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Reportaje:

Duelos electorales

España acusa la falta de una cultura de debates políticos, que tampoco son frecuentes en otros países europeos

Rosario G. Gómez

John F. Kennedy y Richard Nixon protagonizaron en 1960 el primer gran duelo electoral de la historia de la televisión. La transmisión marcó el nacimiento de la comunicación política moderna. Desde entonces, los debates políticos se han convertido en una tradición en EE UU. Esta costumbre está mucho menos implantada en Europa y no hay una norma homogénea. Mientras en el Reino Unido no existen debates electorales, Suecia los tiene reglamentados por ley. En opinión de Teresa Sádaba, profesora de Comunicación Política de la Universidad de Navarra, "son más propios de sistemas presidencialistas porque personifican la política resaltando la figura del candidato".

Los modelos estadounidenses y europeos difieren hasta en la puesta en escena. En EE UU, habitualmente con público, los debates tienden hacia la espectacularización y están barnizados con toques propios del talk show. Europa, por el contrario, tiene un enfoque netamente informativo y cada país tiene sus peculiaridades.

En Francia existe una gran tradición de debates, pero no siempre las cámaras son testigo. El primer gran duelo se celebró en 1974, entre Valéry Giscard d'Estaing y François Mitterrand, finalistas de la primera vuelta, y fue visto por el 81% de los votantes. En Alemania conviven dos modelos: un cara a cara entre candidatos de distintos partidos, sin periodistas de por medio, y comparecencias conjuntas con un moderador. El canciller no tenía por costumbre comparecer en los coloquios políticos ante las pantallas televisivas hasta que Gerard Schröder aceptó el reto lanzado por el conservador Edmund Stoiber en 2002.

La televisión italiana emitió un debate en 1983, y en España, el único precedente de un cara a cara se remonta a 1993. Felipe González (candidato a la reelección) y José María Aznar (aspirante) protagonizaron dos enfrentamientos en las cadenas privadas Antena 3 (24 de mayo de 1993) y Tele 5 (31 de mayo). Fueron los espacios más vistos del año, con 9,6 millones y 10,5 millones de espectadores, respectivamente.

¿Por qué accedieron a este combate televisivo? Los expertos aseguran que el empate técnico que reflejaban las encuestas fue determinante, aunque matizan que habitualmente suele pedirlo el candidato al que los sondeos colocan en desventaja. Aquellos debates se saldaron en tablas: el cabeza de lista del PP ganó el primero y el líder socialista se impuso en el segundo. Repetir la experiencia parece difícil. "En España no hay una cultura de debate político, ni tampoco de otros debates, aunque ha quedado demostrado que interesan a los ciudadanos. Hay un cierto miedo al enfrentamiento ante las cámaras, por eso prefieren la entrevista unidireccional", apunta Teresa Sádaba. Éste es el recurso utilizado ante los comicios del 14-M, mientras la posibilidad de celebrar un debate (a dos, a tres o a 12) se aleja cada vez más.

En los debates de 1993 todo estaba pactado, empezando por los moderadores, Manuel Campo Vidal y Luis Mariñas. Nada se dejó al azar: los equipos de cada uno de los comparecientes acordaron el modelo de las mesas en torno a las cuales se sentarían, la iluminación del estudio y los detalles de la realización. Estaba prefijado hasta el número de planos que correspondían a los candidatos en cada una de las respuestas.

Todos estos factores afectan a la imagen de los políticos. Una mala iluminación, por ejemplo, perjudicó a Nixon; el taburete sobre el que se sentó Perot jugó en su contra, porque dio imagen de bajito, y una mirada furtiva de Bush hacia su reloj captada por la cámara evidenció muestras de nerviosismo e intranquilidad. También el vestuario tiene su enjundia. "Antes se creía que el rojo era más adecuado por ser un color que llamaba la atención, pero ahora el marketing político recomienda el azul para comparecencias públicas de los políticos, porque inspira seriedad, armonía y no es estridente", comenta Sádaba.

Campo Vidal, en el centro, como moderador del cara a cara González-Aznar en Antena 3.
Campo Vidal, en el centro, como moderador del cara a cara González-Aznar en Antena 3.MIGUEL GENER

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