 5, contactadas por este periódico, desean hablar de la cuestión.

La ley, entonces. Pedro Farré López, letrado de la Sociedad General de Autores Españoles, profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Nebrija, cree que las personas que se ven atacadas directamente dan el tema por perdido. "Porque los juicios en España son muy largos. Por vulneración del derecho al honor, desde que se dicta la primera sentencia en un juzgado de guardia hasta que se hace firme por el Supremo o el Constitucional pueden pasar diez años".

Farré propone que se fortalezca la figura jurídica del derecho de rectificación para reparar el honor vulnerado, algo que, según Farré, se ejerce con mucha normalidad en las televisiones de Alemania, Francia y el Reino Unido.

Pero hay quien aún sugiere más medidas. "La ley debería actuar con prontitud. Pero debería haber un sistema de autocontrol de las televisiones. Y luego, un órgano de defensa, un Consejo de lo Audiovisual, formado por organismos de la sociedad independientes, que pueda presentar a la sociedad un informe para que pueda quitarles audiencia o anunciantes a este tipo de programas", señala Eduardo García Matilla, presidente de Corporación Multimedia.

Joan Ramón Mainat, productor de Crónicas marcianas, se muestra en contra de ese Consejo de lo Audiovisual, cuya posible creación está estudiando un comité de expertos nombrado por el Gobierno. "¿Aceptarían la prensa o el cine un Consejo que regulara sus contenidos? No, sólo se ve con la televisión y la publicidad".

Fernando González-Urbaneja, presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid y miembro del comité de expertos nombrado por el Gobierno para presentar un proyecto de reforma de los medios públicos, teme que la ley al final se vuelva contra quienes ejercen el buen periodismo. "Yo no puedo tolerar que derechos constitucionales como el secreto profesional se los apropie un tipo que no respeta las mínimas normas de rigor del periodismo, de veracidad, diligencia y contraste de fuentes. Pero el problema es que venga una corriente de jurisprudencia restrictiva al derecho de la información por la mala práctica de programas que no tienen nada que ver con la información, aunque a veces haya periodistas allí", indica.

"Lo que no debemos permitir", añade el director de Korpa, "es que ocurra como en Francia, que Mitterrand sacó una ley sólo para que no se supiera que tenía una hija a la que no había reconocido públicamente".

"Yo tengo un gran respeto por la prensa rosa española. Porque ha tenido reglas del juego. Pero parece que eso está cambiando ahora", subraya Urbaneja.

García Pelayo recuerda los tiempos en que las revistas sólo hablaban de temas agradables de los famosos. "No había afán de herir. De Lola Flores, por ejemplo, todo el mundo sabía que tenía cáncer, pero como ella no lo decía, nadie lo publicaba. Pero todo esto ha cambiado con la basura de los Tómbola, Aquí hay tomate y Crónicas marcianas".

"No somos amigos de nadie"

"Nosotros no somos amigos de nadie", reconoce el director de uno de los programas rosas de más audiencia. "A mí me daba vergüenza cuando antes se contaban cosas del corazón que no tenían nada que ver con la realidad. Se pactaba hacer una entrevista de la pareja feliz y, dos meses después, la ruptura. Nosotros hemos levantado ampollas no sólo entre famosos, sino también entre compañeros que no trabajaban así y ven cómo se les está acabando el chollo. Alguna vez podemos meter la pata, pero también ocurre en los periódicos".

Todos los responsables de programas consultados tienen la convicción de que la preocupación por la supuesta mala calidad de la tele sólo preocupa a una élite, no es un problema en sí para los españoles.

"Estos programas los ven como mucho tres millones de personas. Y somos al menos cuarenta millones de españoles", indica el director de uno de estos programas.

El profesor de Derecho Constitucional Pedro Farré cree, sin embargo, que banalizar los temas importantes de una sociedad y vulnerar de forma constante el derecho al honor y a la intimidad de la gente tiene una clara repercusión en la calidad de nuestro sistema democrático.

Roberto Ontiveros, director de Gran Hermano, sostiene que el verdadero problema en este país no es la calidad de los espacios de entretenimiento, sino la vivienda, por ejemplo. "Mucho más peligrosos que los programas de televisión son quienes quieren controlarlos. Con esas cosas se sabe dónde empiezan, pero no dónde acaban".

"Son mucho más peligrosos los informativos en los que se manipula claramente a la gente", indica Mainat, productor de Crónicas marcianas, y en eso coincide también con el presidente de la Asociación de la Prensa en Madrid.

Pero la periodista Mariola Cubells, autora del libro ¡Mírame, tonto!, sobre el género de la telebasura, alega: "Cada vez que Mainat dice que hay informativos que manipulan, yo digo: 'Sí, vale, algunos informativos manipulan, de acuerdo. ¿Y qué? ¿Eso os exonera de lo que hacéis? Eso os da derecho a reiros de gente indefensa e intentar disfrazar bajo un formato blanco toda esta sarta de barbaridades?".

Componentes del programa de Tele 5 <i>Aquí hay tomate,</i> dedicado a la crónica del corazón.
Componentes del programa de Tele 5 Aquí hay tomate, dedicado a la crónica del corazón.

¿Hipocresía del espectador o indefensión?

EL PRODUCTOR de Crónicas marcianas, Joan Ramon Mainat, comenta que a veces algún amigo se le queja en estos términos: "¡Cómo os pasasteis ayer cuando fulanito hizo esto y menganito lo otro y después ella le dijo tal cosa! Mainat suele decirles: "Parece que lo viste entero, no?".

Mainat asegura que nadie obliga a nadie a ver un canal, y que dejar de ver un programa es tan fácil como pulsar un botón. Pero Mariola Cubells, periodista y autora del libro ¡Mírame, tonto!, sobre el género de la telebasura, cree que el espectador se ve atrapado en un tela de araña: "Esos programas se diseñan para que no puedas apartar la mirada porque van dirigidos a los instintos primarios. Cuando vas por la calle, hay un accidente o una discusión, te giras a mirar. El espectador es la última cadena, la más indefensa, en un eslabón que empieza con los grandes ejecutivos que imponen las modas audiovisuales. Y la moda ahora es la telebasura".

Mainat no acepta ese término. "Para mí no existe la telebasura hasta que alguien me diga qué es exactamente. Ahora, a cualquier programa que a alguien no le gusta se le llama telebasura. Y se pretende dar la imagen de que sólo lo ven gente con poca formación. Cuando la realidad es que al cabo de un día a uno le da tiempo de hacer muchas cosas que no tienen nada que ver. Uno puede leer EL PAÍS por la mañana y ver Crónicas marcianas por la noche".

El presidente de la la Asociación de Usuarios de la Comunicación, Alejandro Perales, cree, como Mainat, que hay mucha hipocresía en el espectador cuando asegura sentirse asqueado de tales programas, pero no deja de verlos.

Pero aclara que la oferta que llega a las casas no depende sólo de la supuesta aceptación con que los espectadores la acogen. Ni siquiera, según Perales, depende de los grandes ejecutivos o de los periodistas que hacen esos programas. Perales considera que la telebasura desaparecerá en cuanto haya una buena televisión pública de calidad, que sirva como referente y en cuanto se abarate y aumenten el número de canales digitales. "Siempre habrá un Crónicas marcianas, a lo mejor mucho más duro que el que hay ahora, pero lo verán bastante menos personas. No se dependerá tanto de la publicidad ni del número de espectadores que ven un programa".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_