Pinceladas de superación
Un niño malagueño, becario más joven de la asociación Artistas Pintores con la Boca y el Pie
Los ojos azules de Alejandro Pinazo se abren al máximo cuando le preguntan por su pintor favorito. Lo piensa y después de consultar con Sofía, su madre, decide que, por ahora, elige a Van Gogh. Este niño malagueño de nueve años disfruta desde hace siete meses de una beca destinada a su formación artística concedida por la asociación de ámbito internacional Artistas Pintores con la Boca y el Pie. Alex, como le llaman sus compañeros del colegio Victoria Kent, es tetrapléjico. Está sentado en un sillón de oficina con ruedas con el que sus padres lo desplazan por la casa. Una artogriposis múltiple le impide caminar y mover los brazos desde que nació. Es un niño tranquilo y tolerante, que también tiene sus momentos de travesura. "Me tira las cosas al suelo y cuando las recojo se ríe y las vuelve a tirar", cuenta su madre. "También chincha a su hermano pequeño soplándole en el ojo".
Inquieto, con dos años hablaba español y francés (la lengua de su madre) a la perfección, y preguntaba por todo. Su madre le daba tacos de folios y él cogía el lápiz con la boca y dibujaba soles y barcos. "El niño me daba la pauta", asegura la madre. A los cinco años le preguntaron si le gustaría aprender a pintar. Encontraron barreras arquitectónicas: la mayoría de las academias estaban en pisos en los que era difícil acceder en silla de ruedas. A través de Bibi, una técnico del equipo de la Junta que adapta los enseres escolares de los niños con discapacidad motora, conocieron a Mavi Rodríguez, una pintora también tetrapléjica que le dio clases durante tres años. Con ella aprendió nociones de dibujo: a tirar líneas, a pintar un árbol... En 2002 comenzó a pintar al agua e hizo Jarrón con flores, su primer cuadro en tempera.
Por aquella época, los padres descubrieron a través de una campaña publicitaria la asociación Artistas Pintores con la Boca y el Pie. "Vi que había un niño de 12 años al que le habían concedido una beca", recuerda Sofía. Envió dos dibujos originales de su hijo y una fotocopia certificada de minusvalía. Al mes y medio le dijeron que Manuel Parreño, el fundador de la asociación en España, les iba a visitar. Un jurado de pintores no discapacitados valoró los trabajos en Suiza, y le concedieron una beca de tres años para su formación. Alejandro envía un cuadro cada mes para dar cuenta de sus progresos. "Si les gusta alguna de sus obras y deciden reproducirla, recibe los derechos de autor", cuenta Sofía, que ha registrado una página de Internet en la que se pueden ver las obras de su hijo (www.apinazo.com).
Flores, frutas, una playa, la fachada de una casa. Alejandro pinta a partir de fotografías. Le gustan mucho los colores vivos, el rojo, el amarillo y azul. Entre sus últimos cuadros están Paisaje y Barco en el Jardín, ambos con abundante verde. "Cuando los terminó me dijo: Mamá, de aquí en adelante nada de verde, que me he cogido un trauma", ríe Sofía.
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