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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El problema Putin

A la Unión Europea le está saliendo un problema llamado Putin, cuyo autoritarismo ha quedado patente con la repentina destitución táctica de todo su Gobierno. Rusia dista de ser una democracia normal, y lo demuestran los prolegómenos de las próximas elecciones, con un control mediático casi total y la falta real de alternativas. Putin cuenta con un 70% de respaldo en los sondeos de cara al 14 de marzo, pero sabe que lo único que le puede derrotar es la abstención, pues si no vota un 50% del censo habrá que repetir los comicios en un plazo de cuatro meses, durante los cuales asumiría la presidencia el primer ministro.

La destitución del primer ministro tiene un doble objetivo: sacar al votante de su actual sopor y cerrar filas en su propio entorno. Kasiánov, el jefe de Gobierno destituido, última herencia de los tiempos de Yeltsin, no gozaba de la simpatía de Putin y disentía del presidente en temas tan fundamentales como el aumento de los impuestos a las petroleras y la introducción de hipotecas en Rusia. Su sustituto, el tecnócrata Víktor Jristenko, significa todo lo contrario.

Estas malas artes de Putin tienen una traducción exterior. Recientemente, como para mostrar su poder, Moscú cortó brevemente el suministro de gas a Bielorusia, y de paso, a Europa. También ha exigido compensaciones a la UE por los supuestos perjuicios causados a Rusia por

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su próxima ampliación, algo totalmente inaceptable que no ha merecido la respuesta más adecuada por parte de los Quince. Durante la presidencia italiana de la UE, Silvio Berlusconi apoyó abiertamente en Moscú la política rusa hacia Chechenia. Es verdad que Rusia sale perdiendo en materia de aranceles con la ampliación de la Unión, pero estas cuestiones deben resolverse mediante un diálogo constructivo que no ponga en peligro el acuerdo de asociación y cooperación entre Moscú y Bruselas. El acuerdo Rusia-UE es en beneficio de ambos, supone un anclaje de Rusia en Europa y debe conducir, con la ampliación, a una política de vecindad todavía más estrecha y eficaz, no a absurdos golpes de genio.

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