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SOMBRAS NADA MÁS | Paulino Rivero, presidente de la Comisión sobre el 11-M
Columna
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El hombre tranquilo tiene el control

Juan Cruz

A Paulino Rivero no le va a asustar la responsabilidad que acaba de asumir, la presidencia de la comisión parlamentaria que investigará todo lo relativo a los atentados que el 11 de marzo de 2004 causaron en Madrid cerca de doscientos muertos.

Este tinerfeño de El Sauzal, pueblo soleado y abierto al mar, una de las cunas del vino canario, está acostumbrado a los retos fuertes. Era el mayor de siete hermanos, y ejerció de tal; sus padres eran una gangochera (vendedora de verduras) y un albañil; ayudó al desarrollo de la economía familiar, trabajó en muchos oficios, y estudió Magisterio primero y después intentó Derecho e Historia. Como maestro, ejerció casi siempre tareas administrativas (gestionaba los comedores escolares), aunque también dio clases de matemáticas y de conocimiento del medio (Canarias, en este caso). Como político se inició jugando. En una partida de envite se jugó su eventual participación en las primeras elecciones democráticas, perdió (o ganó) la partida, y un cúmulo de circunstancias le hicieron finalmente alcalde de El Sauzal, donde manda, pues, desde 1979, siempre con holgadas mayorías absolutas. Durante su periodo de 13 años en el Cabildo Insular fue todo menos presidente.

Como alcalde ha dejado graves obligaciones protocolarias para ejercer de casamentero civil; tampoco es muy dado a protocolos, ni para los actos sociales ni para su propio ajuar en los viajes. Una vez, en Venezuela, observó que había viajado a Caracas con un único par de zapatos... ambos del mismo pie. No sólo se lo tomó con calma (la calma es su característica), sino que incluso intentó un paseo arrostrando semejante incomodidad.

Es un hombre tranquilo. No tiene muchos amigos, es más bien individual y solitario, ensimismado; su apoyo es su mujer, Ángela Mena, y sus dos hijos; ella le ayuda en las campañas y todos hacen referéndum cuando él cambia de puesto o de sitio; la decisión más debatida fue cuando quisieron hacerle diputado en Madrid. Si se atiende lo que se dice de él, no es un hombre ambicioso, y su pasión es negociar: lo hace en cualquier circunstancia, en voz baja, y muchas veces refugiado en la pequeña bodega de su casa. Ha podido así lidiar con crisis de su partido, de las coaliciones en las que éste se halla, e incluso ha sido capaz de lidiar con dos pesos pesados de su propia formación: José Carlos Mauricio y Román Rodríguez.

Ahora, cuando le propusieron presidir la comisión parlamentaria sobre tan delicado asunto sus hijos le dijeron que hiciera lo que quisiera, pero en voz baja su mujer le dijo que se cuidara mucho. Es el primer presidente que ha tenido Coalición Canaria en su historia, y es secretario general de ATI, el embrión tinerfeño de este grupo político. Los que le conocen bien afirman que cuando más tranquilo se muestra es cuando más barullo hay alrededor, y él está en una coalición que en sí misma es un barullo de actitudes políticas que él controla con mano tan firme que se dice que lo que él no aprueba no se mueve. En una región tan fragmentada como la canaria eso es consecuencia de su carácter contumaz e, incluso, tozudo. Si se le adjudicara una palabra favorita, que además ejerce, ésta es la palabra pacto.

Es nacionalista, aunque estuvo a las puertas del PSOE -que no le acogió por un pelo-, de modo que ha atenuado en los últimos años su antigua pasión por el Atlético de Madrid para dedicar todos los esfuerzos al Club Deportivo Tenerife.

Ahora lee un libro, Hitler y Churchill, los secretos del liderazgo, de Andrew Roberts. Un dato sobre el compromiso en el que le han metido ahora: en la ya famosa noche del 13-M, la SER recurrió a él para que comentara los barullos que se habían formado aquella tarde. Él dijo su palabra: "Debemos estar tranquilos todos; nadie debe hablar más alto que el otro, esperemos". A los magos canarios como él es difícil ponerlos nerviosos.

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