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Reportaje:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

Los artistas reaniman la memoria de la RDA

El arquitecto Rem Koolhaas apoya a los artistas alemanes que intentan salvar el Palacio de la República, un edificio que recuerda el pasado comunista de la Alemania del Este.

La historia, a veces, pesa más de 36.000 toneladas. El Palacio de la República, en pleno centro de Berlín, es una imponente mole de hormigón, acero y vidrio polarizado, cuya demolición está previsto que comience en febrero próximo. En su lugar, algún día, se reconstruirá un castillo decimonónico. Ése es el plan, fraguado en años y años de polémicas sobre un edificio que simboliza como ningún otro la extinta República Democrática Alemana (RDA). Pero un grupo de artistas, apoyado por el arquitecto Rem Koolhaas, propone ahora pensárselo mejor y reanimar este armatoste a punta de ingenio.

"Este palacio se convertirá en una casa del pueblo. Acogerá a nuestra cultura socialista y también a la alegría y sociabilidad de su población trabajadora". La florida retórica es de Erich Honecker, jefe de Gobierno de la RDA, y data del 2 de noviembre de 1973, cuando se colocó la primera piedra del Palacio de la República. "Se inauguró en 1976. Yo aún era un niño, pero recuerdo la emoción. Todos estábamos pendientes. A los 15 años, iba a la discoteca del palacio. La tengo muy presente: tenía la única pista de baile giratoria de la RDA y el piso lleno de luces de colores", evoca Norbert Spitzer, berlinés del Este y fotógrafo, de 41 años.

Los berlineses hacen cola para recorrer los interiores del palacio y asistir a un gran baile antes de que se convierta en un castillo

Porque al menos esta proclama de Honecker sí se hizo realidad: aparte de foro político -allí tenía su sede la Cámara de Diputados de la RDA-, el palacio fue también centro de ocio, espacio cultural y atracción turística. Restaurantes, bares, teatros y hasta una pista de bolos: todo ello contribuyó a que la gente de Alemania del Este de alguna manera sintiera como suyo un edificio que para el resto de la humanidad era más bien un esperpento urbanístico. Pero vino la reunificación, el descubrimiento de que el edificio estaba contaminado por asbesto, su cierre al público y el posterior desguace. Hoy sólo queda la fachada. Y una estructura interior de acero y hormigón, muy fría, pero de gran potencial escénico.

"En Berlín dominó una mirada muy dogmática de la ciudad. Se quisieron borrar las huellas de la ideología que se combatió en la guerra fría. Para mí fue un crimen no haber salvado el palacio", sostuvo en abril pasado en una entrevista con Spiegel Online el arquitecto holandés Rem Koolhaas.

Mucho tuvo que ver también que en la planificación urbana se impusiera un ánimo de restauración. Marcha atrás hacia la ciudad guillermina fue la consigna. En noviembre de 2003, tras años de debate, el Parlamento alemán (Bundestag) decidió demoler el palacio y reconstruir allí mismo aquel castillo imperial en el que hasta 1918 residió Guillermo II. Dañado en la guerra, los comunistas habían derribado este otro palacio en 1950.

"Bajo un mismo techo, aquí había política, arte y diversión. Lo mismo queremos ofrecer nosotros", afirma Amelie Deuflhard, comisaria artística del Volkspalast (Palacio del Pueblo), el programa de eventos con el que hasta noviembre próximo se pretende mostrar con los hechos que sí hay alternativas a la demolición. "Un visitante desprevenido no sabría decir si se encuentra delante de una ruina del pasado o del armazón de algo nuevo. En términos artísticos, es un limbo extremadamente productivo".

Con semejante sobrecarga simbólica, lo primero es jugar. En la apertura, el fin de semana pasado, los ciudadanos de a pie fueron invitados a volver a tomar posesión de su palacio dándose una vuelta en limusina, paseándose sobre alfombras rojas y concediendo entrevistas cual jefes de Estado. Días después, se convocó a un gran baile. El próximo paso es inundar con agua la planta baja del edificio y crear allí un microcosmos urbanístico que se podrá visitar en pequeñas lanchas.

Los berlineses ya están comenzando a hacer cola. Como en épocas de la RDA. "A nosotros nos parece perfecto. Así todos ven que dentro del palacio ya nada queda y se despidan definitivamente de él", dice Hubertus Heintze, miembro de una de las asociaciones que promueve la reconstrucción del castillo. El Gobierno ha dicho que los planes de demolición siguen en pie, y que después, en pleno centro de Berlín, habrá un gigantesco descampado verde, un vacío lleno de historia. Hasta que se reúna el dinero para la reconstrucción del castillo.

Incluso los promotores del Volkspalast admiten que así como está, el palacio no puede perdurar. Su intención es sembrar la duda: "¿Y si siguiéramos utilizando el palacio hasta tener más claro qué hacer con él? Pensemos primero en cómo lo podemos utilizar y después en la arquitectura que necesitamos", propone Deuflhard. Y sueña Rem Koolhaas: "El Volkspalast será uno de los pocos lugares en los que lo excepcional será posible". Los defensores del castillo, posiblemente, han cantando victoria antes de tiempo.

Imagen del Palacio de la República en Berlín.
Imagen del Palacio de la República en Berlín.DADIV BALTZER / ZENIT

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