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Columna
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Los escritores y la ciudad

A comienzos del otoño pasado, el periodista Mariano Sánchez Soler tuvo la excelente idea de reunir a un grupo de escritores alicantinos y pedirles que escribieran sobre su ciudad. Lo que comenzó siendo un juego literario, en el que unos autores exponían sus juicios sobre Alicante, ha acabado convirtiéndose, con el tiempo, en una cavilación muy seria en torno a la ciudad. Se trata, en mi opinión, de una de las reflexiones más provechosas -y, también, más divertidas- que se han producido entre nosotros, sobre el asunto, en los últimos tiempos.

A lo largo del curso escolar, Luis Bonmatí, Gerardo Muñoz, José Luis Ferris, Ximo González Caturla o Manuel Alcaraz, entre otros, han desfilado por la Sede de la Universidad para leer al público sus narraciones. Ahora acaban de aparecer recogidas en un libro que he tenido la oportunidad de ojear los pasados días. El conjunto es variado, como corresponde a escritores de tan distinta personalidad y gusto literario. En algún caso se da, como era de prever, ese punto amable de nostalgia que suele surgir en cuanto uno vuelve los ojos hacia el pasado. En todos hay, sin embargo, un diagnóstico común a la hora de señalar que los males de Alicante no son cosa de hoy, sino que provienen de tiempo atrás.

Pero si el dictamen de los escritores ha tenido su utilidad, la sorpresa la ha constituido la presencia constante de un público que ha seguido las intervenciones con indudable interés. Sobre todo porque estas personas han tomado parte activa en los debates que se producían en cada ocasión, mostrando su disgusto por el estado en que se encuentra Alicante. Esto significa que todavía hay algunos alicantinos seriamente preocupados por el porvenir de la ciudad. No podríamos decir que esta actitud sea, en sentido estricto, una novedad. Quien lea las cartas que los lectores publican en los diarios con cierta frecuencia, habrá detectado la existencia de ese malestar.

Ahora bien, si esas personas que se muestran preocupadas pretendieran trabajar de un modo provechoso por la mejora de Alicante no sabrían cómo hacerlo. Fuera de los partidos políticos, prácticamente no existe, hoy en día, vida asociativa en la ciudad. El movimiento vecinal que tanta importancia tuvo en el comienzo de la democracia está prácticamente extinguido. De ello se encargaron, primero, los socialistas y, más tarde, el Partido Popular, que hicieron cuanto estuvo en su mano para destruirlo. Las asociaciones de vecinos que perviven en la actualidad, han perdido casi todas ellas su carácter reivindicativo y se dedican a sestear.

Sorprendentemente, los partidos políticos de la oposición municipal no han mostrado jamás interés en ocupar el espacio que dejó libre el movimiento vecinal. Esa labor callada, perseverante, que consiste en visitar los barrios, preguntar a los vecinos, interesándose por sus problemas, los políticos de la oposición no la han hecho jamás. En su lugar, han preferido dirigirse a los periódicos y hacer declaraciones sobre cualquier asunto que les ha parecido de mayor interés. Quizá, les resultaba más cómodo y juzgaban que así obtenían una mayor repercusión pública. Las sucesivas derrotas electorales, no les han hecho cambiar de idea, de modo que la escasa oposición municipal que hoy se da en Alicante corre por cuenta de los particulares. Esto ayuda a explicar el estado calamitoso en que se encuentra la ciudad.

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