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Tribuna:Elecciones Europeas
Tribuna
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...Mentiras los hijosdalgo

Dice un antiguo cantar en euskera que ni el aliso tiene corazón, ni el requesón tiene hueso, ni pensaba nadie que dijeran mentiras los hijosdalgo. Tan imposible le parecía al anónimo narrador de aquella balada que un hidalgo faltase a la verdad como a algunos practicantes del idioma vasco, entre los cuales me cuento, nos parece mentirosa la actitud de nuestros políticos en lo que se refiere al uso oficial de las lenguas, ahora que el tema está de actualidad. No de otra manera se entiende la vehemente promesa de exigir la oficialidad del euskera en la UE que ha expuesto públicamente en la campaña electoral el candidato del PNV, Josu Ortuondo, a pesar de su contumaz desconocimiento del idioma que proclama, ofendido, como propio. Y ello -lo cual es más grave- a pesar no sólo de las oportunidades de que él, y otros muchos como él, habrán sin duda disfrutado, más que cualquier ciudadano de a pie, sino también a pesar de la obligación, cuando menos moral, de haber adquirido la lengua para el desempeño de los cargos públicos que su partido ha tenido a bien que ocupen.

Se corre el peligro de convertir lo que, mal que bien, era un instrumento de comunicación en una pegatina o un pin de solapa

Uno de esos cargos fue el de director general de nuestra radiotelevisión pública que, recordemos, nació para defender e impulsar la lengua y la cultura vascas. No tengo del todo claro qué es la cultura vasca, aunque espero que en esa definición entre un catálogo bien plural de manifestaciones; ahora bien, estoy seguro de que la lengua vasca es el euskera. No está de más recordar cómo, a pesar de ello, y de manera más bien subrepticia, el Gobierno del PNV creó ETB-2, canal monolingüe... en castellano. Dirigía el ente José María Gorordo, que se hallaba en trance de aprender la lengua en que emitía el entonces único canal del mismo. Con la mayoría de los siguientes directores generales de la televisión oficial ha habido menos suerte: Ortuondo, ya se sabe, ignora mayormente el euskera, como también lo ignoraba el actual, Andoni Ortuzar, en el momento de acceder a su cargo. Qué paradoja, que quienes rigen los destinos de la programación televisiva, la mitad de la cual se transmite en lengua vasca, sean incapaces o tengan severas dificultades para comprender lo que se dice en su particular caja tonta.

El asunto, por más que pueda parecer anecdótico, supone un descrédito y un agravio para quienes, hablando efectivamente la lengua, hacemos posible que algunos puedan pregonar que el euskera es nuestro idioma. El insulto a nuestra inteligencia, poca o mucha, es tanto mayor porque llueve sobre mojado. Sólo hace falta recordar algunos casos, todos ellos relativos cargos públicos del partido gobernante ab aeternitate: No hace mucho, el portavoz del PNV en el Parlamento vasco, José Antonio Rubalkaba, decía que le gustaría que no hubiese en la comunidad autónoma medios "españoles". Puesto que nadie jamás nunca ha oído a Rubalkaba pronunciar públicamente una frase en euskera, me parece que él mismo sería uno de los ciudadanos que tendría serios problemas para informarse si los medios vascos se expresasen sólo en la lengua propia.

Habrá quien piense que en su día los medios censuraron la intervención en euskera de Emilio Olabarria, protestando en rueda de prensa en el Parlamento vasco por el cierre de Egunkaria. No hubo tal censura, porque no hubo tal intervención; la rueda de prensa se desarrolló, íntegramente, en la única lengua que de forma pública maneja Olabarria: el castellano. Los supuestos conocimientos de euskera del bueno de don Emilio sólo parecen servir para engordar su curriculum. Conocimientos que nadie nunca ha podido medir porque, más allá del testimonial y protocolario saludo, en todos los actos públicos Emilio Olabarria se desenvuelve en lengua española. Tal vez sea que, como aquel otro gobernante que demostró durante su mandato muy relativas sensibilidad y aptitudes lingüísticas, reserva el euskera para hablarlo en la intimidad. O para gestos tan espectaculares como el de los parlamentarios nacionalistas leyendo un ejemplar del clausurado Egunkaria en sus escaños de la cámara de Vitoria. Leyendo, por decir algo: más de uno estaba mirando los santos.

No dudo de que los diputados de ERC en el Congreso -como la mayoría, por no decir todos, los que, militando en cualquier partido, vengan del área lingüística catalana- usen el catalán como lengua de relación habitual y de trabajo. Si los representantes vascos se decidiesen a emplear, como han comenzado a hacer los representantes catalanes, su propio idioma -caso de que éste sea el euskera, claro- en la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados, el sarcasmo sería aún mayor, cuando tantas veces renuncian a hacerlo en Vitoria. Kanpoan uso, etxean otso: las tramitaciones de todas y cada una de las leyes emanadas por el pueblo vasco se hacen exclusivamente, o mayoritariamente, en castellano. Al menos, el portavoz del PNV en Madrid, Josu Erkoreka, emplea la lengua vasca. No puede decirse lo mismo de su antecesor. Es también memorable la frase de Iñaki Anasagasti, hoy senador: "Loro viejo no aprende a hablar". No siempre: el lehendakari Ibarretxe, no en su vejez pero sí talludito, lo aprendió por fin. Cierto es que lo hizo sólo para convertirse precisamente en lehendakari, ya que antes, y había ocupado otros muchos puestos institucionales -por ejemplo, el de vicelehendakari-, había manifestado poco afán por el idioma de sus ancestros. Como decía Axular, "baldin hala ezpada, euskaldunek berèk dute falta eta ez euskarak". O sea: que quien quiere, puede.

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En esta ficción de país que nos presentan, mantenida en gran parte por la política de la traducción y de la subvención, no estaría de más, creo, que los administradores (pues no son otra cosa) predicasen con el ejemplo, ya que se permiten obligar a sus administrados -por ejemplo, a esos 300 profesores a quienes se pretende desposeer de sus puestos de trabajo-, a aprender euskera para ocupar plazas en la función pública. A ver por qué no se exige el mismo conocimiento a Rubalkaba, Olabarria, Ortuondo o Anasagasti para ocupar los suyos. Los derechos, y las obligaciones, deberían serlo para todos, aunque aquí estemos más bien acostumbrados al privilegio. Lo que ilusiona es pedir la luna, pero descuidar lo cotidiano. Así, nadie parece interesado en que haya traducciones oficiales al euskera de las leyes comunes del Estado. Debe ser porque, como en el chiste aquel del tipo que pedía ayuda en el urinario, no es que estén incapacitados, sino que a nuestros gobernantes les da asquito que la firma del lehendakari se estampe junto a la del Rey y la del presidente del Gobierno español.

La lista de ejemplos sería muy larga. Puede que el partido eternamente gobernante piense que con la defensa simbólica, o folclórica, del idioma basta y sobra. Mala cosa permitir que nadie se apropie de los símbolos comunes. Peor aún correr con ello el peligro de convertir lo que, mal que bien, era un instrumento de comunicación en una pegatina o un pin en la solapa. En una sociedad como la nuestra, más que bilingüe, diglósica, esas actitudes son poco ejemplares, sobre todo cuando se trata, al contrario que el resto de las lenguas peninsulares, latinas, de un idioma opaco para quien no lo conoce ni se decide a aprenderlo. Provocan que, declaradamente o no, muchos habitantes del país lo consideren un lenguaje antipático o una barrera tan infranqueable como la que resulta a tantos cargos públicos, nacionalistas o no.

Quisiera terminar con un apunte que me parece que cae, por obvio, de su propio peso. Me pregunto si, caso de que Erkoreka se decida a seguir el ejemplo de sus colegas de Esquerra en el Congreso, no habrá compañeros suyos nacionalistas que tengan que recurrir a la traducción simultánea, y en qué idioma terminará leyendo los documentos Josu Ortuondo si, como solicita, la UE concede (¡ojalá!) la ansiada oficialidad del euskera.

Javier Díaz Noci es profesor de Periodismo de la UPV-EHU.

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