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Reportaje:MUSICA

El Paco de Lucía más austero

Al fin el nuevo disco de Paco de Lucía. Cinco años, largos, de espera, desde el anterior con el nombre de su madre -Luzía, así escrito, que es lo ortodoxo en su nativa lengua portuguesa- como título. Son muchos años, ciertamente, incluso para un maestro de la excepción de Paco de Lucía y tan preocupado siempre por la calidad de cada obra suya, consciente de que será estudiada y analizada hasta la disección por cuantos tienen el mínimo interés en el arte jondo.

Cositas buenas me parece que no defraudará a nadie. Contra lo habitual en él desde hace unos cuantos años, el de Lucía no se apoya en grupo, trío o sexteto según los casos, cuando no incluso en orquesta de formato mayor. Aquí regresa en cierto modo a los orígenes, puesto que casi todos los temas llevan cante, como en aquella etapa gloriosa de sus discos con Camarón. Paco lo declara sin rebozo: "He metido mucho cante porque echo de menos aquellos discos que hacía con Camarón".

PACO DE LUCÍA

'Cositas buenas'

Universal

Y añade que daría todo

que sabe como guitarrista por haber sido la mitad de lo que fue Camarón en el cante. Tampoco tenemos por qué asombrarnos, puesto que Paco de Lucía nunca ha ocultado que se siente un cantaor frustrado, y que se escondió detrás de la guitarra porque era muy tímido, muy gordo y sufría un enorme sentido del ridículo. Pero evidentemente, el cante ha tenido siempre un rincón de privilegio en su ser más íntimo, aunque no fuera capaz de sacarlo cantando él mismo hasta el disco anterior, con sendos homenajes a su madre y a Camarón.

lo

En Cositas buenas Paco canta de nuevo. Como él sabe hacerlo y lo siente, que no es para romperse la camisa, pero es cante muy auténtico y un nuevo testimonio de lo que en verdad entendemos como una apetencia insuperable para él. Y lo que es más importante: rescata un cante inédito del mismo Camarón, al que Tomatito y él han puesto de nuevo las guitarras. Sin duda el tema más emocional del disco, que durante la grabación hizo aflorar las lágrimas a los ojos de los dos guitarristas.

Pero hay mucho más cante, como decíamos. El cante que le gusta a Paco de Lucía, que es el de jóvenes cantaores gitanos con afinidades ciertas hacia el cante de Camarón. Todos excelentes cantaores, que quejan el cante, que lo pellizcan, que lo transmiten con ese hálito vital ajeno a cualquier rutina expresiva. Se llaman Montse Cortés, Tana, Potito, Diego el Cigala.

Gran cante en un disco de guitarra. ¿Una contradicción, quizá? No, en absoluto. El buen cante y el buen toque se potencian mutuamente. La guitarra de Paco de Lucía está ahí enhebrando todos estos temas de manera admirable. A sus 56 años, Paco de Lucía pone toda su madurez artística en un toque escueto, despojado, casi diría sin brillo si no fuera porque la belleza lleva en sí misma un brillo perenne. Pese a que los estilos escogidos son todos de gran viveza rítmica, Paco prescinde de lo accesorio, de cualquier tentación hacia lo espectacular, como si él mismo quisiera limitarse el territorio.

Parece sencillo, pero sabe-

mos de sobra que en el arte la economía de medios es la expresión más difícil de lograr. Tenemos aquí a Paco de Lucía, un músico fundamentalmente barroco que brillaba con enorme facilidad en escalas vertiginosas, en picados espectaculares, y que de pronto prescinde de todos esos oropeles y se entrega casi a un austero ejercicio de reflexión.

Tangos, rumbas y bulerías se reparten en esta entrega el repertorio, y a título personal diría que echo de menos aunque sólo fuera un tema de su guitarra en solitario y de distinto talante. Pero ciertamente el toque de esta guitarra -la primera del flamenco actual, ¿la primera de la historia de lo jondo?- transita por todos ellos con un rigor ejemplar y enriquecedor, sin artificios, sin autocomplacencias que de alguna manera menoscabarían la entidad de una obra perfecta.

El guitarrista Paco de Lucía (Algeciras, 1947).
El guitarrista Paco de Lucía (Algeciras, 1947).

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