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Reportaje:REPORTAJE

Francia teme por el futuro del vino

La escena se desarrolla en una típica brasserie de París. El patrón propone "un Riesling alsaciano, gran crudo de 1989, de una gran elegancia", y el cliente, tras tomarse el tiempo necesario para paladearlo, exclama: "¡Ah!, ¡si se pudiera envejecer tan bien...!". Puede suceder en la vida real, pero lo cierto es que se trata de una película: el director Claude Lelouch ha aceptado incluir éste y otros planos de vinos alsacianos en el filme que estrenará en septiembre, a cambio de un contrato de 30.000 euros.

El lobby del vino se las ingenia para salirse de la ley que limita la publicidad de los alcoholes. Tiene un problema gravísimo: el consumo cae en picado. En Francia se bebe una media de 58 litros por persona y año, frente a los 100 consumidos a comienzos de los sesenta. Peor aún para el pequeño mundo del vino, los jóvenes empiezan a pasar de este caldo. El consumo entre los de 13 a 20 años ha bajado del 67% al 55% en tres lustros.

En los años sesenta se bebía una media de 100 litros por habitante y año; ahora, el consumo está en 58 litros
Algunos viticultores de Burdeos son conscientes de que hace falta cuidar la calidad de la franja de los caldos cuyo precio oscila entre 4 y 10 euros

"Vino = salud, coca + sodas = obesidad", rezaban algunas de las pancartas enarboladas por una manifestación de 2.500 viticultores celebrada a mediados de semana en Chalon-sur-Saône, en plena Borgoña, donde los carteles de carretera anunciadores de las poblaciones vinícolas aparecen cubiertos de protestas. "No hay precedentes, la mitad de los viticultores de Borgoña están en la calle", cantaba alegremente una portavoz de los organizadores de la marcha, que desfiló en compañía del presidente de la región; por cierto, miembro de la UMP, el partido en el poder.

El punto de mira es una norma de 1991, introducida por el entonces ministro socialista de Sanidad, Claude Evin, que sólo permite comunicar datos objetivos del producto (grado de alcohol, origen, composición, premios logrados), excluye la televisión como medio publicitario y no deja usar palabras ni imágenes seductoras. Con esta base, un tribunal parisiense ha prohibido servirse de una atractiva mujer en traje de noche para resaltar los valores de una copa de borgoña.

A la limitación publicitaria se une la campaña masiva contra los accidentes de carretera, patrocinada por el mismísimo Jacques Chirac, presidente de la República y jefe natural (que no formal) de la derecha en el poder. Lo que parecía un gran triunfo del Gobierno, que a comienzos de año anunció un 20% menos de muertos en accidentes de tráfico, para los agricultores es una puñalada. El órgano gubernamental de la Seguridad en Carretera inserta anuncios que rezan: "Un accidente mortal de cada tres se debe al alcohol", y avisa a los jóvenes de que perderán el carné de conducir si les pillan con 0,5 gramos de alcohol por litro de sangre. La asociación Vin et Société contrarresta la campaña con otra de anuncios enmarcados en negro -como las advertencias de que el tabaco mata- en los que se pregunta a toda página: "¿La prohibición es el único futuro del vino en Francia?".

Éstos son los hechos que calentaron el ambiente en la noche glacial de Châlon-sur-Sâone, en el corazón de la Borgoña atacada. Tras quitarse las mordazas con las que pretendían simbolizar su situación de víctimas, los manifestantes ofrecían vasos de vino al mirón, diciéndole: "Tómelo, es bueno, no es veneno", en una degustación gratuita organizada en torno a toneles tirados por caballos.

El gruñido de la Francia profunda inquieta al Gobierno de Jean-Pierre Raffarin, porque está en juego el futuro del sector vitinícola más poderoso de Europa, que supera los 50 millones de hectolitros al año en explotaciones atomizadas -la agricultura familiar es la más extendida- y cuya cifra de negocio ronda los 11.000 millones de euros, la mitad procedente de la exportación. El sector da empleo a 75.000 personas, pero sus dirigentes manejan la idea de 300.000 afectados, entre directos e indirectos.

En el fondo de toda esta polémica se agitan problemas de superproducción y de calidad. Algunos profesionales estiman entre un 15% y un 20% los vinos de apelación controlada (equivalentes a las denominaciones de origen españolas) que deberían perder esa clasificación por falta de motivos para estar ahí. El diario Le Monde ha desvelado un proyecto para escindir en dos el sistema de las apelaciones controladas, una de ellas de base y otra en la que sólo entrarían los vinos de verdadera calidad, al que se opone particularmente un poderoso sindicato de 1.500 empresas de la región del Midi, que produce 3,5 millones de hectolitros anuales de vinos del País de Oc.

Pero es evidente que los océanos de vino producidos en Francia no pueden ser todos etiquetados como de calidad. Los hipermercados y supermercados, que canalizan el 70% del que se distribuye en el mercado interior, observan la erosión de ventas en los vinos de mesa, los llamados vinos del país y entre los precios más bajos de las "apelaciones controladas". Algunos viticultores de Burdeos son conscientes de que hace falta cuidar la calidad de la franja entre 4 y 10 euros, y que los tiempos de los grandes crudos a 150 euros son cosa del pasado. El peso de los vinos extranjeros sigue siendo débil, pese a que los productores franceses también se alarman de la penetración de vinos australianos, chilenos o españoles.

Una casa de Reims, capital administrativa de la región de Champagne.
Una casa de Reims, capital administrativa de la región de Champagne.RICARDO GUTIÉRREZ

Menos exportaciones, pero más caras

FRANCIA EXPORTÓ EN 2003 algo menos de 14,6 millones de hectolitros de vino, un 2,4% inferior al año precedente. Sin embargo, el valor de esas exportaciones progresó un 2,3%, alcanzando una cifra de negocio de 5.700 millones de euros, un dato inquietante para un futuro en que los vinos franceses se enfrenten a la competencia de los del Nuevo Mundo, más baratos y de calidad nada desdeñable. Los champañas se vendieron mejor -quizá por aquello de que son la imagen brillante de lo francés- mientras que los vinos de apelaciones controladas retrocedieron un 8,2% en volumen.

"La pérdida de competitividad se acelera y la crisis se siente hoy con fuerza en las regiones vitícolas", según Patrick Ricard, presidente de la federación francesa de exportadores de vinos. Estados Unidos y el Reino Unidos son los principales mercados exteriores de caldos franceses, lo cual acentúa el efecto negativo de la apreciación del euro.

La crisis rebaja los precios de las explotaciones vitivinícolas. Según un estudio difundido recientemente por Agri France, filial de BNP Paribas, sólo las grandes "apelaciones controladas" justifican los precios alcanzados. La amenaza se perfila sobre las de menor nivel. Se aprecian bajas del 20% al 30% en el precio de las explotaciones de la región de Burdeos, donde hay que seguir distinguiendo entre las dedicadas a los grandes crudos, cuyos precios progresan al ritmo del 10% anual, y las gamas media y baja.

La coyuntura es similar en Borgoña, donde los grandes crudos progresan entre el 8% y el 13%, mientras que el resto se ha parado, y en el caso del Beaujolais retrocede, situándose en los 35.000 euros por hectárea.

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