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Reportaje:

De refugiado a dueño del Plaza

Un empresario israelí compra el hotel más famoso de Nueva York para transformarlo en pisos de lujo

Jesús Sérvulo González

Alguien dijo alguna vez: "Nada vulgar ha ocurrido en el Plaza", así reza la publicidad del mítico hotel Plaza de Nueva York en su portal de Internet. Y parece ser verdad. El pasado viernes el empresario israelí, Isaac Tashuva, compró el hotel neoyorquino, situado entre la quinta avenida, la calle 59 y el Central Park neoyorquino, por 675 millones de dólares (548 millones de euros).

Tashuba, de 56 años y nacido en Libia, vivió hasta los diez años en un campo de refugiados judíos. Ahora ha cambiado la tienda de campaña en la que vivió entonces por el lujoso hotel situado en la Quinta Avenida de la Gran Manzana. Con la compra del mítico hotel que ha albergado a reyes, jefes de Estado y estrellas del cine entre otras personalidades, Tashuva ha entrado por la puerta grande en el círculo de hombres de negocios y millonarios más conocidos de Estados Unidos.

El empresario judío, ex contratista de esqueletos de cemento armado para edificios y actualmente representante de la firma de vehículos Ford en Israel y de una compañía de combustibles, tiene como objetivo convertir las habitaciones del hotel en viviendas de lujo conservando los servicios exclusivos del ostentoso hotel.

Su intención es captar personalidades internacionales y turistas que están dispuestos a pagar más de 15.000 dólares por noche en una de las opulentas suites del hotel más famoso de Nueva York. Ése también era el proyecto del multimillonario Donald Trump cuando controlaba el Plaza a principios de los noventa, pero algunos historiadores y arquitectos se opusieron férreamente a la idea.

El empresario israelí ha comprado las 805 habitaciones del hotel a razón de 839.000 dólares (685.000 euros) cada una. Un precio que, según los analistas, no constituye un récord en el mercado hotelero neoyorquino, pese a doblar los 325 millones de dólares que sus antiguos propietarios, el príncipe saudí Alwaleed Bin Talal y la compañía Millenium & Copthorne (M&C), pagaron en 1995 al magnate estadounidense Donald Trump, además de invertir 40 millones en reformas.

En cualquier caso, la inversión en el Plaza no fue todo lo rentable que cabía esperar para el príncipe Saudí y M&C, compañía con sede en Londres y con hoteles en 16 países, puesto que el hotel llevaba varios años en pérdidas. Además, el presidente de M&C, que mantiene una política de venta de activos que no son rentables, afirmó que pese a que el hotel "es un icono, la oferta era demasiado buena para rechazarla". El Plaza cerró el ejercicio 2003 con unas pérdidas antes de impuestos de 1,8 millones de dólares (1,45 millones de euros), lastrado por los altos costes fijos y el debilitamiento en el negocio turístico de EE UU.

Desde los atentados del 11 de septiembre el mercado hotelero ha rebotado precios, las habitaciones de los hoteles en Nueva York se han incrementado un 9% durante este año, más que el IPC estadounidense.

El príncipe saudí saltó a la fama al donar un millón de dólares a la ciudad de Nueva York después de los atentados del 11-S. Pero el obsequio fue rechazado por el entonces alcalde de la ciudad Rudolph Giuliani por las críticas del principe saudí contra la política estadounidense en Oriente Medio.

El hotel Plaza abrió sus puertas por primera vez en 1907, y su historia está repleta de anécdotas. En su época fue calificado como el hotel más grande del mundo y su coste, 12 millones de dólares (9,75 millones de euros), resultó una cantidad sin precendentes en aquellos días. Su diseño fue obra de Henry Janeway Hardenbergh que trasladó a su obra la pompa y la opulencia de un chateau francés.

El hotel Plaza en la Quinta Avenida de Nueva York.
El hotel Plaza en la Quinta Avenida de Nueva York.EFE

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Sobre la firma

Jesús Sérvulo González
Redactor jefe de Economía y Negocios en EL PAÍS. Estudió Económicas y trabajó cinco años como auditor. Ha cubierto la crisis financiera, contado las consecuencias del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, el rescate a España y las reformas de las políticas públicas de la última década. Ha cursado el programa de desarrollo directivo (PDD) del IESE.

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