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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

La calle desde un balcón

Es como ese libro de John Dos Passos, Manhattan Transfer, y un poco también como La colmena, de Cela, porque el primero trajo al segundo. Y sobre todo se parece a las películas de Vertov, El hombre de la cámara, y de Rutman, Berlín, sinfonía de una gran ciudad, pues también aquí la protagonista es la propia calle, antes que la multitud que la transita. Acaso por tal razón sus autores han llamado a este documental Pelayo 36. Son 21 minutos de Barcelona filmados durante cerca de un año desde un segundo piso, en el 36 de la calle de Pelai. En él salen los helicópteros de la policía sobrevolando la zona. Y el reloj del BBVA con su continuo girar, un reloj encantado que nunca muestra la hora a quien se la pide. (Si se detiene, el reloj deja un punto de pena en el mismo corazón de la ciudad y las personas que por allí pasan se preguntan cuánto van a tardar en repararlo.) Por el documental Pelayo 36 discurre la cabalgata de los Reyes Magos con la gente abriendo los brazos para recoger todos los caramelos posibles. Y la cabalgata del Día del Orgullo Gay con los reyes del glam reivindicando su derecho al caramelo de la vida. Y las feministas del 8 de marzo, que cantan sus himnos con la música de Kalinka Malinka, la canción popular rusa. Hay un anciano entre esta pequeña sinfonía de imágenes que enciende su cigarrillo con un mechero de gasolina. Y un señor en moto que en la parte de atrás lleva un paquete y a su mujer como si fuera otro paquete. También salen días de lluvia. "Llueve, qué delicia", anotó Azaña en sus diarios. Llueve en Barcelona con gente que espera desconcertada bajo las marquesinas de las tiendas, junto a los guardias de seguridad. Algunos paseantes traían su paraguas y lo han abierto. Barcelona es una ciudad a la que le queda muy bien la lluvia. De hecho, la fotografía elegida para la carátula del estuche es la de una acera mojada. Londres parece sitio de paraguas cerrados y Barcelona, en su exuberancia mediterránea, ciudad de paraguas abiertos. Pero Barcelona también es un lugar amargo. Sale en el documental una escena donde un par de ladrones desvalijan un coche que espera en un semáforo, con los ocupantes dentro, incapaces de defender lo que es suyo. Y la amargura es tanto para quien resulta robado como para el que roba, porque éste a menudo tiene que seguir trajinando si quiere salir adelante, día a día, golpe a golpe y, a su manera, verso a verso. En otra escena pasa un barrendero empujando su carricoche, ya es verano. Se detiene de repente, ha visto en el suelo un abanico. Lo recoge y prosigue abanicándose y contento. Y también hay un guardia urbano que baila. Y un japonés que espera. Y dos árabes que cruzan un paso de cebra. Y dos monjas que conversan entre ellas. Y miles de estudiantes que se manifiestan contra el Partido Popular. Y decenas de miles de personas que se manifiestan contra la globalización y los desmanes del capitalismo, y tienen que salir corriendo en un desmán de manifestantes si no quieren que el desmán policial les apalee. Y en otro momento del documental aparece un montón de adultos coreando "hacía falta ya una huelga general" con la música de Había una vez un barquito chiquitito, que cantaban juntos el Tío Aquiles y el Capitán Tan de los Chiripitifláuticos. Y también se ve la mani de los emigrantes que piden "papeles para todos" en un idioma que no les dejan hacer suyo hasta que obtengan dichos papeles. Días más tarde, en la confluencia de Pelai con Balmes un ejecutivo coquetea con una ejecutiva y le da golpecitos con el portafolios. Pasa bajo el balcón donde está la cámara un señor mayor rascándose el trasero. Un indigente cruza la calle protegido con un casco de motorista. Dos muchachos que se habían citado se besan en la boca cuando se encuentran. Asoma un hombre de dentro de un contenedor. Junto a una papelera una mujer está orinando. Luego pasa un señor con gorra de marinero y saca de esa papelera un diario y continúa su camino leyendo. Por la noche, otro ejecutivo va dando traspiés, pero no suelta el maletín.

'Pelayo 36' son 21 minutos de Barcelona filmados durante un año desde un segundo piso, en el 36 de la calle de Pelai

"Al final se convirtió en una obsesión. No podía dejar de grabar" confiesa Facundo Beraudi, el director del documental. Empezó como un juego para probar la cámara digital que se había comprado. "La tenía supervista" dice, y cuenta cómo iba a observarla al escaparate con Victoria Nardone (la productora de este documental), hasta que el encargo de un cliente alemán le proporcionó el dinero que necesitaba. Antes, Facundo había sido camarógrafo de Fernando de la Rúa durante una campaña electoral argentina; pero sintió que la política le estaba embruteciendo y lo dejó para hacer un reportaje sobre el montaje de un Romeo y Julieta interpretado por actores discapacitados. El texto y la locución de Pelayo 36 (y también es coguionista) se deben al conferenciante teatral Rafael Metlikovez, miembro de Accidents Polipoètics. "¿Por qué la gente hace lo que hace?" es la pregunta con que se abre el discurso. Allen Ginsberg en Father death, un blues que escribió a la muerte de su padre, habla de la gente que ha vivido sin hacer daño a nadie y de cómo, cuando desaparecen, se siente al recordarles que el corazón sigue en calma. No es una respuesta, pero es una poesía.

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