Selecciones
Existe grandísimo debate entre los políticos y también entre algunos ciudadanos de a pie acerca de la virtud que subyace en el hecho de que existan selecciones -sobre todo en el área deportiva- que representen a territorios de ámbito autonómico, en vez de cómo era habitual, ser los elegidos mandatarios de toda la nación española.
Parece vana discusión, ya que cada cual es muy libre de seleccionar o dejarse representar por quien le acomode, y la importancia social o política que adquiera tal representación más estará en función del prestigio de la competición que se juegue y de los competidores, que no de la voluntad del juzgador del evento.
La selección catalana de fútbol, la valenciana de pelota o la de petanca de Castilla-La Mancha competirán en los foros donde se permita su inscripción, y de seguro significará mayor prestigio y más amplia popularidad obtener el trofeo internacional autonómico de baloncesto que el interregional de carreras de caracoles, al ser este último deporte casi desconocido y ínfimamente popular por estos territorios.
Mas lo curioso del caso se muestra cuando analizamos el tratamiento que damos a las selecciones y la representatividad que les otorgamos. Parece que con su triunfo o fracaso se produce no sólo la quiebra o exaltación del honor patrio sino el particular de cada uno de nosotros, de cada uno de los habitantes del territorio cuya representación ostentan.
Ya se sabe, si contamos con un magnífico tirador de arco, al día siguiente a su triunfo en las Olimpiadas podremos pasearnos sin rubor por las calles de Atenas sabiendo que somos personas admirables y dignas de temor, ya que sin duda la puntería de nuestro representante se ha trasladado a todos y cada uno de los individuos de nuestra patria y nos hemos convertidos en Éuritos y Dianas cazadoras por una extraña trasmigración de las almas y las virtudes que ostenta aquel que hemos designado.
Pero no para aquí el asunto, en los extremos -o sea, casi siempre- nuestro representante lo es en cuanto miembro de una entidad privada -Valencia CF, Villareal Club de Fútbol o Pamesa Valencia Basket- y los empleados de esa empresa, a la que pertenecen por razones económicas y laborales, se convierten por nuestro gusto en imagen de los aspectos políticos, económicos, culturales, e incluso paisajísticos de nuestra Ciudad o Comunidad. Hasta que pasan a prestar sus servicios en la contrincante.