Domadora de medallas
Beatriz Ferrer-Salat confirma la hazaña española y suma su segundo bronce en la prueba individual
Beatriz Ferrer-Salat se colgó la segunda medalla en su cuello. Llegaba al Gran Premio Libre como bronce y no lo dejó escapar. Esta vez lloró de emoción por lo conseguido, un hito en la hípica española, que en la doma ha tocado dos veces el cielo tras la asombrosa plata por equipos. El viento tremendo que también sopló ayer en el Centro Ecuestre de Markopulo no descentró lo más mínimo a Beatriz, que llevó con mano firme a su gran caballo, Beauvalais, bajo la mezcla de música tecno y aires españoles. La holandesa Anky van Grunsven se recuperó de su fallo del primer día y, al ganar la prueba final de ayer, como había hecho en la segunda del lunes, el Gran Premio Especial, revalidó su título de Sidney, superando a la alemana Ulla Salzgeber. A ésta no le sirvió para ganar el original sistema que había usado para aclimatar a su caballo Rusty al calor: sesiones en un recinto de madera con numerosas bombillas de calor. Anky, en cambio, ha tenido el mérito de recuperarse de un accidente que la tuvo un año sin montar.
"Beauvalais' es un 'crack' y mientras tire voy a seguir con él. Soy como su mamá"
Entre damas anda la doma y tras las dos grandes ya se ha instalado Beatriz. Su frialdad para la competición se volvió a demostrar ayer. Ni el meltemi, viento del Egeo, que soplaba afectó a que completara un ejercicio con pasos fluidos, amplios. Sólo tuvo un pequeño error al final.Pero ya era muy difícil que la superara la estadounidense Deborah McDonald, cuarta, y la única que podía quitarle el podio. Necesitaba no cometer errores técnicos en cambios de ritmo o evitar defensas del caballo y lo consiguió. Está claro que Beatriz y Beauvalais forman una pareja perfecta. No es fácil en la hípica, en la doma, y buena prueba de ello es que, antes de llegar a ella, el caballo era muchas veces ingobernable y hasta se tiraba al suelo para no trabajar. Con Beatriz todo cambió, pero ya tiene 17 años y, aunque algunos llegan hasta los 21, difícilmente podrá estar en Pekín 2008. Encontrar un sustituto será complicado y caro.
Beatriz se emocionó en el podio y tras ser felicitada por la reina Sofía. Estaba mucho más contenta que el primer día, que ya es decir: "Dos medallas es la leche en patinete". Sorprenden sus frases, pero ella es de una pasta especial. Fue lo primero que dijo para añadir un análisis más serio: "Podían ser dos medallas y podían no ser. La de equipos estaba para seis y la mía ha sido fruto de la regularidad en los tres días". Curiosamente, no sabe qué música es la que usa, sólo que es una mezcla de moderna y flamenca: "Se lo he preguntado a la que me lo ha hecho y tampoco me ha sabido decir de quién es". Alabó a su caballo y sobre el futuro señaló: "Tiene 17 años, pero, como si tuviera ocho. Mientras tire, voy a seguir con él. Es un crack. Hoy ha vuelto a soportar el viento, aunque no lo soporta todo. Pero hay que conocerlo. Soy como su mamá. ¿Qué más se puede pedir?"
Y se emocionó de nuevo cuando se le preguntó a quién iba dirigida la dedicatoria de lo conseguido: "A mi padre, claro". Las lágrimas volvieron a los ojos de Beatriz, que ya se habían humedecido varias veces. "La primera vez, en el podio, fue sólo por la emoción, por lo que he logrado y he luchado durante tantos años", casi se disculpó.
Beatriz es el vivo recuerdo de su fallecido padre, Carlos, ex presidente del Comité Olímpico Español y de los empresarios. De pequeña, le gustaba montar a caballo y acabó convenciendo a su padre de que valía para ello. Primero en saltos y luego en doma, porque el primer caballo que tuvo se le desbocaba. Lo suyo era la doma, el trato exquisito, hasta llegar al podio olímpico. Por eso no tuvo reparos en irse a Alemania para aprender en la cuna de la especialidad a hacerse respetar.Y compró un caballo del enemigo para competir con las mismas armas que ahora pueden cambiar con la incorporación de la raza española.
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