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ANÁLISIS | NACIONAL
Columna
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Hablar y oír al diablo

AUNQUE LA CRISIS DESENCADENADA por el encuentro de Carod con dos dirigentes de ETA a comienzos de enero en Francia se resolvió institucionalmente hace 10 días con su salida definitiva -sin regreso- del Gobierno tripartito, las secuelas continúan enturbiando la política catalana y la campaña electoral en toda España. Por lo pronto, la tendenciosa interpretación que los medios al servicio del Gobierno hicieron del comunicado de ETA del 18 de febrero, anunciando "la suspensión de la campaña de acciones armadas en Cataluña", reabrió el debate sobre el tratamiento informativo de la lucha antiterrorista como cuestión de Estado situada al margen de los aprovechamientos partidistas y electorales.

La difusión del comunicado de ETA de 18 de febrero, que anunciaba una tregua circunscrita a Cataluña, y la defensa por Carod del diálogo con la banda terrorista suscitan un apasionado debate

El Constitucional justificó en su día la reproducción en la prensa de los comunicados de ETA por el carácter prevalente del derecho de los ciudadanos a recibir información veraz. Pero las razones que avalan la difusión social de esa ofensiva literatura panfletaria no son únicamente jurídicas; pese al contenido delirante de sus razonamientos, el carácter injurioso de sus invectivas y el grosero tono de sus amenazas, esos documentos ofrecen pistas imprescindibles para entender los planteamientos estratégicos y los análisis coyunturales que sirven de guía y de pretexto a los crímenes terroristas. Por ejemplo, la oceánica entrevista con ETA publicada el pasado domingo en Gara es una aleccionadora muestra de las ambiguas opiniones de la banda respecto al plan Ibarretxe y la sustitución de Arzalluz por Imaz al frente del PNV.

Pero si los motivos para escuchar la voz del diablo parecen claros, la conveniencia de dirigirle la palabra plantea, en cambio, serios interrogantes. El equívoco término diálogo no permite precisar la identidad de los participantes en esos luciferinos encuentros, las metas realmente perseguidas por sus interlocutores y la congruencia entre los propósitos iniciales y los resultados alcanzados. Los contactos de los aparatos de seguridad con las organizaciones terroristas a través de agentes dobles o de intermediarios oficiosos se hallan en las antípodas del encuentro con ETA de un alto cargo autonómico a espaldas del Gobierno central y de sus propios compañeros de gabinete. La estrategia de Estado dirigida a forzar la entrega de las armas de los terroristas sin pagar ningún precio político a cambio -el ministro Rosón lo consiguió en 1981 con ETA (p-m) y los presidentes González y Aznar lo intentaron sin éxito con ETA (m) en Argel (1989) y Suiza (1999)- es diametralmente opuesta a la negociación política emprendida en 1998 por el PNV y por EA para intercambiar una tregua-trampa de ETA contra la aceptación de su programa máximo.

A Carod, sin embargo, no le preocupan esos distingos; en su comparecencia de 30 de enero ante el Parlamento catalán dijo haberse equivocado en las formas, pero no en el fondo: "Hablar para intentar evitar que haya muertos, aunque sea un solo muerto, nunca puede ser un error". Ya sabemos que no cruzó la frontera para tomar la temperatura a ETA; pese a los requerimientos de Maragall, el ex conseller en cap se resiste a compartir con el Gobierno de Aznar la información en su poder. Carod niega haber emprendido una negociación política con los terroristas y que la tregua catalana declarada semanas después por ETA -la banda corrobora su afirmación- forme parte de ese indigno trato; el ominoso artículo publicado con su firma en Avui tras el brutal atentado de Vic de 1991 -"¡ETA, fuera de Cataluña!"- para pedir a los terroristas que "miraran al mapa" antes de "atentar contra España" quita retrospectivamente fuerza de convicción al desmentido. Pero tampoco cabe descartar que Carod emprendiera su extraviado viaje a Ítaca con la seguridad vanidosa del fanático que se siente capaz de convencer con su labia a los asesinos de ETA para que respeten el quinto mandamiento: si todos los demonios son pardos en la noche oscura de la maldad humana, todos los ángeles son blancos en el cielo habitado por los bondadosos predicadores del diálogo que aspiran a monopolizan los nobles sentimientos a favor de la vida frente a los torvos defensores del Estado de derecho.

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