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CICLISMO | La desaparición del último gran escalador

Una muerte por degeneración acelerada

La autopsia revela que Pantani sufrió un edema cerebral y pulmonar, extraño en menores de 55 años

Enric González

Marco Pantani, de 34 años, falleció a consecuencia de un edema pulmonar y cerebral. Esa fue la conclusión del forense, el profesor Giuseppe Fortuni, tras una autopsia que duró tres horas. Para averiguar por qué se produjo el derrame, dijo Fortuni, hacía falta analizar los tejidos extraídos del cadáver, una tarea que debería durar al menos una semana. Todo indicaba que los años de toxicomanía y depresión habían envejecido el cuerpo del ciclista y que no hubo suicidio, sino colapso. El entierro del campeón triste y solitario está previsto para mañana.

Las conclusiones preliminares de la autopsia encajaban con lo que podía deducirse de los últimos días de vida de Pantani. No había en el estómago síntomas de una sobredosis de fármacos. El Pirata sufrió un accidente cardiovascular masivo que, según fuentes médicas, resultaba muy raro en personas menores de 55 años. Los productos dopantes consumidos en el tiempo de las grandes escaladas y la cocaína y los fármacos con que, a partir de 1999, acompañó su soledad y su amargura, parecían haber causado un envejecimiento prematuro, dijeron los mismos expertos.

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El forense Fortuni, de la Universidad de Bolonia, comentó que no podía descartarse que los cócteles de ansiolíticos y antidepresivos que el campeón en declive consumía habitualmente hubieran minado su organismo hasta abocarle a la muerte. "Aún es pronto para asegurar una cosa u otra", precisó.

El aspecto del último Pantani, gordo y abandonado, con la mirada perdida, alarmaba a quienes le veían. Pero nadie pudo hacer nada. Uno de sus amigos, el periodista Enzo Vicennati, indicó que Pantani tenía previsto viajar a Bolivia el próximo día 27 con el fin de ingresar en una comunidad de jóvenes "para cambiar de vida". Todos, incluyendo al propio deportista, sabían que la situación era muy peligrosa y requería soluciones urgentes.

"¡Me lo han matado, me lo han matado!", gritaba la madre, Tonina, mientras el barco que la devolvía a Italia desde una isla griega hacía el interminable trayecto. Pantani se sentía víctima, en cierta forma asesinado por quienes descubrieron su dopaje y le arrebataron la gloria. Dejó algunas notas en su habitación, frases breves e inconexas, dirigidas a Christine, la novia a la que no había visto en meses: "Todo es una conspiración. Todos saben cómo van las cosas en el ciclismo, pero han querido golpearme sólo a mí", decía uno de los papeles. Y otro, de amor frustrado: "La tristeza es grande sin ti, la distancia imposible".

El Pirata se ahogó en su propia soledad. Había llegado el lunes al hotel Le Rose de Rímini, un discreto tres estrellas de 60 euros diarios, sin equipaje ni teléfono móvil. Apenas salía. Pidió una tortilla a un restaurante cercano, alguna noche bajó a cenar un plato de pasta o una pizza, ocasionalmente emergía al pasillo para quejarse a gritos del ruido del hotel, pero rechazó las invitaciones de un amigo de Rímini. El sábado, cuando el portero de noche entró en su habitación, la 5D, el teléfono estaba desconectado y un mueble se apoyaba contra la puerta, para atrancarla. El cadáver de Pantani, vestido con unos vaqueros, tenía sangre en la nariz. En la cómoda había 10 medicamentos, ansiolíticos, hipnóticos sedantes y antidepresivos, y, según fuentes presenciales no confirmadas por el fiscal, restos de polvo blanco. El forense visitó la habitación, horas antes de la autopsia, para hacerse "una idea del ambiente en que ocurrieron los hechos".

"Le han hecho agonizar durante tres años", dijo su amigo Michael Mengozzi. "Debían haberle matado", añadió, "el día después de Madonna di Campiglio", el lugar donde, el 5 de junio de 1999, fue expulsado del Giro tras un análisis de sangre que detectó una reveladora densidad de hematocrito. Mengozzi explicó que la madre estaba "destrozada". Incluso los padres, que administraban el patrimonio del ciclista y le pasaban una renta mensual, se habían alejado de un hijo que no quería compañía y mantenía el rumbo fijo hacia la autodestrucción. Hoy recibirán el cadáver y el entierro se realizará probablemente mañana.

Eddy Merckx acusó a la justicia italiana: "Los jueces se ensañaron con él hasta destruirle completamente". El subsecretario de Deportes del gobierno italiano, Mario Pescante, admitió que Pantani había sufrido un exceso de persecución: "Le investigaron siete fiscalías distintas, lo cual me parece demasiado; la responsabilidad penal de los atletas", siguió, "es absurda. Para los atletas bastan las sanciones deportivas".

Un viejo ciclista se detiene ante carteles de recuerdo a Pantani en su ciudad, Cesenatico.
Un viejo ciclista se detiene ante carteles de recuerdo a Pantani en su ciudad, Cesenatico.REUTERS

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