Política energética
Una vez que se haya producido el cambio del Gobierno, no se tardará en exigir a la nueva Administración el cumplimiento del programa con el que concurrieron a las elecciones. Entre los puntos programáticos de la política energética se mencionaba el abandono progresivo de la energía nuclear, la apuesta por las energías renovables o el cumplimiento del protocolo de Kioto.
Sin entrar en ninguno de los puntos, algunos vemos con preocupación cómo en este país nunca se ha considerado la política energética como algo tan importante que exigiera grandes acuerdos a largo plazo por parte de los dos grandes partidos, y que no es un asunto que pueda dejarse a merced del Gobierno de turno. La disposición al diálogo y al consenso que ha mostrado Zapatero desde la misma noche electoral puede ser un buen comienzo para planificar una orientación energética futura que cuente con el máximo apoyo.
Si bien cada vez menos -véase la política de defensa-, en determinados asuntos como las pensiones (pacto de Toledo) o el terrorismo (la forma de hacerle frente, no la de utilizarlo, claro), se ha llegado a acuerdos amplios. Pero un sector tan estratégico como el de la energía, con grandes inversiones a largo plazo o tan dependiente de la coyuntura económica, no ha recibido tanta atención. Los sucesivos planes energéticos nacionales han sido y son creaciones de cada Gobierno, dando lugar a casos como el de la moratoria nuclear y sus 4.500 millones de euros que todavía seguimos pagando.
Uno ve con envidia el debate nacional sobre las energías que se llevó a cabo en Francia el año pasado, en el que intervinieron todos los agentes a excepción de las organizaciones ecologistas, que rechazaron su participación. Se ve que cuando se trata de debatir con luz y taquígrafos, se analizan la realidad y las posibles soluciones racionales, no es tan fácil sostener determinadas posiciones. Allí se consiguió que gran parte de la sociedad se informara sobre el tema y las conclusiones servirán de base a la futura ley de orientación energética. ¿Tan difícil resultaría promover en España algo similar?
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